Nadal se crece ante un valiente Schwartzman para alcanzar las semifinales

Y seguirán pasando los años, las estaciones y los rivales y Rafael Nadal seguirá dando estas lecciones de compromiso, entereza y virtuosismo cuando las cosas vienen mal dadas que no se pueden inmortalizar en una estatua. Las disfrutan los espectadores, las sufren los rivales, torturados en esta Philippe Chatrier por mucho que tengan tenis y valentía. Cuando es Nadal, a pesar de tenerlo todo, es imposible. Así pasa el balear a las semifinales, en el partido más complicado de cuantos ha tenido este año, después de revolverse ante las exigentes condiciones que le impuso Diego Schwartzman para confirmar que, a pesar de todo, con Nadal es imposible. (6-4, 4-6, 6-4 y 6-0 en dos horas y 44 minutos).

Recuperó Roland Garros el calor, el color, los ‘oh’, los olés, los aplausos, la vida, encantado el público porque se abrieron un poco las puertas del tenis, 5.000 espectadores. También los jugadores lo notan, agradecidos por los apoyos, porque la Philippe Chatrier ofreció indistintamente, y casi en igualdad, ánimos para el español y para el argentino. Había ganas de tenis. Y fue del bueno entre un Nadal exigido y un Schwartzman exigente, valiente como ninguno en estas pistas y ante este rival. Pero a veces, ni siquiera el mejor tenis es suficiente, ni siquiera la mejor cabeza. Porque el balear tiene todo lo que tiene el rival y un poco más. Por eso es su figura la inmortalizada en la entrada. Por eso son 105 victorias, 13 títulos, disparado el nivel ya a dos pasos del catorce.

En la pista, ese albero a más de 30 grados en este París primaveral ya casi veraniego, Schwartzman apretaba, pero se escurrió Nadal en el partido como lo hio en el primer set. El español se había visto algo agarrotado, irregular con un revés que no acababa de funcionar del todo y con algún problema cuando trataba de variar ritmos o alturas. Eso sí, la derecha funcionaba y fue la que comandó la vuelta a la ‘normalidad’ en ese primer set cuando perdió su servicio, con dos errores y una doble falta, después de haberse puesto por delante porque el argentino tampoco había entrado al partido en todo su esplendor.

Si la Chatrier había sido testigo de un choque de tenis moderno duro y de balazos entre Tsitsipas y Medvedev en el último partido sin público nocturno en la víspera, presenció en la sobremesa del miércoles uno de esos encuentros del ‘viejo tenis’, sin apenas alcanzar en casi ningún tiro los 200 kilómetros por hora, imponiéndose en ambas bandas la muñeca fina, el efecto mordaz, el ángulo preciso, sin olvidar, de vez en cuando, la potencia cuando el punto ya estaba en su punto, valga la redundancia.

De tan bien que se conocen uno y otros, hubo paciencia en ambos lados. Amenazantes ambas raquetas y también algo menos ajustadas que en choques anteriores. En un primer parcial de 45 minutos, doce errores cometió el argentino, nueve el español, que aumentó la cuenta al inicio del segundo, en un arreón del rival que lo impulsó al 3-0.

Este ‘tenis de toque’ fue a rachas, aliviado el balear porque también el argentino sumaba fallos, del 3-0 al 3-3. Salvo altura, y lo camufla con otras mil virtudes, tiene Schwartzman todo el tenis para ganar incluso a Nadal, rota la racha de derrotas (10-1) en Roma 2020, y tiene algo más que los tenistas de la nueva hornada pagarían por tener: valentía, confianza, convicción, no le dan miedo las alturas. No es un Sinner al que se le escapa el primer set ante el español con su servicio, no es un Medvedev al que la desconexión mental puede durarle juegos y sets enteros. Es un tenista con una mentalidad ganadora, siempre, ante cualquier rival.

Escondía los segundos saques, variaba alturas, obligaba a Nadal a utilizar el recurso de los golpes altísimos para llevarlo hacia atrás, pero en lugar de eso se lanzaba hacia delante. En el alambre, a pesar de sufrir con su servicio en un par de ocasiones, salió cara. Acorraló a Nadal, 5-4 y bola de set a la hora y media de juego, al resto; el ‘¡Diego, Diego, Diego!’ volvió a encenderse, y una caña del balear redobló los ánimos argentinos. 6-4 en 49 minutos, rota la racha del 3 del mundo en sets consecutivos en Roland Garros, que se queda en 36 y sigue Björn Borg imbatido con 41.

Sufría Nadal, descerrajado al aire un ‘Vamos’ cuando el globo defensivo de Schwartzman se fue por milímetros con 0-1 y 15-30. Puño al viento cuando el resto del argentino se quedó en la red. 1-1. Un mundo por delante todavía y ante un Schwartzman que no desfallecía. Hacía tiempo que no se veía tan presionado al balear. Más puños que nunca y mono de trabajo, aferrado a esa capacidad que solo él tiene para aguantar el chaparrón. Lo tiene todo, como decíamos, el argentino. Y aún así, no le da para el reto de Nadal. Ese escalón de privilegio que ocupa el balear y que, en París, consigue imponer para hallar el resquicio que le devuelva el aire: break y juego en blanco con su saque para respirar con el tercer set a su favor.

Cuando se obliga a Nadal a dar ese punto de más porque se le sube la exigencia, lo más normal es que, si no se ha conseguido el premio después del desgaste, acabe por meterse en la cabeza del rival que, a pesar de todo, es imposible. Porque, además, subido el nivel, el balear ya no lo suele bajarlo, y desde ahí, uno subido, otro minado, el cuarto set discurrió ya sin contratiempos para el 3 del mundo. Break para empezar, raqueta rota de Schwartzman, break para continuar, y a seguir la racha porque, con esta, es la quinta semifinal consecutiva en Roland Garros, decimocuarta en total, la victoria número 105 y la antesala de que, a pesar de buen tenis, mano fina, velocidad, potencia, inteligencia y valentía, Nadal todavía puede ser mejor en la Philippe Chatrier.

«Diego es un jugador increíble, me lo ha hecho muy difícil hoy. Es increíble estar de nuevo en semifinales. Es el torneo más importante de mi carrera, y estoy muy contento por esta victoria en un partido muy difícil. He empezado mal el segundo set, y me ha costado volver. He tenido un set muy complejo. Ya sabía que era un partido difícil, es un jugador increíble, y sabía que tenía que ser agresivo y estoy contento de haberlo sido», analizó después.