El último combate armado entre España y Marruecos por un islote que casi acaba en desastre militar

El islote de Perejil, a unos 8 kilómetros de Ceuta, se hizo famoso en 2002 porque un grupo de militares marroquíes lo ocupó y obligó al Gobierno español, entonces presidido por José María Aznar, a realizar una intervención militar para devolver el statu quo. Con grandes ecos, ABC tituló el 12 de julio su portada: «Marruecos invade un islote español la víspera de la boda de Mohamed VI».

La intensa historia de Perejil

El islote, así como la propia ciudad autónoma de Ceuta, pasó de manos portuguesas a españolas cuando Felipe II se proclamó Rey de Portugal a finales del siglo XVI. Al producirse la rebelión portuguesa, Ceuta permaneció leal al Rey Felipe IV. En 1762, el ingeniero Alonso de Figueroa elaboró un proyecto de fortificación, en cuya memoria quedó escrito: «…que si fortificáramos la isla del Perejil y pusiéramos baterías de veinte y quatro, assi en esta como en las puntas llamadas del carnero y del fray, seríamos tan dueños del estrecho de Gibraltar como del suyo son los dinamarqueses».

El islote, no en vano, nunca pudo ser fortificado completamente y en la Guerra de Independencia se convirtió en el objeto de deseo de los ingleses. En 1836, los Estados Unidos reclamaron que se les permitiese establecer una estación carbonera, pero el Reino Unido vetó la pretensión estadounidense. En vísperas de las guerras que enfrentarían a España con las fuerzas locales, el germen de lo que luego sería Marruecos, el gobierno británico medró en contra de los derechos españoles sobre la isla de Perejil y trató de ocuparla con fuerzas de la guarnición de Gibraltar. Alertado el gobierno español, ordenó que un batallón del regimiento de Ceuta se desplegara en la isla.

Los británicos terminan por reconocer los derechos de España sobre el polémico islote, pero Marruecos tomó el relevo en el siglo XX, a pesar de que ni en el Tratado de Fez de 1912 ni en el tratado de independencia de Marruecos de 1956 se menciona la isla como parte de este país. En tiempos de Franco, los marroquíes merodearon el en el islote sin que el dictador reaccionara, pero la instalación de un campamento en el verano de 2002 por parte de las tropas marroquíes fue considerado una provocación en medio de una crisis diplomática que duraba más de un año.

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La escalada comenzó con una serie de desavenencias diplomáticas en torno a la solución propuesta por el Gobierno de Aznar respecto al Sáhara y la nueva oferta marroquí en materia de pesca, que exigía reducir el 80% de buques españoles en sus aguas y elevar la cifra económica que pagaban los pescadores. Todo esto se tradujo en la retirada de su embajador en España en octubre de 2001 y la ocupación del islote bajo la excusa de que se trataba de una «operación antidroga». El CNI interpretó el movimiento hostil como una reacción marroquí en caliente al despliegue, en los primeros días de julio, de cuatro corbetas, un buque de desembarco de la Armada y un helicóptero del Ejército en torno al peñón de Alhucemas, a menos de 600 metros de la playa de la ciudad.

La amenaza llega al islote

En el mediodía del 11 de julio de 2002, sobre la una y media, un grupo de doce militares marroquíes al mando de un suboficial perteneciente a la Marina Real de Marruecos desembarcó en Perejil. Los militares colocaron dos banderas e instalaron unas tiendas de campaña. Advertida de la situación, la Guardia Civil se acercó a investigar y a avisar a los militares de que se encontraban en territorio español. Estos replicaron, con las armas en la mano: «Marchaos de aquí, esto no es tierra española».

Los marroquíes encañonaron con sus AK-47 a los guardias civiles y amenazaron con dispararles «por error». Los agentes, armados solo con sus pistolas reglamentarias, decidieron retirarse. A continuación, se desplazaron dos patrulleras de la Armada española y la Guardia civil a vigilar lo que estaba ocurriendo en Perejil.

