Cultura y educación III: La innegable fascinación de la ciencia y la técnica

Es peligroso que la ciencia y la técnica nos hagan pensar que los hombres podemos llegar a ser autosuficientes, todopoderosos, eternos… porque eso, sencillamente, no es verdad. La separación del hombre y la verdad, y también, entre el hombre y la naturaleza, lleva a errores tan graves como a esperar de la ciencia y de la técnica la solución de todos los problemas de la humanidad en general y de cada persona humana en particular. Así, el hombre de hoy, (no todos pero si muchos) han hecho de sí mismos y de su vida, una vida aparentemente sin límites, una vida que imaginan libre y que en realidad es una prisión.

Cuando la cultura técnica se erige en elemento fundamental y absoluto para el ser humano, ocupando su mente y absorbiendo su tiempo, entonces, este exceso la convierte en un peligro para el hombre. Al poner en peligro su propia esencia e identidad, al dificultarle vivir como ser de intimidad y capacidad de amar. Ello lleva a una sociedad deformada, destrozada por el mal uso de los instrumentos de la civilización técnica, que pasan de medios útiles para su desarrollo y se convierten en medios para su destrucción. Algo de eso vemos ya en nuestra sociedad, en muchas ocasiones rota por la deficiente utilización de la tecnología.
Tecnología, que nos absorbe de tal manera, que deteriora en muchos casos la comunicación entre las personas, incluso, en el seno de las familias. Léase exceso de Móviles, Ordenador, TV… Familias rotas…hijos peleados con sus padres… padres que se desentienden de sus hijos porque tienen el “derecho” de vivir su propia vida…hijos… Esa vida de bien-estar que la sociedad técnica y científica nos ofrece, al tiempo que condena a la más radical soledad a los arrastrados por sus encantos, porque ha erradicado de su ser personal la humanidad: la capacidad de amar, de darse por amor.
El hombre, engañado por la innegable fascinación de la ciencia y la técnica que le promete un ilimitado poder se ve tentado a reconocer sus límites, renuncia a vivir como ser creado y se limita a soñar con una especie de paraíso del futuro lleno de fáciles promesas de tipo técnico amparado por la investigación científica. Sin embargo, el hombre que fía mas del progreso que de Dios, no es más feliz y eso es muy importante, porque al salirse de su situación real y natural de criatura, ignorando la presencia de Dios en su vida, se aparta del camino que le lleva a la felicidad aquí en la tierra y de su destino de plenitud de vida sobrenatural.
Al reducir su futuro a este mundo, se hace tremendamente dependiente de él. Así las cosas, el futuro es tremendamente incierto y eso produce pánico. (Calentamiento global, pandemias, desastres ecológicos…) Es necesario establecer puentes entre el hombre y la verdad, también entre el hombre y la naturaleza. La cultura ha de estar centrada en la persona y no en los progresos técnicos.
En esta restauración coinciden educación, libertad y cultura. La educación como camino, la libertad como fundamento; la cultura, como producto y como realimentación de la persona humana. Por la educación la libertad crece y la cultura no se disocia de lo natural. Las personas cultas integran técnica, ética y sabiduría. Saben hacer, saben que deben hacer, saben contemplar –que es querer y amar lo que conozco porque es bueno-, saben vivir… Continuará.