El arzobispo de Valladolid y presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE) define al nuevo Papa como «un hombre enamorado de Jesucristo»
El nuevo Pontífice de la Iglesia católica ha suscitado «una serena alegría, a veces un entusiasmo o júbilo» desde que apareció «en el balcón del Vaticano» la pasada semana. Así lo considera monseñor Luis Argüello, arzobispo de Valladolid y presidente de la CEE, en su última carta pastoral, donde señala que «hemos podido también contemplar en estos días cómo la Iglesia brota en el corazón de millones de creyentes y se asoma de una manera nueva a millones de personas que tienen otros credos o que viven en el agnosticismo o en la indiferencia religiosa».
Monseñor Argüello ha llamado la atención sobre «la centralidad de Jesucristo que León XIV ha expresado en sus primeras manifestaciones públicas», al que ha definido como «un enamorado de Jesucristo». «Más allá de las distinciones habituales, entre sensibilidades de un corte o de otro, entre diversas maneras de interpretar la fidelidad, la continuidad, la tradición, la novedad, la reforma, las iniciativas, estamos contemplando de nuevo, insisto, a un enamorado de Jesucristo y a esto no nos acostumbramos, afortunadamente», señala el arzobispo de Valladolid. «Siempre nos sorprende y viene a hurgar en esos rincones de nuestro corazón que se acostumbran rutinariamente a la vida cristiana, que se acostumbran rutinariamente a aceptar, sin remedio, las situaciones personales, o las de la Iglesia, o las del mundo», subraya en su carta pastoral.

«En esta Pascua estamos contemplando de nuevo cómo la Iglesia renace en el corazón de los fieles, de los hombres y mujeres. Por eso, nuestro desafío está en cómo acogemos este renacer aquí en casa, en nuestras propias comunidades y parroquias, en la Iglesia diocesana, en las Iglesias que peregrinan en España», puntualiza el presidente de los obispos.
Una vida mediocre
Por eso, el prelado señala que «no podemos cargar todo el peso de la vida de la Iglesia en el sucesor de Pedro. No podemos contentarnos con que sea él el que tome iniciativas, el que grite pidiendo la paz en el mundo, el que nos convoque a la comunión y, sobre todo, a seguir y amar a Jesucristo». «Hemos de ser nosotros, queridos hermanos, los que en nuestra Iglesia particular queramos, experimentando la alegría del Evangelio, la paz que nos ofrece el resucitado, impulsemos nuestra comunión misionera, estrenemos de nuevo la vida cristiana, rompamos con las costumbres superficiales, con ese acostumbrarnos a una vida mediocre o desesperanzada», sentencia monseñor Argüello. «Renovemos el enamoramiento de Jesucristo, impulsemos de nuevo la comunión entre nosotros y salgamos a la misión. Hagamos de todas las oportunidades de nuestra vida, de todas las relaciones, de todas las presencias, de todos los diálogos y miradas una ocasión para anunciar el Evangelio», concluye.