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A la recién nombrada ministra de Asuntos Exteriores, Ana Palacio, le tocó lidiar con esta crisis que implicó a países con intereses cruzados. «No es realista ni está justificado sacar de quicio la situación creada por Marruecos», tranquilizó a la hinchada la ministra en una entrevista realizada por Luis Ayllón y Alberto Sotillo en ABC. En un contundente comunicado, el presidente de turno de la UE y primer ministro danés, Anders Fogh Rasmussen, exigió a Rabat que «retire inmediatamente sus tropas», al tiempo que expresó su «total solidaridad con España». Palacio logró el apoyo tanto de la Unión Europea como de OTAN, que calificó la actuación marroquí como «gesto inamistoso», pero EE.UU. mantuvo una premeditada ambigüedad para no herir la sensibilidad de su tradicional aliado en el norte de África. Francia también volvió a ponerse del lado de Marruecos.

Palacio logró el apoyo tanto de la Unión Europea como de OTAN, que calificó la actuación marroquí como «gesto inamistoso»

Ya el día 14 de julio se ordenó a elementos del GOE (Grupo de Operaciones Especiales) preparar el asalto del islote, pero la operación fue cancelada a última hora con todo el equipo listo en los helicópteros. Aznar defendía la necesidad de una intervención militar urgente sobre el islote, antes de que Marruecos lo llenara, como pretendía, de prensa internacional, mientras que Rodrigo Rato, uno de los vicepresidentes, optaba por enfriar la situación y con él se alineaba, para sorpresa de muchos, el almirante Antonio Moreno Barberá, entonces jefe de Estado Mayor de la Defensa.

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No en vano, el país regido por Mohamed VI no se amilanó por la presión diplomática o por la posibilidad de una respuesta militar, de modo que dos días después sustituyó a la docena de marinos originales por un destacamento de Infantería de Marina pensando en levantar estructuras fijas en el islote. España reforzó su presencia en la zona con, entre otras, la fragata F-101 Álvaro de Bazán y un submarino.

Una operación por tierra, aire y mar

El Gobierno exigió que las tropas marroquíes se retiraran de la isla antes de las 02:00 de la madrugada (hora de Marruecos) del día siguiente, ultimátum que expiró sin novedad en el Peñón y dio paso a la operación ‘Romeo-Sierra’. Tras recabar toda la información necesaria, se desplegaron cazabombarderos F-18 y los Mirage F-1 armados con misiles aire-aire para cubrir el espacio aéreo.

Una flotilla de cuatro helicópteros Eurocopter Cougar con miembros de los boinas verdes y dos UH-1H artillados para cubrir su avance condujeron la operación, que fue coordinada desde el buque de asalto Castilla (L-52), que permaneció inmóvil en el estrecho junto a otros barcos a modo de guardianes. En total, los miembros elegidos de los GOE (Grupo de Operaciones Especiales) del Ejército de Tierra fueron 24, más otros cuatro de infantería de Marina.

Viendo la posibilidad de desastre, una corbeta española puso proa hacia la patrullera, obligando a su tripulación a cambiar el rumbo y a desviar su línea de tiro

La mayor preocupación española era la presencia de una patrullera marroquí, la única unidad con la que se podía derribar un helicóptero con su cañón de 20 mm, a unas 700 yardas al norte de Perejil. El barco descubrió a la flotilla de helicópteros en plena misión y enfocó a uno de los aparatos con un halo de luz. España carecía de Eurocopter EC665 Tigre, que entraron al año siguiente en servicio, o de otros helicópteros de combate capaces de defenderse de un ataque de ese tipo. Aquel momento fue crítico.

Viendo la posibilidad de desastre, una corbeta española puso proa hacia la patrullera, obligando a su tripulación a cambiar el rumbo y a desviar su línea de tiro. No obstante, cuando el buque había avisado a su base de Tánger de la irrupción de los helicópteros españoles no recibió instrucción alguna ni destapó su artillería. No estaba autorizada a disparar. Se interpreta que los servicios de inteligencia españoles lograron anular las comunicaciones y evitar que Rabat diera paso a medidas de caracter ofensivo.

