Quienes paseaban por el entorno de la basílica zaragozana este sábado por la mañana se vieron sorprendidos por la llegada de una comitiva especial.
Una estampa poco usual se vio este sábado en la plaza del Pilar a media mañana. El buen tiempo invitaba a pasear y recorrer los puntos más visitados durante las Fiestas del Pilar. Turistas y zaragozanos se cruzaban en las horas previas al pregón, que abarrotaría por la noche la plaza con un récord de 43.700 asistentes. Alrededor de las 11.30 de la mañana aparecían 13 caballos con sus jinetes y paraban delante de la escultura de la Virgen en el lateral de la basílica, del turolense Pablo Serrano, para inmortalizar el momento. Habían recorrido 22 kilómetros y no iban solos.
Los caballistas formaban parte de una comitiva de 132 personas que habían llegado andando desde Pinseque hasta la basílica del Pilar. Un peregrinaje que surgió en 1990 de la idea de cinco amigos y que 34 años después se ha convertido en un acontecimiento en el municipio zaragozano. En él participan familias enteras.
Desde las 6.00 en el camino
En el grupo hay personas que acuden por devoción, otras por seguir la que ya es una tradición en el pueblo o por vivir la experiencia. Participar es sencillo. No hace falta apuntarse. «El punto de partida es el antiguo parque del pueblo, a las 6.00. Con las campanadas del reloj de la torre de la iglesia, salimos los que estemos», explica Susana Gay, una de las participantes.
«Siempre se hace el primer fin de semana de octubre, que suele coincidir con el día del pregón de las Fiestas del Pilar, este año, el día 5. Vamos a la caminata, comemos y nos quedamos en Zaragoza», cuenta. Ella tiene 58 años y lleva unos doce participando junto a su marido y sus tres hijas, de 22 años la mayor y dos mellizas de 20. «Ellas lo han hecho desde los ochos años», calcula.
En su caso le mueve la devoción y sigue impresionándole entrar a la plaza del Pilar con todo el grupo. «Cada año te surge una pequeña emoción», confiesa. Llegan a tiempo para asistir a la misa de 12.00, donde se menciona al pueblo en la homilía cuando se habla de los peregrinos.

Algunos al entrar en el templo se hacen con una medida de la Virgen para recordar las caminatas en las que han participado e incluso llevan una vara para ir atándolas ahí. Susana apunta el número de participantes de cada año en la cinta. «Empezaron cinco amigos a los que se les ocurrió un día hablando en el bar hacer una caminata», recuerda. Fausto Díez, Jesús Sangrós, Raimundo Colmano, Pedro Medrano y Ricardo fueron los artífices, enumera.
Primera andada de un padre y una hija
Ángel Calvo suma ocho cintas. «Yo empecé con mi padre con 10 y 11 años y no lo había vuelto a hacer hasta hace seis años», cuenta. Ahora tiene 38 años. Este sábado ha sido especial porque su hija Carlota, que tiene la edad que tenía él cuando empezó, se ha unido y completado la andada.
«Siempre sientes mucha emoción cuando llegas a la plaza del Pilar porque es muy bonito y entras con la gente del pueblo, pero este año fue más emotivo porque iba con mi hija por primera vez«, confiesa. Hasta ahora no se había atrevido a llevarla, aunque ella ya había querido ir. «Aguantó muy bien. Casi llegando, por el Ebro, me dijo que le dolían un poco los gemelos, pero que aguantaba«, comenta, orgulloso de la hazaña de su hija, una de las más pequeñas de la expedición. Tiene otro hijo de ocho años que también quiere ir, pero le ha dicho que «cuando sea más mayor».

El recorrido se prolonga cinco horas y media, discurre por caminos hasta la capital aragonesa e incluye tres paradas para descansar. El primer alto para coger fuerzas lo hacen en el barrio de Casetas para tomar un café, el segundo en el de Monzalbarba, donde algunos vecinos de Pinseque les esperan en coche para llevarles unas pastas o café y la última, a la altura del Parque Deportivo Ebro, en la ribera, para almorzar. Entran a la ciudad por la Expo y van por la ribera al paseo Echegaray y Caballero. Hasta llegar a la capital van acompañados por Protección Civil de la Ribera Alta del Ebro.

El grupo cuenta con los permisos necesarios. «Nos piden que haya una persona encargada de recoger las heces de los animales para que se quede todo limpio», comenta Ángel. Los caballos se incorporaron hace unos años, un poco antes de la pandemia de covid. Para Susana han permitido que el grupo avance más unido porque van andando en torno a ellos. Los participantes a caballo vienen del Club Hípico Pinseque. Cuando entra todo el grupo en la ciudad «los coches se paran a mirar», dice ella. Hay quien se acerca a preguntarles de dónde vienen, añade Ángel.
Para la vuelta a casa cada uno organiza la logística de forma diferente. Los caballos hacen el trayecto de vuelta en vehículos especiales. «Nosotros nos llevamos el coche el día de antes y lo dejamos aparcado por allí para volver», cuenta Susana sobre el regreso a casa con su familia. A otros los vienen a buscar familiares, después de haber tomado algún vermú, como Carlos Terraz, José Miguel Cazorla y Álvaro Marín, tres jóvenes de 27 años que contaban con tener fuerzas para seguir las fiestas pese al esfuerzo del camino. Entre los participantes hay hasta jubilados. Aseguran que no hace falta preparación previa y muchos ya piensan en coger fuerzas para repetir el año que viene.













