Valores Familiares XIV: FORTALEZA PARA ACOMETER

Ahora consideramos la segunda parte de la fortaleza: acometer. Se ha descrito así: “persona que se entrega con valentía para influir positivamente y para emprender grandes empresas venciendo las dificultades”.

Para poder atacar, para emprender alguna acción que suponga un esfuerzo prolongado, hace falta fuerza física y fuerza moral. Por eso, el deporte está tan vinculado con la fortaleza. Dominar la fatiga, el cansancio, la flaqueza es lo propio de todo deporte. Por esto es conveniente recomendar la práctica de cualquier tipo de actividad deportiva. Además, sirve para contrarrestar el ambiente hedonista y de placer existente.

Y caben otras actividades: levantarse a hora fija sin vacilar, ducha fría, ir andado al Colegio, al Instituto o a la Universidad. También se puede considerar conveniente a soportar las inclemencias del tiempo sin quejas, dejar que salgan los hijos aunque haga frio… Todo está en función de la educación de la fortaleza, de la firmeza en el obrar.

ACOMETER UN BIEN

Veamos, ahora, algunos aspectos relacionados con “acometer”. En primer lugar, lo que implica alcanzar un bien arduo o difícil. Para alcanzar un bien, sea rebatir un mal o desarrollar algo en sí positivo, se necesita tener iniciativa, decidir y llevar a cabo lo decidido, aunque cueste.

Ahora bien, para captar las posibilidadesreales” de una situación se necesita tener iniciativa. Esto no ocurrirá si la persona es indiferente. El momento de crear iniciativas, de imaginar lo que podría ser mejor, “sin soñar”, requiere tener una actitud hacia la vida que los padres deben estimular en sus hijos desde pequeños. No se trata de resolverles los problemas, que debería resolver ellos por su cuenta, ni tampoco de descubrirles los problemas: los hijos deberían darse cuenta de la situación. En todo caso, sería insinuar que existe un problema que convendría que ellos mismos descubrieran y resolvieran.

Por ejemplo, si pierden con frecuencia el autobús que les lleva al colegio, los padres se pueden ocupar de despertarles, llevarles a la parada y meterles en el autobús. Sin embargo, esta actitud de los padres no les ayuda a tener iniciativa y resolver el problema. Pueden decirles: ¿Por qué no pensáis en cómo organizaros de forma que lleguéis a tiempo? Y luego preguntarles para estar seguros de si han encontrado la solución correcta.

Ha de haber una motivación adecuada. Los hijos tienen que ver el esfuerzo que van a realizar como algo necesario y conveniente. Pero debe ser, no sólo una aceptación por parte de la razón sino que, además, tienen que sentirlo con hondura. Y, como hace falta fuerza interior para superar las dificultades, es lícita la ira. El fuerte suele usar la ira como instrumento para su acto de fortaleza al atacar; no cualquier ira, sino aquella que está controlada por la razón. Por otra parte, habrá que gobernar la osadía para lo que se hace se haga con prudencia, sin gastar esfuerzos personales inútilmente.

En el camino de la fortaleza aparecen un gran número de obstáculos y dificultades que hay que superar con valentía. Se necesita decisión para emprender el camino cueste lo que cueste, mucho valor para no asustarse, mucho coraje para atacar y vencer, mucha constancia y aguante hasta llevar el esfuerzo hasta el fin sin abandonar las armas en el combate. Esta firmeza y energía la proporciona el valor de la fortaleza.

RECONOCER Y ELOGIAR

A todos nos gusta que nos reconozcan y elogien por lo que hacemos bien y si es posible por lo que somos. Porque a veces no podemos hacer mucho y sin embargo somos los mismos, con las mismas potencialidades y hasta con los mismos anhelos.

Desde el niño más pequeño hasta el anciano más longevo no hay gran diferencia en lo esencial. Quieren todos que les escuchen, les tengan en cuenta y por supuesto, les reconozcan explícitamente lo que hacen bien y se lo aplaudan más o menos sonoramente. Esa pizca de vanidad, que nos hace a veces tan frágiles, está normalmente adosada al sincero deseo de ser tenidos en cuenta y a no ser nunca mal o sub interpretados.

Tomás de Aquino escribe a propósito de esta materia: “Elogiar a los demás en público por todo lo que hacen bien es un acto de justicia”. Las razones de esta deseable conducta hay que buscarlas en la necesidad de mantener el orden de la sociedad, estimular el buen desarrollo de las relaciones humanas y mostrar a los menos perfectos el comportamiento más perfecto.

Vienen a cuento las anteriores consideraciones a propósito de la necesidad de alentar, motivar y estimular a los hijos cuando se esfuerzan por cumplir con su deber: estudiar para alcanzar el máximo nivel de excelencia. Del mismo modo, reconocer y elogiar al profesor, cuando este no lo merece es hipocresía, pero cuando sí lo merece, es signo también de justicia, aunque muchos, por una deformación sospechosa, dirán que es oportunismo, chaqueteo o un modo de soborno. Sin embargo, en recta moral, es un acto de justicia que contribuye al perfeccionamiento de la persona y que redundará en bien de la empresa educativa. Y otro tanto habrá que decir, cuando el elogio proviene del profesor hacia el alumno. ¡Qué cosa más justa y ciertamente provechosa para levantar el ánimo, que el profesor reconozca públicamente el buen hacer de sus alumnos y de sus padres? Es increíble la complacencia que produce al beneficiado un reconocimiento y un elogio delante de sus compañeros o ante desconocidos.

