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Los economistas estiman que la guerra recortará el crecimiento en dos puntos sobre la previsión del Gobierno

El impacto que la invasión de Rusia a Ucrania tendrá en la economía mundial, europea y española aún es muy difícil de prever. Dependerá de la duración y escalada del conflicto que empezó hace menos de dos semanas. Además, la prohibición de este martes de Estados Unidos de importar gas, petróleo y carbón desde Rusia comprometerá aún más a la Unión Europea, con una dependencia de la energía rusa mucho mayor que la de EEUU.

Por ahora, está claro que España se verá afectada en el plano energético -en 2019 el 11% de nuestras importaciones de petróleo llegaban de Rusia, y el 6% del gas-, así como en el de las materias primas. «De Ucrania provienen el 38% de las importaciones españolas de maíz, la cuarta parte de la cebada y dos tercios del aceite de girasol, además de un 10% del trigo», recuerda Enrique Feás, investigador principal del Real Instituto Elcano. También importa fertilizantes de Rusia, oro, diamantes, paladio, platino, titanio o hierro, productos industriales, y recibe turistas rusos.

Pero donde no hay duda que la guerra golpeará al día a día de los españoles es en el índice de precios al consumo. Si la inflación ya se ha visto sumamente afectada a lo largo de los últimos meses por el encarecimiento de la energía -los precios no han parado de subir en todo 2021, hasta llegar al 7,4% en febrero, cifra no vista desde 1989-, el aumento del petróleo y el gas provocará precios aún más altos. Rompiendo los pronósticos macro realizados hasta ahora.

Los economistas que en este contexto tan volátil se atreven a hacer predicciones apuntan que el conflicto restará entre medio y un punto porcentual al crecimiento del PIB español que tenían previsto. «Si el petróleo se mantiene en el precio actual el resto del año -es decir, en unos 90 euros el barril de Brent, su máximo desde 2014- el crecimiento se ralentizará posiblemente entre medio y un punto de PIB sobre nuestras previsiones», vaticina el director del Instituto de Estudios Económicos, Gregorio Izquierdo.

El Instituto de Estudios Económicos pronosticaba en diciembre que España crecería este 2022 un 5,2%, por lo que con el panorama actual el PIB crecería entre un 4,7% y un 4,2%, según sus cálculos. Sobre todo, este retraso en el crecimiento estaría condicionado por la mayor inflación y por el retraso en la ejecución de los fondos europeos. «Estaban pensados para un ritmo de ejecución muy fuerte que ahora no está garantizado», asegura.

Así, con los datos del IEE el avance del PIB real quedaría como mínimo dos puntos por debajo del que ahora estima el Gobierno, que sigue manteniendo que España crecerá un 7% este 2022. El año pasado lo hizo un 5%, y en 2020 retrocedió un 10,8%. La guerra ralentizaría de esta manera el proceso de normalización económico, la vuelta al PIB prepandemia, pero aún así se trataría de un crecimiento vigoroso.

Las grandes instituciones internacionales y nacionales que suelen llevar a cabo análisis macroeconómicos, como la OCDE, el FMI, la Comisión Europea o el Banco de España no han actualizado sus previsiones desde que Rusia invadió Ucrania. Tampoco lo han hecho servicios de análisis como Funcas, Fedea, BBVA Research o Caixabank Research. Por supuesto, el Gobierno tampoco ha tocado su cuadro macro, aunque Calviño sí ha reconocido que el aumento de los precios de la energía afectará a la economía española.

En la misma línea se han manifestado otros economistas consultados por este medio, asegurando que el impacto de la guerra en la economía española es aún imposible de prever, puesto que se desconoce cuánto se prolongará el conflicto. Por eso, han preferido no hacer comentarios hasta no contar con más visibilidad.

Pero el Consejo General de Economistas (CGE) sí recortó la semana pasada su previsión de crecimiento de la economía española para 2022 en cuatro décimas, pasando del 5,6%-5,8% que estimaba anteriormente hasta el 5,2%-5,4%. Sobre todo, claro, por el conflicto bélico provocado por la invasión de Ucrania por parte de Rusia. Esto provocará, argumentaron, un fuerte impacto en el precio de la energía por la gran dependencia de Europa de la energía rusa, tanto del petróleo, gas, o metales preciosos e industriales, así como de otras materas primas.

Preguntado al respecto por este medio, el presidente del CGE, Valentín Pich, es cauteloso. «Esto es más gordo de lo que parece y no tiene una solución fácil», augura. Recuerda que preocupa, sobre todo, la inflación y el efecto que el conflicto pueda tener en el turismo, pero también multitud de derivadas de estos factores. Por ejemplo, la subida de salarios que los sindicatos exigen ante la alta inflación, y que puede provocar una espiral de subidas de precios en bucle. Pero, al mismo tiempo, pedir a las personas que esperen para aumentar sus sueldos afectará a su economía doméstica y al consumo.

«El Gobierno tiene que ver qué hace para aliviar y no complicar la vida de las personas, sobre todo de las personas que tienen sueldos muy limitados, y no sé si es lo suficientemente consciente de esto», reflexiona. Además, el Ejecutivo deberá tomar decisiones sobre cómo se forman los precios energéticos, y también necesitará hacer ajustes en sus cuentas si el conflicto retrasa aún más la llegada de los fondos europeos para la recuperación.