El patriarca Abram era un hombre justo, descendiente de Sem, nacido en Ur de Caldea, el cual, aunque vivió en medio de un pueblo idólatra, nunca abandonó el culto del verdadero Dios. Por eso y para contener los progresos de la idolatría y la corrupción de costumbres, que incesantemente se esparcían por la tierra, Dios decidió escoger un pueblo, el cual, gracias a un cuidado especial de su providencia, conservaría su culto y prepararía la venida del Mesías, y eligió al patriarca Abram para cabeza o jefe de ese pueblo privilegiado. Se le apareció el Señor, y le dijo: “Sal de tu país, deja tu familia y ve a la tierra que te mostraré. Te haré padre de un gran pueblo, y en ti serán benditas todas las generaciones.
Obediente Abram a la voz del Señor, se puso en camino con su mujer Sara, su sobrino Lot, sus sirvientes y ganados. Después de haber permanecido algunos años en Harán de Mesopotamia, se dirigió hacia las fértiles llanuras de Canaán y levantó sus tiendas no lejos de Siquén. Vivía con su sobrino Lot en Canaán pero, como crecieron extraordinariamente los rebaños, llegó un momento en que el país no producía pasto suficiente para ellos. Por este motivo, Abraham y Lot decidieron separarse. Abram se dirigió al valle de Mambré, y Lot a Sodoma, ciudad grande y rica, pero de malas costumbres de forma que sus habitantes habían provocado la ira de Dios.
Vivía tranquilo y feliz, cuando unos reyes de Oriente, invadiendo el país de repente, lo saquearon e hicieron prisionero a Lot. Cuando le llegó la noticia a Abram, fue deprisa allá con sus siervos y aliados, sorprendió a los enemigos por la noche, los derrotó, y libertó a su sobrino y a los demás prisioneros. Cuando Abram volvió victorioso, recibió la bendición de Melquisedec, que era rey de Salem y sacerdote del Altísimo, le dio el diezmo del botín que había obtenido y Melquisedec ofreció al Señor un sacrificio de pan y vino en acción de gracias. Este sacrificio era figura de la Eucaristía.
Cuando Abram habitaba en la tierra de Canaán, el Señor le reiteró varias veces la promesa de multiplicar su descendencia como las estrellas del cielo, y no obstante, el santo Patriarca continuaba sin tener hijos. Conforme a la costumbre de aquellos tiempos y a instancias de su mujer Sara, tomó por mujer de segundo rango a Agar la egipcia, su esclava; y de este matrimonio nació un hijo que se llamó Ismael. Pero el hijo de la esclava no debía ser heredera de las promesas del Señor. Trece años después Dios renovó su alianza con Abram, le cambió el nombre por Abraham, le ordenó la circuncisión y le anunció, por medio de tres Ángeles, que Sara, aunque ya tenía 90 años, sería muy pronto madre de un niño, de cuya descendencia nacería el Mesías.
“Dios visitó a Sara como había dicho, e hizo por ella lo que había prometido. Concibió Sara y dio a Abraham un hijo en su vejez, en el plazo predicho por Dios.”El heredero de Abraham, tanto tiempo deseado, recibió el nombre de Isaac, que significa risa. “Abraham circuncidó a su hijo Isaac a los ocho días, como se lo había mandado Dios. Abraham tenía cien años cuando le nació su hijo Isaac. Dijo Sara: “Dios me ha dado de que reír; todo el que lo oiga reirá conmigo” Y añadió: “¿Quién le habría dicho a Abraham que Sara amamantaría hijos?; pues bien, yo le he dado un hijo en su vejez”.
* En cursiva el resumen y explicación. En letra normal el escrito literal de la Biblia de Jerusalén Católica.