En la tarea cotidiana de educar, el reconocimiento y el elogio no deben ser consideradas como tareas menores, si nos atenemos a las más elementales observaciones de la psicología de la persona. A nadie le disgusta que le aprecien, que le reconozcan, que le demuestren admiración y afecto. Con seguridad que muchos tipos de depresiones y de stress, hoy tan comunes, podrían superarse con el simple ejercicio de una palabra o un gesto que lleve al reconocimiento y al elogio de quienes trabajan junto a nosotros.

ALGUNOS PROBLEMAS PARA EDUCAR EN LA FORTALEZA

Es bastante corriente que los padres de familia exijan a sus hijos esforzarse en realizar una serie de actividades. Sin embargo, existen algunas áreas prioritarias que muchas veces escapan a la atención de los padres.

1.- Destacar la conveniencia de ayudar a los hijos no sólo para que hagan, con esfuerzo, lo que deben hacer sino, también, para que aprendan a resistir.

2.- Estimular a los hijos para que, por propia iniciativa, emprendan caminos de mejora que supongan un esfuerzo continuado.

3.- Mostrarles algunas acciones que realmente valen la pena y que les sirvan para darse cuenta de la importancia que tienen.

4.- Enseñarles a adoptar una postura, a aceptar unos criterios, a ser capaces de vivir lo que piensan y lo que dicen. Es decir, enseñarles a ser coherentes.

5.- Los padres no deben olvidarse de la necesidad de su propia superación personal, como ejemplo para los hijos, y por su propio bien.

Como se dijo, el valor de la fortaleza tiene una importancia notable para los adolescentes. Cuando empiezan a tomar sus propias decisiones pueden caer en la indiferencia, rechazando las opiniones y postura de sus padres, pero sin ser capaces de llegar más allá del rechazo. Así, cualquier persona con intención les pueden mover, porque no son fuertes. Además, sino tienen bien desarrollados los hábitos relacionados con la fortaleza, aunque quieran mejorar, serán incapaz de superar las dificultades. Su fuerza interior ha de estar basada en la vida pasada.

Si los adolescentes son fuertes, es el momento de su vida en que tienen más posibilidades de ser generosos, de ser justos, etc., porque están dotados por naturaleza de un fuerte idealismo. Es el momento “de conquistar” el mundo, o mejor dicho, de conquistar “su” mundo.

El desarrollo de la fortaleza sirve de apoyo a todos los demás valores. En un mundo lleno de influencias externas a la familia – la mayoría perjudiciales para la mejora de nuestros hijos- la única manera de asegurarnos de que los hijos sobrevivan como seres humanos, es llenarles de fuerza interior, de modo que sepan reconocer sus posibilidades y la situación que les rodea para resistir y acometer, haciendo de sus vidas algo noble y valioso.

EDUCACIÓN DE LA FORTALEZA

* Razono con los hijos con el fin de que vayan descubriendo lo que significa el bien de cada cosa.

(Si un joven tiene mucha voluntad pero no sabe lo que es bueno, puede terminar haciendo el mal con gran eficacia).

* Busco o creo situaciones en que los chicos pueden entusiasmarse con algo que vale la pena.

(La educación de la fortaleza precisa iniciativa por parte de los educadores con el fin de ofrecer actividades en que los chicos se puedan entusiasmar. Muchas veces serán actividades que se hacen a favor de los demás)

* Intento que los chicos superen sus propias dificultades o problemas.

(Una tendencia es no querer que los chicos sufran, por eso los educadores les sustituyen e impiden que los chicos asuman la responsabilidad de su vida).

* Animo a los pequeños para que resistan diversos tipos de dificultades.

(No parar de correr porque no van a ganar la carrera, llegar a la cima del monte a pesar del calor, no darles agua si tienen un poco de sed).

15.- Logro que los pequeños se enfrenten con las cosas que les dan miedo.

(Ejemplos, miedo: a la oscuridad, a estar solo, a sus compañeros…)

* Organizo actividades que suponen algún esfuerzo físico a los chicos.

Ejemplos: salidas al campo, juegos organizados, colaborar en los trabajos de casa)

* Exijo a los chicos en las reglas establecidas con regularidad para que desarrollen su voluntad.

(Consecuencia de repetir actos es más fácil cumplirlos, así es más fácil que los chicos dediquen su esfuerzo en cosas de más importancia).

* Busco maneras para que los jóvenes tengan iniciativas, y se entusiasmen con algún proyecto y para que realicen las acciones hasta acabarlo.

(No se puede pedir a los educadores que hagan esta acción cada día. Pero, para desarrollar los chicos la fortaleza, habrá que hacerlo con frecuencia)

* Ayudo a los jóvenes a tomar una postura respecto a temas importantes en la vida y a defender su opinión con sus compañeros aunque muchos discrepen.

(No sólo se trata de tener criterio, sino también de influir sobre los demás).

* Les ayudo a decir que “sí” y a decir que “no” con valentía.

(La presión del ambiente y compañeros es muy fuerte y hace falta ayudar a los jóvenes a tener esta firmeza desde muy pronto)

Departamento Orientación Familiar (DOFA)

Nota: Para la elaboración de este artículo se han consultado las siguientes fuentes:

La educación de las virtudes humanas” Autor: David Isaacs. Editorial EUNSA

Enciclopedia RIALP. Universidad de Navarra.

Reconocer y elogiar” Autor: Jesús Ginés Ortega