Sergio y Andrea, una pareja zaragozana, llevan tres años viviendo en el norte de Florida y han sorteado varios fenómenos extremos
Sergio y Andrea llevan tres años viviendo en Gainesville, al norte de la azotada Florida por el devastador huracán Milton que ha obligado a desplazar a miles de personas, se ha cobrado la vida de 16 de ellas (por el momento) y ha generado destrozos todavía incalculables. Un fenómeno extremo al que se enfrentan con más frecuencia de la que uno se imagina. «La temporada de huracanes en Florida es de agosto a noviembre, pero nunca se había creado tanta alarma como con Milton», asegura esta pareja del zaragozano barrio del Actur.
«A nuestra zona llegó más debilitado, y más allá de las fuertes tormentas y rachas de viento no hemos tenido grandes problemas», celebran, ahora desde la calma y sin otro ciclón acechando su rutina. Por teléfono, a las 15.30 horas de Florida y las 21.30 en España del jueves, explican que en la localidad en la que residen el huracán Helen generó más destrozos, cuando hace dos semanas les dejó durante horas sin luz. Milton es el quinto que toca tierra en territorio estadounidense en lo que va de año y el tercero que impacta en Florida.
«Nosotros vivimos en el interior y no hemos sufridos las consecuencias del huracán de la misma manera que en la costa, aunque por suerte al final ha sido menos agresivo de lo que se decía», explican. Aún así, pese a esa ubicación privilegiada, la alarma social que ha generado la llegada de Milton ha condicionado su día a día. «Nunca antes me había preguntado tanta gente desde España si estábamos bien y si estábamos en una zona segura», explica Andrea. «Es normal porque los medios decían que las consecuencias iban a ser catastróficas», añade, sin pasar por alto que en las televisiones americanas recomendaban a la población hacer acopio de alimentos perecederos y agua.
«También se aconsejó llenar los depósitos por si había que evacuar la localidad y claro, todo el mundo fue a las gasolineras. Fue un caos, las filas eran tremendas y las estaciones se quedaron sin suministro», explican ambos. Andrea no ha ido a trabajar esta semana. Es profesora en Gainesville y por precaución se cierran todas las escuelas en cuanto se prevé la llegada de un huracán, pero Sergio, que trabaja en el sector de la hostelería, ha continuado con su rutina. «En mi caso, lo que hacen es cerrar antes el restaurante», comenta.
Alarma social
Volviendo a la alarma social, en las televisiones americana incluso llegaron a aconsejar a la población de Florida que escribiera con rotulador su nombre en alguna parte visible del cuerpo por lo que pudiera pasar. «Cuando oyes algo así es inevitable que se te meta el miedo en el cuerpo», coinciden los dos, que admiten que siempre se espera la llegada de un huracán con nerviosismo, sea cual sea su grado.
«Hemos vivido varios y la espera de este ha sido la peor, pero porque veíamos a nuestros familiares y amigos muy nerviosos, y porque las previsiones eran catastróficas. En los medios de comunicación no se hablaba de otra cosa e impresionaba mucho ver las largas filas de coches abandonado sus casas impresiona mucho», admiten.
Tras el paso de Milton, la directora de la Agencia Federal de Gestión de Emergencias (FEMA), Deanne Criswell, reconoció que la península de Florida evitó el «peor escenario» de todos los previstos. Sin embargo, defendió que el hecho haber elevado tanto las alertas ha servido para evitar males mayores. Aún así, el azote de Milton ha creado el caos en la zona costera de Florida, con miles de evacuados, algunos de los cuales han perdido sus hogares.
«El primer año pasábamos mucho miedo cada vez que se anunciaba la llegada de un huracán, al final te acostumbras, aunque esta vez el recuerdo va a ser más agrio porque todos esperábamos lo peor y al final eso te hace mella», coinciden ambos.