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Los helicópteros de desembarco y apoyo llegaron a las 6:17 horas al islote, cuando el mando español consideraba que los centinelas estarían dormidos o cansados de hacer guardia. Uno de los helicópteros HU-10 del Ejército de Tierra (ET) actuó como «señuelo» lanzando mensajes en francés y en árabe en los que se conminaba a los ocupantes de la isla a abandonarla. Tanto escándalo estaba pensado de antemano con el fin de que ningún soldado marroquí fuera sorprendido y pudiera reaccionar de manera inesperaba. El objetivo prioritario era cero bajas.

Al no obtener respuesta, miembros del Mando de Operaciones Especiales asaltaron la isla a bordo de los helicópteros Cougar. Descartado el descenso por cuerda rápida debido a que los aparatos no estaban equipados para ello, los soldados saltaron a tierra desde las aeronaves, encañonaron al primer grupo de infantes marroquíes situados en la parte oriental de la isla y los redujeron sin dificultad. Parte de la escuadrilla siguió su vuelo hasta la parte más occidental y elevada del islote, donde dormía el grueso de los soldados. Allí desembarcaron el resto de los soldados.

El momento más delicado

Desde que salieran de su base, los helicópteros tuvieron graves problemas con el fuerte viento de la zona. Un golpe de costado zarandeó a uno de los helicópteros cuando estaba tomando tierra e hizo que un aspa chocara contra el suelo; no obstante, el experimentado piloto, en medio de las chipas y el posible desastre, logró enderezar la aeronave y evitar el siniestro. Uno de los asaltantes se golpeó la rodilla al saltar varios metros con el pesado equipo encima, la primera y única baja de la crisis. A los infantes marroquíes se les incautó dos subfusiles Heckler & Koch MP5 y cuatro fusiles de asalto Kalashnikov.

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En menos de diez minutos la posición estaba tomada y consolidada, aunque los soldados españoles aún continuaron con el reconocimiento del resto del islote por si hubiera marroquíes sin localizar. ABC tituló al día siguiente con el éxito de la operación: «El Ejército recupera el islote Perejil mientras el Gobierno reitera su voluntad de diálogo con Marruecos».

Nuevos helicópteros trajeron al día siguiente, entre otras cosas, una bandera española que un soldado clavó en tierra (la escena fue fotografiada desde Marruecos por un fotógrafo británico). Los militares marroquíes fueron tratados como inmigrantes ilegales y entregados a la Guardia Civil, que procedió a devolverlos a Marruecos. La custodia del islote quedó en manos de 75 legionarios procedentes de Ceuta y de patrulleras de la Guardia Civil, que impidieron que descendieran a tierra algunos barcos marroquíes que trataban de llegar a la isla de manera particular. Estos miembros de la Legión permanecieron en el islote hasta que Marruecos, por mediación de los Estados Unidos, acordó el retorno al status quo (de facto, un territorio en litigio).

El desalojo de los militares marroquíes recibió en el Congreso el respaldo de PP, PSOE, CiU, Coalición Canaria y Partido Andalucista, y el rechazo de Izquierda Unida y PNV. El secretario general del PSOE, José Luis Rodríguez Zapatero, aseguró que su partido será «plenamente responsable» en la crisis con Marruecos y tras ofrecer al Gobierno su «apoyo, comprensión y solidaridad», exigió a cambio información y una gestión de este problema «con serenidad y calma». También el portavoz de CiU, Xavier Trias, expresó su apoyo a la intervención armada en la isla de Perejil, «resultado de una provocación de Marruecos, que era una situación de hechos consumados que no se puede admitir». Sin embargo, para el portavoz de Izquierda Unida, Felipe Alcaraz, «las cosas se pueden complicar, ya que en la guerra, como en el comer y el rascar, todo es empezar». El representante del PNV, Pedro María Azpiazu, consideró «innecesaria» la intervención militar, al haber «apoyos internacionales importantes» para profundizar en la vía diplomática y en el diálogo.

A la vista de lo desproporcionado de la operación militar y los riesgos que se asumieron, hoy en día se analiza aquella acción más como una advertencia implícita a Marruecos con respecto a sus reclamaciones sobre Ceuta y Melilla que como una vía rápida de solucionar la crisis, que todavía siguió coleando. Desde entonces, el país vecino no ha dejado de modernizar sus fuerzas armadas y acortar la distancia militar con respecto a España.