El ex DAO de la Guardia Civil denunció la purga política en su carta de dimisión

El teniente general Laurentino Ceña, antiguo Director de Apoyo Operativo (DAO) de la Guardia Civil, dio lectura, ante los altos mandos del Cuerpo, poco después de dimitir, a la carta en la que justificaba su decisión, según han informado a LA RAZÓN fuentes de la Benemérita.

Uno de los principales argumentos para justificar su decisión ante el ministro del Interior, Fernando Grande Marlaska, era el de que se había decidido la destitución del coronel Diego Pérez de los Cobos como jefe de la Comandancia de Madrid, sin «darle audiencia»; es decir, sin ofrecerle la oportunidad para que, ejerciendo el derecho de defensa, pudiera replicar a los argumentos que se esgrimían para su destitución.

Ceña explicó que lo habitual en estos casos dentro de la Guardia Civil es escuchar a la persona contra la que se va a adoptar una medida, investigar los hechos y, sólo después, decidir si ha habido «una mala praxis» o, por el contrario, se le debe mantener en su puesto ya que no hay motivos para corregirlo. En este caso, según destacó Ceña, se había hecho todo lo contrario y se le había comunicado desde departamento dirigido por Grande-Marlaska la destitución sin que pudiera alegar nada al respecto. Lo que se presentó como una «pérdida de confianza» y una «remodelación» se ha convertido, gracias a la difusión de un oficio de la directora general de la Guardia Civil, María Gámez Gámez, en una «destitución política» marcada por el autoritarismo en la que, además, se reconoce que se le requirió información sobre unos hechos que están siendo investigados por un juzgado de Madrid en relación con la autorización de la manifestación feminista del 8-M.

Ante esta circunstancia, el teniente general Ceña, como número 1 en el escalafón militar de la Guardia Civil, decidió presentar la dimisión con carácter irrevocable y así se lo comunicó a los altos mandos de la Guardia Civil, muchos de los cuales asistieron a la sesión por teleconferencia.

Según uno de los asistentes, consultado por este periódico, el ambiente general era el de que se había truncado de «una manera brusca» la carrera profesional de un guardia civil, y así se recogía en la carta de Ceña, con más de 40 años de servicio como Diego Pérez de los Cobos, al que, además, se le ha puesto en el centro del objetivo como un militar que incumple con sus obligaciones, cuando la realidad es justamente la contraria.

Desde que se conoció su cese, los sectores independentistas, tanto de Cataluña como del País Vasco, no han dejado de atacar a Pérez de los Cobos. Ayer mismo, a través de la manifestación de un individuo publicada en el diario «Gara», se le presentaba como un «torturador». Además, existen otros testimonios en los que se ha llegado a decir que, en vez de juzgar a los implicados en el «procés», el que debería haber sido sometido a proceso era el propio coronel de la Benemérita. No son pocos, por tanto, los que, dentro del organigrama del Instituto Armado consideran que Pérez de los Cobos estaba en el «punto de mira» desde su actuación en Barcelona durante los peores momentos del desafío independentista en 2017. Fue su impecable actuación durante la aplicación del 155 en Cataluña la que ha motivado que desde entonces se haya buscado actuar contra él. Los mismos mandos basan esta sospeche en que no se entiende que se cese a un mando de la Guardia Civil por cumplir con su obligación, cuando ya había demostrado, hasta en dos ocasiones, que había dado cuenta a sus superiores de la existencia de las citadas investigaciones judiciales, aunque no de su contenido, que desconocía.

El gesto de Ceña de presentar la dimisión en solidaridad con Pérez de los Cobos para enfatizar su desacuerdo por el método utilizado para cesarle, ha sido muy bien valorado dentro de la Benemérita, donde se considera que ha seguido la principal divisa del Cuerpo, que es el honor.

Los acontecimientos posteriores, entre ellos la difusión del citado oficio de la directora general María Gámez, no han hecho otra cosa que darle la razón. Ceña se adelantó a unos acontecimientos que, conforme pasan los días, se complican más y que colocan al ministro del Interior y a la máxima representante de la Benemérita en una situación insostenible. Desde su fundación, el director general es una referencia de autoridad dentro de la Guardia Civil. Lo que ha ocurrido ha producido una profunda desazón y malestar entre los agentes y la mayoría de las asociaciones han solicitado su cese.

Valga como ejemplo una anécdota ocurrida en los «años de plomo» del terrorismo de ETA. El ministro del Interior y el director general de la Guardia Civil de turno visitaban a un agente que estaba internado en el hospital, gravemente herido en un atentado, y el ministro le preguntó qué es lo que deseaba en esos momentos. El guardia no dudó un instante y dijo que quería ir destinado a su provincia de origen. «Concedido», dijo el ministro y entonces el agente herido contestó: «Vale, pero que lo diga el ese», mientras señalaba el director general con el fin de que lo ratificara, lo que, por supuesto, hizo inmediatamente. Ser director general de la Guardia Civil te confiere el mando de casi 80.000 agentes desplegados en todo el país pero dispuestos a obedecer sin rechistar pero que, pero que, a la vez, desean verse amparados por su superior.