Está íntimamente ligada a la Historia de España, desde la llegada de los Austrias, y forma parte de los emblemas militares desde los Tercios hasta ahora
Quien haya visto hoy el desfile militar del Día de la Fiesta Nacional en Madrid habrá podido comprobar cómo cada una de las unidades que han hecho el recorrido por el paseo de la Castellana iban encabezadas por una bandera o estandarte con los símbolos de éstas. Muchas de ellas lucían, de muy distintas maneras, un aspa casi siempre roja sobre distintos fondos que no es otra que la histórica Cruz de Borgoña.
Desde la Compañía Mar Océano de la Guardia Real a la propia Unidad Militar de Emergencias, pasando por la Brigada “Almogávares” VI de Paracaidistas (en este caso amarilla sobre fondo negro), la Guardia Real (sobre fondo morado), el Regimiento de Infantería Príncipe nº 3, el Regimiento de Caballería Farnesio Nº 12; el Regimiento de Artillería de Campaña Nº 11, el Regimiento de Infantería “Tenerife” Nº 49, el propio Mando de Operaciones Especiales, las Fuerzas Aeromóviles del Ejército de Tierra, el Cuartel General Terrestre de Alta Disponibilidad, el Mando de Transmisiones… Y todo ello sin olvidar la cruz de San Andrés o Cruz de Borgoña que lucen en la deriva las aeronaves del Ejército del Aire, Guardia Civil y Ejército de Tierra.
Y aunque para algunos sectores de la población o incluso para determinados partidos independentistas como ERC este símbolo pueda tener reminiscencias franquistas o ligadas a la dictadura, nada más lejos de la realidad. De hecho, lo único que demuestra esta opinión es el desconocimiento de nuestra propia Historia.
Entonces, ¿qué es la Cruz de Borgoña y qué significado tiene? Para empezar, cabe decir que es mucho más antigua que la actual enseña nacional rojigualda y que está intrínsecamente unida a nuestro pasado desde el siglo XVI pues fue durante siglos el símbolo de la Monarquía Hispánica.
Llega con Felipe “el Hermoso”, duque de Borgoña
Y es que la Cruz o Aspa de Borgoña no es otra cosa que una representación de la Cruz de San Andrés que fue incluida en las banderas españolas tras el matrimonio de Juana I de Castilla, hija de los Reyes Católicos, y Felipe I de Castilla, más conocido como Felipe «el Hermoso», nacido en Brujas en 1478 y duque titular de Borgoña.
Primogénito de Maximiliano I, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, y de María de Borgoña, de éste heredó el ducado, mientras que su hijo, el futuro Carlos I, heredaría el título de emperador.
Esta cruz en forma de aspa representa el martirio del apóstol que le da nombre. San Andrés fue crucificado en Patrás, capital de la provincia de Acaya, en Grecia, donde permaneció durante tres días, tiempo que aprovechó para predicar y difundir sus ideas religiosas entre todas las personas que se le acercaban.
Por ser San Andrés el patrón de Borgoña, la cruz era el emblema utilizado por las tropas de Juan Sin Miedo en la guerra de los Cien Años.
Tras el casamiento entre Juana I de Castilla y Felipe “el Hermoso”, fue incluida en las armas y banderas de España, además de servir para identificar los ejércitos españoles.
De los arqueros a todas las tropas
Se incorporó como divisa en los uniformes de los Arqueros de Borgoña y más tarde a todo el ejército, pintado sobre los vestidos para distinguirse en los combates, pues en aquella época no existían aún los uniformes y los soldados vestían trajes civiles militarizados con petos protectores.
Al entronizarse la Casa de Austria con Carlos I, en la primera mitad del siglo XVI, cada compañía lleva su propia bandera en la que figuraban, normalmente, las armas de su capitán sobre el Aspa de Borgoña. Para representar al Rey, solían llevar otra, la principal, que era de seda amarilla uno de los colores de los Austrias) con el Escudo imperial bordado. La bandera principal la llevaba el mando del Tercio, que estaba formado por un número variable de Compañías, que podía llegar hasta 24.
De hecho, se cree que ondeó por primera vez como insignia de las tropas españolas en la batalla de Pavía, en 1525, en Lombardía, frente a las tropas francesas de Francisco I, aunque hay historiadores que la sitúan ya en otras batallas anteriores, como la de Bicoca, también en Lombardía, cerca de Milán.
A partir de entonces, la Cruz de Borgoña sería el emblema más característico de los usados por los tercios españoles y regimientos de infantería del Imperio español durante los siglos XVI, XVII y XVIII, aunque dependiendo de la unidad de la que se tratara podía cambiar el fondo.
Al acceder al trono Felipe II, ordenó que, además de las banderas de cada compañía, cada Tercio llevase otra en cabeza de color amarillo con las aspas de Borgoña en rojo.
Las unidades de Caballería llevaban las mismas banderas pero de tamaño más pequeño, llamadas estandartes.
Aparte de estas, abundaron las banderas con motivos religiosos, de tamaño normal en las unidades a pie, y de gran tamaño, como el estandarte de la Santa Liga de la batalla de Lepanto o el de Fernán Núñez.
