Octavo Mandamiento: No darás Falso Testimonio ni Mentirás

Toda persona está llamada a la sinceridad y a la veracidad en el hacer y en el hablar. Cada uno tiene el deber de buscar la verdad y adherirse a ella, ordenando la propia vida según las exigencias de la verdad. En Jesús de Nazareth, el Hijo de Dios, la verdad de Dios se ha manifestado integramente: Él es la Verdad. Quien le sigue vive en el Espíritu de la verdad, y rechaza la doblez, la simulación y la hipocresía.

Todo el mundo lo hace, si no, es que eres un pardillo. Es una excusa que quiere justificar un comportamiento injusto y peligroso porque hace perder la credibilidad de quien, habitualmente, no dice la verdad. Un cristiano está llamado a ser una persona íntegra y veraz.

El cristiano debe dar testimonio de la verdad evangélica en todos los campos de su actividad pública y privada; incluso con el sacrificio, si es necesario, de la propia vida. El martirio es el testimonio supremo de la verdad de la fe.

El octavo mandamiento prohibe:

  1. El falso testimonio, el perjurio y la mentira, cuya gravedad se mide según la naturaleza  de la verdad que deforma, de las circunstancias, de las intenciones del mentiroso y de los daños ocasionados a las víctimas.
  2. El juicio temerario, la maledicencia, la difamación y la calumnia, que perjudican  o destruyen la buena reputación y el honor, a los que tiene derecho toda persona.
  3.  El halago, la adulación o la complacencia, sobre todo si están orientados a pecar gravemente o para lograr ventajas ilícitas.

Una culpa cometida contra la verdad debe ser reparada, si ha causado daño a otro.

El octavo mandamiento exige el respeto a la verdad, acompañado de la discreción de la caridad: en la comunicación y en la información, que debe valorar el bien personal y común, la defensa de la vida privada y el peligro del escándalo; en la reserva de los secretos  profesionales que han de ser siempre guardados, salvo en casos excepcionales y por motivos graves y proporcionados. También se requiere el respeto a  las confidencias hechas bajo la exigencia de secreto.

Debemos examinar si siempre hablamos bien de los demás o somos vehiculos de chismes que nos cuentan otros o que hemos leído y luego pueden resultan falsos. Hablar bien de los demás, si no, lo mejor es callar.

La información a través de los medios de comunicación social debe estar al servicio del bien común, y debe ser siempre veraz en su contenido e íntegra, salvando la justicia y la caridad. Debe también expresarse de manera honesta y conveniente, respetando escrupulosamente las leyes morales, los legítimos derechos y  la dignidad de las personas.

¡Cuidado en convertirnos, gracias a las nuevas tecnologías en propagadores de injustas y maliciosas «verdades» que luego suelen ser falsas!

La verdad es bella por si misma. Supone el esplendor de la belleza espiritual. Existen, mas allá de la palabra, numerosas formas de expresión de la verdad, en particular en las obras de arte. Son fruto de un talento donado por Diosy del esfuerzo del hombre. El arte sacro, para ser bello y verdadero, debe evocar y glorificar el Misterio del Dios manifestado en Jesús de Nazareth su Hijo, y llevar a la adoración y al amor de Dios Creador y Salvador, excelsa Belleza de Verdad y Amor.