Sánchez ataca a los medios y acerca su discurso al de Podemos

Asegura que PP y Vox son «dos fuerzas del todo semejantes» que «tienen más medios y ningún pudor para lanzar infundios y traficar con la mentira»

El presidente se conjura con los diputados y senadores y socialistas y asegura que tomó la decisión del adelanto con «mi conciencia»

Sánchez adelanta las elecciones generales para neutralizar a los barones y descolocar a Yolanda Díaz

Tres días después de la debacle electoral del PSOE, y cuarenta y ocho horas de la disolución de las Cortes Generales para adelantar las elecciones al próximo 23 de julio, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, se ha conjurado con los diputados y senadores socialistas, a los que ha reunido por última vez en la legislatura en un encuentro del grupo parlamentario socialista celebrada en el Congreso de los Diputados.

Ante ellos, ha asegurado que tomó la decisión del adelanto con «mi conciencia», y que le duele que «magníficos alcaldes y presidentes autonómicos» hayan sufrido un revés electoral. «Claro que me gusta ganar, y que me duele perder. Faltaría más», ha sintetizado, dirigiéndose a los suyos desde una mesa presidencial en la que le acompañaban sus números dos y tres en el PSOE, la ministra María Jesús Montero y el secretario de orgaización, Santos Cerdán, así como por los portavoces en el Senado y el Congreso, Eva Granados y Patxi López, quien ha realizado un pequeño discurso de bienvenida en el que, en su habitual estilo de arenga, ha asegurado que «vamos a ganar las elecciones.

El discurso de Sánchez, todo un pistoletazo de salida para la carrera electoral, ha tenido un eje claro: arremeter contra el «tándem», como lo ha denominado, de PP y Vox, «dos fuerzas políticas ya del todo semejantes, en la forma y en el fondo», y al mismo tiempo, y aun de manera algo velada en ocasiones, pero inequívoca, contra los medios de comunicación, que desde hace tiempo el presidente del Gobierno considera meros terminales de las formaciones de la derecha.

No ha dado nombres concretos de periodistas ni de grupos de comunicación, como sí hace abiertamente Podemos, pero no ha hecho falta. Los senadores y diputados, muchos de los cuales repetirán en julio en las listas electorales -aunque no es seguro que con la misma suerte que hace cuatro años- han entendido que ese será uno de los ejes de la campaña. «Vale lo mismo el voto de un conductor de autobús que el del presidente de un canal de televisión», ha instruido a los suyos, en un señalamiento a determinados empresarios de la comunicación no tan nítido como los que recurrentemente hace el exlíder de Podemos, Pablo Iglesias, y la actual dirigencia del partido morado, pero igualmente claro.

«Debemos dar la batalla, porque nuestro país se merece lo mejor», ha arengado Sánchez a los suyos, haciéndoles partícipes de que «ante nosotros tenemos una tarea descomunal, tan grande que necesitamos a toda la gente que quiera construir la mejor España, no volver atrás, sino mirar hacia adelante, siempre hacia adelante».

Con Biden y Lula

Sánchez ha asegurado que en las elecciones generales los españoles deben decidir su quieren a un presidente que esté con Joe Biden y Luiz Inácio Lula da Silva, y no con sus antecesores en la presidencia de EE.UU. y Brasil, Donald Trump y Jair Bolsonaro. E igualmente, si prefieren una «coalición socialdemócrata» -como ha definido a su Gobierno con Unidas Podemos, en el que figuran ministros comunistas como Alberto Garzón- u otra de «ultraderecha», formada por el Partido Popular (PP) y Vox.

El líder del PSOE ha equiparado a ambas formaciones, ya que a su juicio ya son indistinguibles, y forman un «tándem» en el que, ha precisado, «saben a quiénes sirven, tienen más medios y ningún pudor para lanzar infundios y traficar con la mentira», ha concluido, provocando una de las varias ovaciones de los parlamentarios socialistas, reunidos en la sala Ernest Lluch de la Cámara Baja, en algunas ocasiones con todos ellos en pie. En varias ocasiones, y también en la estela marcada en su día por Iglesias, se ha referido al PP como la «derecha extrema» y a los de Santiago Abascal como la «extrema derecha».

A modo de vaticinio de lo que puede ser la próxima camaña electoral, que comenzará el próximo 7 de julio, el jefe del Ejecutivo ha asegurado que los partidos de la derecha tratarán de acusarle de «dar un pucherazo», e incluso de decir que «hay que detenerme por ello». «Tenemos que parar esta ola reaccionaria», ha dicho Sánchez a sus parlamentario, en un discurso que ha sido subiendo de tono cada vez más, y que ha terminado con una ovación de dos minutos ininterrumpidos, mientras Sánchez se llevaba la pano al pecho en señal de agradecimiento.

Sánchez ha asegurado, asimismo, que cuando Alberto Núñez Feijóo habla de «derogar el sanchismo», no está «claro», lo que pretende, aunque en su opinión eso podría suponer revertir medidas como el aumento del Salario Mínimo Interprofesional (SMI), el Ingreso Mínimo Vital, la reforma laboral, la ley de eutanasia o la de la vivienda, para volver, ha aseverado, «a la ley del suelo». Igualmente, y en el terreno económico, el presidente ha augurado que un Gobierno encabezado por Feijóo suprimiría los nuevos impuestos a la banda y a las compañías energéticas para «volver a sus, y subrayo sus, amnistías fiscales».

Su discurso ha estado ayuno de autocrítica ante el fracaso en las urnas del PSOE, tras una campaña de marcadísimo acento presidencial, en la que fue desgranando de mitin e mitin las medidas que luego aprobaba el Consejo de Ministros. Tan solo ha admitido, haciendo balance de la legislatura que ahora termina, que ha habido «errores», aunque para matizar a continuación que «los aciertos han sido mayores que los tropiezos».

Como ya ocurriera el lunes en la reunión de la Ejecutiva Federal del PSOE, celebrada inmediatamente después de los comicios autonómicos y municipales, el cierre de filas con el líder del partido ha sido total. A la entrada de la reunión únicamente dos diputados se han detenido ante los medios, y no eran cualquiera, sino dos de los más significados exministros: Carmen Calvo y José Luis Ábalos. Ambos han evitado cualquier palabra que pudiera interpretarse siquiera como un leve distanciamiento del secretario geral. «Yo creo que el secretario general quiere que los españoles se pronuncien sobre los problemas reales» ha señalado Calvo, quien ha acusado a Feijóo de «antiguo y ridículo» por, a su juicio, haber establecido la disyuntiva entre «Sánchez o España».

Fugazmente pasaba por la puerta la ex presidenta de Andalucía y antigua rival de Sánchez, Susana Díaz, que tampoco ha querido descomponer la imagen de unidad dada por la formación apenas tres días después de uno de los reveses electorales más importantes de su historia. Entre despedidas y abrazos, pues la reunión suponía el último encuentro entre los compañeros del Grupo Socialista, muchos transmitían la sensación de que la arenga presidencial servirá para dar la batalla en las urnas. Aun queda por delante la incógnita de cómo se elaborarán esas listas, que deben quedar aprobadas en el Comité Federal de la semana que viene.