Moncloa instiga contra Casado con sondeos de valoración de Ayuso y Feijóo

Moncloa quiere moverle el tablero en la medida de lo posible a Pablo Casado. Manejan encuestas que apuntan a un estancamiento del PP y del centro derecha, aunque esto no coincida con la opinión demoscópica publicada hasta ahora. También en la dirección popular consta que hay esos estudios en circulación que les colocan en posición de supuesto estancamiento. La demoscopia es una radiografía del momento, pero, asimismo, un arma política más con la que crear estados de ánimo a favor del que la dirige, y desde Moncloa están empezando a «animar» a sus satélites más próximos para que barajen la posibilidad de que en próximos sondeos se incluya el apartado de valoración de líderes políticos en general. No sólo del Gobierno y líderes nacionales de los partidos, como es tradición. El objetivo de este deseo socialista es poner en circulación y dar aire a los nombres que suenan como alternativa a Casado, como el de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso; el del presidente de Galicia, Alberto Núñez Feijóo; o el del presidente de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno. Con la previsión de que salgan mejor valorados que el actual jefe de la oposición y desestabilizar así su liderazgo.

Como maniobra política habría que ver su recorrido, pero en la práctica, en clave orgánica, no tiene consecuencia alguna porque no hay en estos momentos ninguna palanca que mueva a Casado de su puesto como candidato del PP a las próximas elecciones generales. De la misma manera que si pierde esas elecciones, tampoco hay palanca que le pueda mantener en la Presidencia del PP por mucho que desde Génova hayan movilizado sus fuerzas, como hace toda dirección nacional, para tener lo más controlado posible al partido por si vienen curvas.

Estos movimientos socialistas para desestabilizar al jefe de la oposición han extendido sus tentáculos fuera de Moncloa, y más allá de lo que puede ser el ámbito estricto de decisión del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) bajo el mando del socialista Félix Tezanos.

Mientras, la Convención Nacional del PP avanza y hoy llega a un día clave. Tanto, que puede decirse que en el partido algunos han descansado menos esta noche a la espera de conocer el discurso del ex presidente del Gobierno José María Aznar. El formato elegido para su participación en estas jornadas es el que más puede contener posiblemente los daños colaterales, y es el mismo que el utilizado con Rajoy, aunque a este último le tienen menos respeto dentro de su formación. En el caso de Aznar, preocupa que rompa con el guion oficial bajo el que discurre esta Convención itinerante antes de la mascletá de Valencia. «Estará favoreciendo a Vox», comentan internamente. Pero, también cabe decir que si Aznar se sale de la música que todos dentro del PP saben que toca en estos momentos bailar, al menos no estropeará el acto cumbre del cónclave, que son las jornadas de Valencia donde no estarán ninguno de los ex presidentes con la excusa de que sólo participan líderes políticos en activo.

Desde hace meses en el PP sienten a Aznar más cerca de la figura de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, que del líder popular. Aznar dará hoy su apoyo a Casado, pero sus palabras se medirán con lupa para ver si incluyen pellizcos a la actual dirección del partido. Esto se convirtió en un hábito en la etapa de Mariano Rajoy en el Gobierno, pero, en este caso, el problema de Aznar es más con el equipo que rodea a Casado que con el presidente nacional. Y tiene más justificación en motivos personales, de egos no convenientemente atendidos, que de proyecto político.

Aznar, igual que le ocurre a Ayuso, tiene en sus manos la capacidad de descolocar la Convención, e incluso de arruinar los planes de la actual cúpula si su salida de tono fuese desmesurada. De Aznar preocupa su discurso. De Ayuso, que pueda atraer todos los focos durante su estancia en Valencia.

La Convención es la activación de una plataforma de proyección de la alternativa que representa Casado, pero no la puesta en limpio de un nuevo proyecto de gobierno, que, de aquí a dos años, que es cuando se esperan las elecciones, tendrán que ir ajustando en el partido. Es un acto de movilización interna, de «venta» territorial de las siglas y de proyección de Casado. Aunque en el PP sí advierten de que el mensaje del líder debe tener la capacidad de resultar creíble y atrayente para todo el centro derecha, yendo más allá de esos pilares básicos que ya fijó en el Congreso Nacional de los populares en el que fue elegido sucesor de Rajoy.