Vuelta de los hijos de Israel (Jacob) a Egipto

El hambre seguía abrumando la tierra. Así pues, en cuanto acabaron de consumir el grano traído de Egipto, les dijo su padre: «Volved y compradnos algo de comer.»  Judá le dijo: «Bien claro nos dio a entender aquel hombre que no veríamos su rostro si no estaba con nosotros nuestro hermano. Si mandas a nuestro hermano con nosotros, bajaremos y te compraremos víveres; pero si no le mandas, no bajamos, porque aquel hombre nos dijo: «No ospresentéis a mí si no está vuestro hermano con vosotros.»» Dijo Israel: «¿Por qué para desgracia mía hicisteis saber a ese hombre que teníais otro hermano?» Dijeron: «!El empezó preguntándonos por nuestra familia, diciéndonos: ¿Tenéis aún padre? ¿Vive todavía vuestro padre? ¿Tenéis algun otro hermano? Y nosotros nos limitamos a responder a sus palabras. ¿Podíamos saber que iba a decirnos: Bajad a vuestro hermano?» Dijo Judá a su padre Israel: «Deja ir al chico conmigo; deja que vayamos para vivir y no morir ni nosotros, ni tú, ni nuestros pequeños. Yo respondo de él, de mi mano lo exigirás si no lo trajere aquí y te lo presentare, y estaría yo en falta contigo a perpetuidad. Que lo que es, si no nos hubiéramos entretenido, para estas horas ya estaríamos de vuelta.»

Díjoles su padre Israel: «Siendo así, hacedlo; llevaos de lo más fino del país en vuestras cestas, y bajad a aquel hombre un regalo, un poco de sandácara, un poco de miel, almáciga y ládano, pistachos y almendras. Tomáis también con vosotros el doble de plata y devolvéis personalmente la plata devuelta en la boca de vuestras talegas, por si se trata de un error. Tomad, pues, a vuestro hermano y volved inmediatamente donde ese hombre; que El Sadday os haga hallar misericordia ante ese hombre, y que él os despache y suelte a vuestro otro hermano, y a Benjamín. Por mi parte, si he de perder a mis hijos, qué le vamos a hacer.»

Encuentro con José.

Ellos tomaron dicho regalo y el doble de plata consigo, y asimismo a Benjamín, y poniéndose en marcha bajaron a Egipto y se presentaron a José. José vio con ellos a Benjamin, y dijo a su mayordomo: «Lleva a esos hombres a casa, mata algún animal y lo preparas, porque esos hombres van a comer conmigo a mediodía.» El hombre hizo como le había dicho José, y llevó a los hombres a casa de José.        Ellos se asustaron porque se les llevaba a casa de José, y dijeron: «Es por lo de la plata devuelta en nuestros sacos la otra vez, por lo que se nos trae acá, para ponernos alguna trampa, caer sobre nosotros yredurcirnos a esclavitud, junto con nuestros asnos.» Y acercándose al mayordomo de José le dijeron a la puerta de la casa:
«Por favor, señor, nosotros bajamos anteriormente a comprar víveres. Pero resultó que cuando fuimos a hacer noche y abrimos nuestras talegas de grano, nos encontramos con que la plata de cada uno estaba en la boca de su talega, nuestra plata bien pesada, y la hemos devuelto con nosotros, y además traemos con nosotros más plata para comprar víveres. Ignoramos quién puso nuestra plata en nuestras talegas.» Díjoles: «La paz sea con vosotros, no temáis. Vuestro Dios y el Dios de vuestro padre os puso ese tesoro en las talegas. Vuestra plata ya me llegó.» Y les sacó a Simeón.       Luego los introdujo en casa de José, les dio agua y se lavaron los pies, y les dio pienso para sus asnos. Entonces ellos prepararon el regalo, mientras llegaba José a mediodía, pues oyeron que iban a comer allí.
Al entrar José en casa, le presentaron el regalo que llevaban consigo y se inclinaron hasta el suelo. El les saludó y les preguntó: «Vuestro anciano padre de quien mehablasteis, ¿vive aún?» Y le dijeron: «Está bien tu siervo, nuestro padre: todavía vive.» Y postrándose se inclinaron. Entonces José volvió los ojos y vio a Benjamín, su hermano de madre, y
dijo: «¿Este es vuestro hermano menor, de quien me hablasteis?» Y añadió: «Dios te guarde, hijo mío.»José tuvo que darse prisa, porque le daban ganas de llorar de emoción por su hermano, y entrando en el cuarto lloró allí. Luego se lavó la cara, salió y conteniéndose dijo: «Servid la comida.»     Y le sirvieron a él aparte, aparte a ellos, y aparte a los egipcios que comían con él, porque los egipcios no soportan comer con los hebreos, cosa detestable para ellos. Sentáronse, pues, delante de él por orden de antigüedad, de mayor amenor, y unos a otros se daban muestras de asombro. El fue tomando de delante de sí raciones para ellos, y la ración de Benjamín era cinco veces mayor que la de todos los demás. Ellos bebieron y se alegraron en su compañía.

