Valores familiares XIII: Fortaleza para resistir

Como hemos señalado en el artículo anterior, la fortaleza tiene dos caras: resistir y acometer. La primera: resistir las influencias nocivasy “soportar las molestia”.

En la vida vemos que hay que resistir ciertas molestias: unas para nuestro bien físico, otras, que si no las resistimos perjudican nuestra mejora personal. Y, está claro que resistir las “influencias nocivas” requiera de mayor esfuerzo. Así, atender a alguien que nos cansa su conversación, pero sabiendo que esa persona necesita hablar con alguien, hace más fácil resistir la molestia.

Vemos, por tanto, que conviene reflexionar sobre el modo de ayudar a nuestros hijos para que adquieran la fuerza y el poder que necesitan para enfrentarse con las dificultades, problemas y penas que, inevitablemente, aparecerán en su vida. Es ponerles en camino, desde pequeños, para que vengan a ser hombres de una pieza, para que emprendan, con valentía y arrojo, la tarea de contribuir a la mejora de la sociedad de la que deben sentirse responsables.

Por ello, la educación de la fortaleza ha de comenzar con los niños pequeños. Nos serviremos de algunos casos que muy bien pueden servir a los padres como pautas de conducta.

QUÉ SIGNIFICA “RESISTIR” PARA LOS NIÑOS

La principal dificultad en relación con la resistencia a las influencias nocivas en los niños, es que ellos tienen la tendencia a vivir el presente. Veamos algunos ejemplos:

* Resistir el dolor. Que el niño sepa que la intervención médica que va sufrir es favorable, no es suficiente motivo para que acepte que le curen y, por eso, el niño manifestará claramente su oposición. Es normal que un niño de 6 años se niegue a que le pongan una inyección, se queje y llore, aunque le digan o sepa que así se va a curar. No le basta la motivación causa – efecto, habrá que reforzarla con otras motivaciones que se adecuen al carácter y a las características del niño. Está claro que le va a suponer un mayor esfuerzo para superarlo.

* Superar privaciones y resistir las molestias y caprichos. Privarse de las “chuches”, resistir la sed, ducharse todos los días, sentarse bien (no estar tumbado en el sofá) etc. son hábitos que los padres deben acostumbrar a sus hijos para fortalecer su voluntad.

En otro aspecto, por ejemplo, si los niños juegan en casa con el balón haciendo bastante ruido cuando el bebé, que no duerme bien, se ha dormido y su madre les dice: “no juguéis con el balón, pues vais a despertar al bebé”, les está pidiendo resistir a algo que es un serio inconveniente para ellos. Ahora bien, otro enfoque seria sugerirles otro juego, que también les guste, y explicarles que así puede dormir el bebé. En este caso la motivación es una combinación de obediencia implícita y la atracción que ha tenido en los niños el juego que ha sugerido la madre.

En este caso el esfuerzo es menor. El hecho de resistir al impulso de disfrutar con el balón, desarrolla la fortaleza. Pero la fortaleza será de mayor entidad, si los hijos captan que su esfuerzo es para que duerma el niño y por cariño hacia su madre. Así se desarrollan dos valores: resistir y amar.

* Cumplir las normas. En la vida familiar hay muchas normas que los padres establecen y exigen su cumplimiento: “No cruces la calle para que no te atropelle un coche”. “Ten cuidado con tus hermanos pequeños”. “No te quejes ni llores”. Pero como están en la edad del “no” habrá que cultivar el valor de la paciencia y, sin agobiarse, enseñarles a ser prudentes, a controlar la osadía, y a superar temores infundados.

* Temor a la oscuridad. Ahora no se van a analizar las causas del temor. Vamos a tratar el tema desde la perspectiva de los padres que desean educar a sus hijos en la fortaleza de modo que resistan el temor que puedan tener. Por un lado, se espera que los hijos, según sus posibilidades, pongan algo de su parte. No se trata de protegerlos en demasía, ni tampoco obligarles a soportar lo que es causa de su temor, sino de “ir graduando la ayuda” que necesitan. Los dos extremos de comportamiento son: exigir a su hijo que duerma sin luz teniendo, además, su cuarto alejado del de sus padres y, el otro extremo, dejar la luz de su cuarto encendida toda la noche y de este modo evitar que el niño esté a oscuras por la noche.

