Luis del Val: “Cuesta imaginarme a mi nieta de 16 años caminando en solitario hacia un hospital para abortar»

De las cinco nietas que han venido a recordarnos a mi mujer y a mí, que la vida no es un misterio, sino un continuado prodigio, la mayor tiene 16 años. Y me cuesta mucho imaginármela, caminando en solitario hacia un hospital para que le practiquen un aborto, sin haber hablado antes con su padre, que es mi yerno, sin haber tenido una larga conversación de las que mantiene con su madre, que es mi hija. Y todavía me cuesta más imaginarme que un médico, sin hablar con la niña de 16 años, siendo consciente de que sus padres no saben nada, le practique un aborto. Y no por el viejo argumento de que es raro que alguien estudie Medicina con la vocación de practicar abortos, sino porque el doctor, la doctora, han tenido 16 años, y puede que tengan una hija de la misma edad que mi nieta.

Sé que es una intervención sencilla, pero hasta la extracción de una muela tiene riesgos. Si, a consecuencia de la intervención, aparece una infección del tracto genital, una laceración del útero, una trombosis o una esterilidad ¿quién se lo comunicará a los padres? ¿El médico que ha practicado el aborto? ¿Los ayudantes? ¿La ministra de Igualdad?

Por cierto, los médicos pueden acogerse a la objeción de conciencia, pero da la impresión de que los graduados en enfermería, los ayudantes técnicos sanitarios, que deben colaborar en el aborto, no tienen derecho a conciencia. Los colegios de médicos ya han manifestado su defensa de la objeción de conciencia, pero en las secciones sindicales parece que admiten que todos los enfermeros son entusiastas del aborto o que no tienen conciencia para objetar nada.

En su artículo de hoy, en El Mundo, Santiago González cita esta frase de la ministra de Igualdad, llena de finura intelectual: “Felipe, no serás Rey, que vienen nuestros recortes y serán con guillotina”. Felipe VI es Rey, y la de la guillotina ha decidido que la empleen los médicos con los abortos de las menores de edad. Mejor así: ella lucía una pulsera de tela verde, símbolo de las entusiastas del aborto. Siendo ministra, gracias a la designación de su novio o compañero, me parece prudente ceder la guillotina a los médicos, porque de esa manera nunca se le manchará esa pulsera con una sola gota de sangre de una menor de edad.