La copa de José en la talega de Benjamín.

Entonces él dio esta orden a su mayordomo: «Llena de víveres las talegas de estos hombres, cuanto quepa en ellas, y pones el dinero de cada uno en la boca de su talega.
Y mi copa, la copa de plata, la pones en la boca del saco del pequeño, además del dinero de su compra.» Y él hizo conforme a lo que había dichoJosé.                Alumbró el día, y se les despachó a ellos con sus asnos. Salieron de la ciudad, y no bien se habían alejado, cuando José dijo a su mayordomo: «Levántate y persigue a esos hombres, les das alcance y les dices: ¿Por qué habéis pagado mal por bien? ¡Se trata nada menos que de lo que utiliza mi señor para beber, ytambién para sus adivinaciones! ¡Qué mal habéis obrado!»

El les alcanzó y les habló a este tenor. Ellos le dijeron: «¿Por qué habla mi señor de ese modo? ¡Lejos de tus siervos hacer semejante cosa! De modo que te hemos devuelto desde Canaán la plata que encontramos en la boca de nuestras talegas, ¿e íbamos a robar ahora de casa de nuestro señor plata ni oro? Aquel de tus siervos a quien se le encuentre, que muera; y también los demás nos haremos esclavos del señor.» Dijo: «Sea así como decís: aquel a quien se le encuentre, será mi esclavo; pero los demás quedaréis disculpados.» Ellos se dieron prisa en bajar sus talegas a tierra y fueron abriendo cada cual la suya; él les registró empezando por el grande y acabando por el chico, y apareció la copa en la talega de Benjamín. Entonces rasgaron ellos sus túnicas, y cargando cada cual su burro regresaron a la ciudad.

Judá y sus hermanos entraron a casa de José, que todavía estaba allí, y cayeron rostro en tierra. José les dijo: «¿Qué habéis hecho? ¡ignorabais que uno como yo tenía que adivinarlo sin falta?» Judá dijo: «¿Qué vamos a decir al señor, qué vamos a hablar, qué excusa vamos a dar? Dios ha hallado culpables a sus siervos, y henos aquí como esclavos de nuestro señor, tanto nosotros como aquel en cuyo poder ha aparecido la copa.» Replicó: «¡Lejos de mí, hacer eso! Aquel a quien se le ha hallado la copa, ése será mi esclavo, que los demás subiréis sin novedad donde vuestro padre.»

 

Entonces se le acercó Judá y le dijo: «Con permiso, señor, tu siervo va a pronunciar una palabra a los oídos de mi señor, y que no se enciendatu ira contra tu siervo, pues tú eres como el mismo Faraón.           Mi señor preguntó a sus siervos: «¿Tenéis padre o algún hermano?» Y nosotros dijimos a mi señor: «»Sí, tenemos padre anciano, y un hijo pequeño de su ancianidad. Otro hermano de éste murió; sólo le ha quedado éste de su madre, y su padre le quiere. «Entonces tú dijiste a tus siervos: «Bajádmelo, que ponga mis ojos sobre
él. «Y dijimos a mi señor: «Imposible que el muchacho deje a su padre, pues si le dejara, éste moriría. «Pero dijiste a tus siervos: «Pues si no baja vuestro hermano menor con vosotros, no volveréis a verme la cara. «Así pues, cuando subimos nosotros a mi padre, tu siervo, le expusimoslas palabras de mi señor. Nuestro padre dijo: «Volved y compradnos algo de comer. «Dijimos: «No podemos bajar, a menos que nuestro hermano pequeño vaya connosotros. En ese caso sí bajaríamos. Porque no podemos presentarnos a aquel hombre si no está con nosotros nuestro hermano el pequeño.            «Mi padre, tu siervo, nos dijo: «Bien sabéis que mi mujer me dio a los dos: el uno se me marchó, y dije que seguramente habríasido despedezado, y no le he vuelto a ver más hasta ahora. Y ahora os lleváis también a éste de mi presencia, y le ocurre alguna desgracia, y habréis hecho bajar mi ancianidad al Seol con amargura.            «Ahora, pues, cuando yo llegue a donde mi padre, tu siervo, y el muchacho no esté con nosotros, tienendo como tiene el alma tan apegada a la suya, en cuanto vea que falta el muchacho morirá, y tus siervos habrán hechobajar la ancianidad de nuestro padre, tu siervo, con tristeza al Seol.          La verdad es que tu siervo ha traído al muchacho de junto a su padre bajo palabra de que: «Si no te lo traigo, quedaré en falta para con mi padre a perpetuidad.» Ahora, pues, que se quede tu siervo en vez del muchacho como esclavo de mi señor, y suba el muchacho con sus hermanos. Porque ¿cómo subo yo ahora a mi padre sin el muchacho conmigo? ¡No quiero ni ver la aflicción en que caerá mi padre!»