¿Cuántas olas más quedan?

Agotados, cansados, con rabia y pocas esperanzas. Así ven la realidad y el aumento de casos en Aragón los sanitarios que día a día se dejan la piel en sus diferentes labores. María Romero es enfermera de la zona básica de salud Univérsitas, en Delicias. Un área que suele estar habitualmente en la parte alta de tabla de contagios que publica el Departamento de Sanidad de la DGA y que además cuenta con uno de los equipos domiciliarios covid.

El grupo de trabajo son dos enfermeros, una trabajadora social que es la que se encarga de acudir a los domicilios y dos trabajadores sociales más que ejecutan la labor de rastreador de casos. Ellos son María Romero, Xavier Steiner, Virginia Guillén, Sara Larraga y Ana Lafuente. Un equipo que día a día intenta frenar la curva de contagios.

María echa la vista atrás y reconoce que a principios de la pandemia, cuando se instaló este servicio, «la gente se lo tomó más en serio y se respetó los controles», lo que permitía que se consiguiera localizar más fácil a las personas. «Hubo unos meses que bajaron las visitas, así como el perfil de los pacientes, pero poco después de las fiestas del Pilar, volvemos a estar desbordados», sentenció Romero.

Restricciones

La enfermera es directa y no duda en dar su opinión en relación a las nuevas medidas adoptadas. «Con tanta restricción fuera de las casas, a la gente no le queda otra que juntarse en los domicilios y cuantas más restricciones pongan fuera, más brotes en familias habrá».

Cuenta que se siguen encontrando con gente que no coge el teléfono y «en muchas ocasiones» son personas mayores, que no se enteran, o hay errores en los números de teléfono, pero asegura que sigue habiendo personas que ni están en el domicilio ni quieren cogerlo si saben que son ellos.

La sanitaria hace hincapié en que su labor «no es vigilar sino ayudar» y que en ningún caso son policías. «Siempre intentamos ayudar, ver en qué condiciones están haciendo los aislamientos, darles soluciones a las dudas que tienen y darles los servicios que necesitan si se trata de personas mayores». En este aspecto, deja claro que el trabajo de estos equipos es que «aunque estén encerrados, sepan que no están solos y que estamos ahí para que ellos cumplan con su parte y nosotros con la nuestra».

Los datos en la comunidad «siguen siendo malos» y según cuenta María, «las restricciones en los horarios y la hostelería no van a cambiar nada», dice. «Lo que hay que hacer es cambiar la mentalidad de la gente». Respecto a las nuevas medidas de seguridad tomadas por el Gobierno de Aragón, María cree en que no están mal pero apunta que «no nos están preguntando a los que estamos aquí metidos, día a día, dónde está el foco y dan por hecho que está en la hostelería y no está siendo así». Ella pone voz a todos aquellos sanitarios que, desbordados, hacen frente una vez más a esta pandemia. «No queremos palabras, queremos que la gente deje de ser egoísta y que cumplan con las normas porque si no lo hacen, nada de lo que hagamos va a servir», advirtió.

Respeto

No ver el final de esta situación provoca en los sanitarios que el optimismo vaya desapareciendo poco a poco y se va sustituyendo por rabia e impotencia. «Las investigaciones llevan su tiempo y parece que la gente no entiende que se están muriendo nuestros padres y nuestros mayores, mientras nosotros estamos siendo egoístas porque ellos darían la vida y, desde nuestro lado, no les estamos dando nada», aseveró. La enfermera no habla de miedo al coronavirus, habla de respeto y reconoce que cuando se implantó este servicio estaban optimistas y pensaban que «era lo que necesitábamos», señaló. «Funcionó muy bien porque era algo nuevo», añade. Ahora, esta empleada apunta que la gente está relajada y ha perdido todo el respeto a un virus que se está llevando miles de vida y que está dejando una situación desoladora