La comunicación medio imprescindible para la educación V: Estudio del receptor de nuestra comunicación

Hemos de tener muy presente quien es, o quienes son aquellos a los que nos vamos a dirigir, porque ello hace posible que lo que vamos a decirles, se vaya abriendo paso en nosotros. De nuevo hemos de hacer notorio que, para “comunicar”, es necesario que aquello que debe ser conocido, sea objeto del mensaje, y lograr que éste llegue de la forma más adecuada posible a quienes queremos que la reciban.

De ahí la necesidad de conocer a los destinatarios de nuestros mensajes, y en consecuencia que es lo que necesitan que les comuniquemos. ¿Es esto lo que -de verdad- necesita y conviene oír mi hijo? O más bien es lo que yo “creo y debo” decirle. Ejemplo que vale para todo aquel que se dirige a otro u otros: colaboradores, amigos, feligreses… Cada uno de nosotros ve el mundo con «sus propios ojos», lo vemos distinto a como lo ve otra persona de diferente sexo, edad, educación, profesión… todas ellas, circunstancias modificativas de nuestra estructura emotiva, que hacen que seamos y sintamos de distinta manera unos de otros.

Debemos estar convencidos plenamente de que los individuos, en su calidad de organismos humanos, somos dinámicos, cambiantes, influenciables, y lo somos más por la estructura emotiva -por el sentimiento- que por la razón. De otra parte, nuestro comportamiento está prácticamente moldeado por las estructuras de la sociedad, a la cual pertenecemos Porque aceptamos las costumbres de la sociedad en que hemos nacido. Estamos de acuerdo en que cada individuo es un ser con su propio bagaje de sentimientos y experiencias fuertemente individualizadas, pero también, de que cada individuo está influenciado por las actitudes y experiencias de la vida colectiva, ya que tiende a adaptarse a las normas de la sociedad, y por tanto, sus decisiones de obrar, en un sentido o en otro, son en muchos casos, consecuencias de un proceso esencialmente no racional. Por eso, podemos afirmar que es del conocimiento de las personas de donde hemos de partir.

En cada persona existen superpuestas dos realidades, cada una de las cuales actúa y reacciona a su manera: el sentimiento y la razón. Además, en cada individuo hay un mundo privado dentro del cual vive durante el 75% de su tiempo mental, que casi nunca transmite ni manifiesta a ninguna persona. El hombre es, por lo general, incapaz de explicar sus motivaciones. Y en muchas ocasiones le resulta imposible, porque no las conoce. Por eso, no cabe duda, de que es de la consideración, respeto y estudio de la persona o personas a las que nos vamos a dirigir, de donde hemos de partir para determinar el mensaje a transmitir.

No es fácil determinar el contenido de nuestros mensajes pero, ¡es tan importante! Porque queremos comunicar, poner en común, animar, motivar, transmitir el afecto y la ilusión de que, si estamos de acuerdo, podemos colaborar y ayudarnos a mejorar y lograr así los objetivos que nos van a hacer felices. Detenernos en analizar nuestras emociones y sentimientos, y también las necesidades racionales y emocionales de nuestros interlocutores merece la pena, ya que ello es lo que hace posible la comunicación.