Graduar la ayuda que precisa” significa mostrar confianza, apoyarle con cariño, explicar la situación real y pedirle que se esfuerce un poco para resistir el temor que tiene. Podría actuarse así, si el niño está acostumbrado a dormir con luz: avisarle que se va a apagar la luz de su dormitorio, pero dejando encendida la del pasillo y abierta la puerta; luego apagar esa luz y procurar que su cuarto esté cerca para que pueda oír las voces de sus padres.

* Temor a personas, a animales, a fenómenos naturales, etc. A veces los niños tienen temor a quienes no conocen y se esconden. A veces, pueden tener miedo porque no saben que es lo se espera de ellos y qué es lo que les va a pasar. Los padres deben darles seguridad, sin imponerles lo que deben hacer: esto no es lo mejor. Escuchar, comprender, tratarles con cariño y observar sus reacciones para saber las causas de su temor, es la guía que señala el sentido común, pero sin olvidar que lo que se persigue es que sepan resistir a los temores infundados, y a actuar con valentía, sin ser osados.

RESISTIR EN LOS ADOLECENTES

En el ámbito familiar hay muchas posibilidades para que los adolescentes tengan que resistir un impulso o un dolor. Estos esfuerzos estarán apoyados por la autoridad de los padres con el firme propósito de que sus hijos desarrollen una serie de hábitos que le van a conformar una fuerte personalidad. Veamos algunos casos:

1º. Los hábitos deben tener sentido para los hijos. Si el hijo decide renunciar a salir con sus amigos, para ayudar en casa o para estudiar, y resiste la tentación, decisión tomada por él, se puede afirmar que la fortaleza está en vías de desarrollo.

2º. El chico sale a jugar antes de realizar las tareas que debe hacer y, además, sus padres también lo han establecido así. Está claro que no ha podido resistir un impulso. Sabe que puede salir si primero hace las tareas. En este caso la relación causa-efecto, ha sido insuficiente al no resistir el impulso. La fortaleza consiste en realizar el hijo, un esfuerzo importante, al que habrá que añadir la influencia positiva de los padres.

3º. Hay que enseñar a los hijos a resistir influencias y molestias que no les van a perjudicar. En este caso resistir es para quedarse igual, sin posibilidad de mejora personal. Veamos un caso bastante frecuente: Un chico le ofrece una revista pornográfica al compañero de clase, y sin comentar nada este la coge, pero no la mira. Esta actitud no es en sí una mejora para el chico, aunque mirarla le hubiera perjudicado. La fortaleza que aquí se requiere es decir “no”. No cogerla. Al decir “no” está manifestando su desaprobación a ese tipo de influencias nocivas para él y para los demás. Y entonces mejora al influir en su compañero con su ejemplo.

4º. El hijo que va a casa llorando porque otro le ha pegado. Una solución es telefonear a los padres de quien le ha pegado para que le riñan y castiguen. Esto no ayuda a desarrollar la fortaleza del hijo. Sin embargo, puede ser ocasión para ayudarle a resistir, incluso para que aprenda a perdonar.

5º. Al sufrir una enfermedad la queja constante supone crear un clima contrario a lo que se que quiere lograr a través de la fortaleza. Se trata de aceptar las contrariedades con deportividad, evidentemente no de modo pasivo, sino procurando sacar algo bueno de las situaciones que son dolorosas.

Luis Albás Mínguez

Departamento docente

Nota: Para la elaboración de este artículo se han consultado las siguientes fuentes:

La educación de las virtudes humanas” Autor: David Isaacs. Editorial EUNSA

Enciclopedia RIALP. Universidad de Navarra.