Messi no puede ir más en serio: «Este grupo es una locura»

Argentina es una única garganta encendida. Ruge el fondo albiceleste y tiembla Lusail cuando su cántico consigue contagiar al resto de la grada. Hay fiesta mayor también en Buenos Aires, Santa Fe, Rosario, La Plata… Celebra la bicampeona al verse a un solo paso de la tercera estrella. La primera la bordó Kempes, Maradona la segunda. Nadie duda de a quién le corresponde coser la que puede estar por venir. Vibra la grada con un Leo Messi reconcentrado en sus pensamientos y muy serio antes del inicio. Mascando chicle y ya sudoroso, el astro recibe el cariño de su hinchada mientras se acerca a la banda a saludar al palco ocupado por su familia, todos con el diez en la camiseta. Luego llega el saludo con Modric en el sorteo de campos. Hay un abrazo sincero entre los dos hombres, que se repite también al final, ya con el croata rendido.

Messi trota mucho, pero apenas corre en Lusail. Busca espacios vacíos en el césped y obliga a un esfuerzo extra al entrenador croata para asignarle un marcador. Al final, es Gvardiol, fabuloso proyecto de central, a quien le toca bailar con Leo. También sufrirlo. Pese a su buen partido, acaba siendo una víctima en manos del genio.

Un tarascazo entre ambos deja dolorido a Messi, que se toca con insistencia la parte posterior del muslo. Traga saliva Argentina, porque más allá del golpe, su estrella pasa inadvertida durante ese primer tramo insípido. Cuando por fin se descorcha el partido y Julián Álvarez es derribado en el área, Messi sabe que ha llegado su momento. Inicia su rutina ajeno a las protestas de los jugadores croatas. Se evade del mundo sin querer mirar hacia la portería ni a Livakovic, el portero parapenaltis que se interpone entre él y la gloria. Solo cuando pita Orsato dirige su mirilla a la escuadra y allí coloca el balón con un zurdazo demoledor.

Messi marcó su primer tanto en un Mundial hace más de catorce años en el estadio alemán de Gelsenkirchen, escenario de su debut en un partido ante Serbia. Anoche sumó el undécimo, lo que lo sitúa ya en solitario como el máximo goleador argentino en la historia de los Mundiales. Atrás quedó Batistuta.

Liberado, Messi participa después de los mejores minutos de Argentina ante una Croacia desnortada. Aun tropezando, inicia el contragolpe que da pie al gol de Julián Álvarez. Y entonces, ya sí, sonríe con ganas. Le aplaude la grada, también los periodistas propios, cuando escapa de la presión de Perisic. Y convierte esas palmas en ovación en la última jugada del primer acto, cuando se marcha de hasta tres defensas croatas antes de ser derribado. «¡Messi, Messi!», retumba de nuevo desde el fondo del Dibu Martínez.

Nadie se confía en Argentina, donde aún recuerdan la remontada de Países Bajos hace apenas unos días. Ni hablar de reservar a la estrella. Y además, se ve a Leo disfrutar. En una pared con Julián Álvarez roza su segundo tanto, pero Livakovic frena el trallazo cruzado. No será la última, porque el mago se guarda el mejor truco para el final. Tras un saque de banda el balón le llega con campo abierto y, ahí sí, corre como el diablo. Agigantado, esta vez sí se come a Gvardiol, incapaz el central de superar los dos quiebros que le hace. Después le cuela el balón entre las piernas para que Álvarez lo remate a la red. El júbilo en la grada es absoluto, pero Messi pide más y levanta los brazos al más puro estilo Simeone.

Acaba el partido y la celebración es doble para el capitán, que baila con sus compañeros y acompaña a la grada en sus cánticos. Con este encuentro iguala los 25 partidos mundialistas de Lothar Matthaus. En la final ya lucirá ese récord en solitario.

«Lo dijimos al principio: que la gente confíe», cuenta a la televisión aún sobre el césped. «Sabemos lo que somos y lo que este grupo puede llegar a dar. No éramos los máximos candidatos, pero ganamos con mérito propio y saliendo de una difícil. Este grupo es una locura y va a pelear. Vamos a intentar todo para llevárnosla».

Ocho años después de caer con Alemania en Maracaná, Messi tendrá una segunda oportunidad de levantar un Mundial, lo único que aún pueden reprocharle en el fútbol. Viéndole, Argentina no puede más que confiar. «Es muy emocionante ver todo esto. Ver a la gente, a la familia durante todo el Mundial fue algo increíble. Vamos por el último partido, que era lo que queríamos».