De hecho, uno de estos estandartes con la Cruz de Borgoña sobre fondo a cuadros blancos y azules se puede ver en el cuadro “Las lanzas”, o “La rendición de Breda”, de Diego Velázquez, pintado entre 1634 y 1635.
Se institucionaliza con Felipe V
Figuró en la bandera militar española por decreto de Felipe V dado a 28 de febrero de 1707. Este decreto decía: “Y es mi voluntad que cada cuerpo traiga una bandera coronela blanca con la cruz de Borgoña, según estilo de mis tropas, a que he mandado añadir dos castillos y dos leones, repartidos en cuatro blancos, y cuatro coronas que cierran las puntas de las aspas »
Asimismo, este monarca estableció que las banderas de Tercio y Compañía fuesen iguales: rojas con una imagen de la Virgen. Aún con todo, continuaron usándose otras: rojas, blancas, a listas y a cuadros, todas con el Aspa de Borgoña.
Hay que destacar un tipo especial de banderas que llevaban las unidades suizas al servicio de los Reyes españoles, cuyo distintivo particular eran las “Llamas”, dibujos triangulares en forma de llama que llenaban el campo de la bandera y sobre los que se ponía el Aspa de Borgoña.
Paralelamente, la bandera fue establecida como el símbolo vexilológico por excelencia de España hasta la llegada desde Francia de la dinastía de los Borbones en el siglo XVIII con la llegada de Felipe V tras la Guerra de Sucesión. De hecho, durante esta contienda los austracistas, el bando contrario al borbónico, había usado la Cruz de Borgoña como enseña, por lo que Felipe V decidió prescindir de este símbolo y sustituirlo por las armas reales sobre paño blanco.
Con la llegada de Carlos III, el nuevo monarca decidió cambiar este nuevo emblema, para distinguirse de otras ramas borbónicas, por la actual bandera rojigualda, aunque en aquel momento solo para los buques de la Armada española para diferenciarse mejor de estas otras naciones: al subir al trono observó que la mayoría de países utilizaban pabellones en los que predominaba el color blanco (España, Francia, Gran Bretaña, Sicilia, Toscana…) y, dado que estaban frecuentemente en guerra entre sí, se producían lamentables confusiones en la mar, al no poder distinguirse si el buque avistado era propio o enemigo hasta no tenerlo prácticamente encima; por ello, encargó a su Ministro de Marina que le presentase varios modelos de banderas, con la única condición de ser visibles a grandes distancias. Fueron seleccionados 12 bocetos, los cuales mostró al rey, quien eligió dos, a los que varió las dimensiones de las franjas, declarándolos reglamentarios el primero para la Marina de Guerra y el segundo para la Mercante.
Ya en el siglo XIX, con el cambio de las leyes llevado a cabo por Fernando VII para que su hija Isabel fuera su sucesora, arrancaron las llamadas Guerras Carlistas, que asolaron España durante buena parte de la centuria. Los partidarios de su hermano Carlos como monarca adoptaron la Cruz de Borgoña como enseña durante el conflicto civil, especialmente arraigado en Navarra y País Vasco De hecho, es el origen de lo que más tarde sería la ikurriña, y no la “Union Jack”, la bandera británica, como muchos piensan.
En cualquier caso, fue Isabel II la que a través del Real Decreto de 13 de octubre de 1843 dispuso la sustitución de todas las enseñas del Ejército por otras nuevas rojigualdas, colores hasta entonces utilizados por la Armada y por algunos Batallones de la Milicia Nacional, ya que habían ido tomando carácter de símbolo liberal, frente a las blancas, también utilizadas por los carlistas durante la pasada Guerra Civil.
Por el citado Real Decreto, en adelante las banderas deberían ser todas rojigualdas, de 1,47 x1,47m y todas tendrían en su centro un escudo circular con las armas Reales, reducidas al cuartelado de Castilla y León, con las lises en su centro y la granada en punta, colocado sobre el cruce de una pequeña aspa roja de Borgoña y rodeado por una inscripción en letras negras con el Arma, número y batallón del Regimiento.
Usada por carlistas y tradicionalistas en la Guerra Civil
Durante la guerra civil, la Cruz de Borgoña siguió siendo usada por regimientos tradicionalistas y por los carlistas que se alzaron contra la República, razón por la que hay quien cree que esta histórica enseña es un símbolo ligado al franquismo y a la dictadura.
En la actualidad, tanto la Cruz de Borgoña (con nudos) como la de San Andrés (lisa) siguen siendo un emblema fuertemente arraigado en las enseñas de las Fuerzas Armadas españolas. También es el emblema que muestran las aeronaves del Ejército del Aire y del de Tierra, así como de la Guardia Civil, en la deriva.
Por si fuera poco, fruto del dominio español sobre América, muchas Banderas extranjeras recuerdan su pasado ondeando hoy en día en el Castillo de San Marcos en la ciudad de San Agustín en Florida (Estados Unidos), en los Fuertes de San Cristóbal y de San Felipe del Morro, en San Juan de Puerto Rico, junto a la puertorriqueña y la estadounidense, así como en las banderas de los estados estadounidenses de Alabama y Florida, así como en las enseñas y escudos de ciudades de España y América.