Sin diplomacia «antiprocés» en la UE

El coste de la negociación de la investidura de Pedro Sánchez tiene efectos ya fuera del ámbito nacional. Los europarlamentarios y diplomáticos españoles se han quedado solos frente al «relato» independentista. Y la labor en las cancillerías para combatir la propaganda secesionista tiene como peor enemigo el hacer del Gobierno en funciones, su reconocimiento como interlocutor del líder del partido condenado por sedición y la expectativa de que la Abogacía del Estado se someta al chantaje de ERC como simple gesto político para dar luz verde a Sánchez en La Moncloa, después del pronunciamiento del Tribunal de Justicia Europeo en favor de la inmunidad de Oriol Junqueras.

En Europa no entienden ya nada, y el desánimo se extiende en el ámbito diplomático y entre una buena parte de la delegación española que hasta ahora ha luchado unida, sin distinción de siglas, contra la ofensiva del ex presidente de la Generalitat Carles Puigdemont y del actual Gobierno catalán para imponer su propaganda. Ha sido un pulso duro, en el que el esfuerzo de la política exterior ha tenido sus sombras y sus luces, pero que en su conjunto ha sido bastante eficaz para garantizar que en los núcleos fundamentales del poder político se validara la posición del Gobierno español. Pero la negociación de la investidura ha laminado este trabajo y en Bruselas empiezan a dar por perdida la batalla política, arrastrada por los efectos del reconocimiento de la inmunidad de Junqueras. Da igual si al final el Supremo ejecuta la pena de inhabilitación o no y en qué condiciones recoge su acta, porque el «show» en la Eurocámara al servicio del independentismo se da por hecho.

Hasta la unidad política de los representantes constitucionalistas está en el aire porque incluso hay quienes dudan sobre cuál puede ser la posición de los socialistas en la votación en el Parlamento Europeo sobre el levantamiento de la inmunidad de Junqueras o de Puigdemont. Si los socialistas votan en coherencia con la que ha sido hasta ahora su posición, habrá consenso con populares y liberales para levantarles la inmunidad. Pero ha habido tantas rectificaciones desde las elecciones de noviembre que hasta sobre esta votación hay incertidumbre. El proceso será muy largo de todas formas e irá marcado por la evolución nacional. «Nos han dejado a los pies de los caballos. Se han cometido errores gravísimos. De todo el mundo. Pero, ahora, decida lo que decida la Abogacía del Estado o el Tribunal Supremo, esto acabará en el Tribunal Europeo de Derechos Humanos y quienes nos dirigen han demostrado que no entienden cómo funcionan las cosas en Europa. Que vayan a explicarle a un finlandés que Junqueras no es un político que declaró pacíficamente la independencia y que fue condenado injustamente después de que Sánchez haya perdonado todos sus pecados al independentismo al aceptarle como socio determinante de su futuro Gobierno», dicen en la delegación europea española.

El Grupo Popular europeo es más contundente. Los socialistas tienen que buscar cómo nadar y salvar la ropa al mismo tiempo. Pero, en todo caso, hay coincidencia sobre el alcance de las consecuencias de que a Junqueras se le reconozca la inmunidad. ERC sí parece que tiene más clara la importancia de lo que efectivamente está en juego al marcar como condición irrenunciable que su interés condicione la posición de la Abogacía del Estado porque, aunque no determine el pronunciamiento del Tribunal Supremo, que es el que decide, podrá luego ser exhibida en el ámbito europeo a favor de la defensa del líder de ERC y de la causa independentista. Ante cada novedad en el marco judicial europeo el independentismo está buscando el asesoramiento profesional más especializado para no dar puntada sin hilo, mientras que la imagen que da el Estado español es que pierde más energías en la disputa partidista que en actuar unido y con eficacia. Que a Junqueras se le reconozca efectivamente como europarlamentario generará a su favor una reacción de cierre de filas corporativista de una parte del Parlamento Europeo. Aunque en España pensemos que la política interna es bien conocida fuera de nuestras fronteras, en Bruselas saben que no es así. Y que lo que se entiende como un formalismo sería una bomba de oxígeno para el líder de ERC, que concita muchas más complicidades fuera de España que Puigdemont. «Se le desprecia en parte por haber declarado la independencia y haberse dado a la fuga. El perfil de Junqueras favorece más la visión poética que la prosa».

Los argumentarios del Estado español para defender la gravedad jurídica y política del 1-O hacen aguas por las necesidades del PSOE para sacar adelante el Gobierno. Y a partir de ahora ha empezado una nueva etapa en la que la batalla se juega con otras reglas. «Si seguimos dando pasos en falso acabaremos ayudando a Junqueras a ser el “Mandela” español. Como europarlamentario le faltará tiempo para pedir al juez de Vigilancia Penitenciaria que le deje ir a pasar la semana a Bruselas a cumplir con sus obligaciones. Dirá que, si lo hace Urdangarín, por qué no lo va a hacer él. Y de esta forma tendrá una amnistía encubierta en su mano. Mientras, todos jugando al regate corto», lamenta un alto cargo de Exteriores.