La UE ha logrado esquivar el veto de Polonia y en la madrugada de este viernes ha pactado el objetivo de emisiones cero de CO2 en 2050. El histórico acuerdo, que convierte a Europa en el primer continente que se propone una descarbonización prácticamente total, ha quedado empañado en parte por las dudas sobre la credibilidad del compromiso de varios Gobiernos, muy en particular, el polaco.
La Varsovia de Kaczynski, cuyo escepticismo hacia el cambio climático es bien conocido, ha obligado a incluir en el pacto una cuña en la que avisa de que «en estos momentos, no puede comprometerse a cumplir el objetivo». Pero de manera significativa, el primer ministro polaco, Mateusz Morawiecki, no ha impedido, como hubiera podido, que las conclusiones del Consejo Europeo recojan por primera vez la meta de reducir un 100% las emisiones netas en los próximos 30 años.
Las conclusiones del Consejo Europeo son el pistoletazo político de salida para el Pacto Verde aprobado por la Comisión Europea de Ursula von der Leyen el pasado miércoles. Y se inicia así la cuenta atrás para la revisión de todas las directivas, desde la de eficiencia energética hasta la de energías renovables, que jalonarán el camino hacia el objetivo de 2050.
Nada indica que el camino legislativo vaya a ser fácil. Y las resistencias aumentarán a medida que el objetivo a largo plazo se traduzca en medidas concretas para lograr una neutralidad climática que, como reconocen las conclusiones del Consejo Europeo, «requerirá superar grandes desafíos». No solo Polonia tendrá dificultades. También capitales como Berlín temen el endurecimiento de la senda de ajuste, con un aumento del recorte de emisiones en 2030 del 40% al 50% o 55% (como propone la Comisión) que hace temblar a la industria alemana, en particular la automovilística.
Las organizaciones medioambientales, poco dadas a darse por contentas, han celebrado el acuerdo, desde Greenpeace a CAN (Climate Action Network), como «un paso vital» hacia el objetivo de 2050, aunque lamentan la reserva de Polonia y la referencia expresa del pacto a que algunos Estados miembros utilizarán la energía nuclear como parte de su mix energético (exigencia planteada por República checa y secundada, entre otros, por Francia).
Pero el éxito de la cumbre de este jueves ha sido poner en marcha el reloj de la reconversión industrial y tecnológica, aunque para hacerlo haya tenido que recurrir a una fórmula tan llamativa como aprobar unas conclusiones por unanimidad y, al mismo tiempo, subrayar que uno de los firmantes no está todavía dispuesto a cumplirlas.
«Creo que Europa necesita de creatividad para hacer avanzar el proyecto europeo», señaló el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, tras aprobarse a la una de la madrugada las conclusiones de la cumbre. «Para garantizar la unidad y respetar al mismo tiempo las peculiaridades de cada país, hace falta imaginación pero sin perder la brújula», añadió Michel quien, como antiguo primer ministro de Bélgica (2014-2019) en un Gobierno que unía desde liberales a independentistas tiene una larga experiencia en compromisos aparentemente imposibles.
Von der Leyen también se ha dado por satisfecha con el respaldo político a su Pacto Verde y ha anunciado que seguirá adelante con las propuestas necesarias que «son para toda Europa». La presidenta de la Comisión entiende que la reserva de Polonia no se debe a una objeción al objetivo final de 2050, sino a que Varsovia «quiere tener una visión más concreta de nuestra propuesta sobre el Fondo de transición». Una vez que se concrete ese plan, que aspira a movilizar hasta 100.000 millones de euros en inversión, Polonia podría subirse a un tren cuya partida, en cualquier caso, ya no puede frenar. A partir de ahora, casi todas las normas necesarias para el Pacto Verde, salvo las de fiscalidad, se pueden aprobar por mayoría cualificada, sin que ningún país, tampoco Polonia, tenga derecho de veto.
El acuerdo del Clima es, además, un aviso para navegantes de la Europa que viene tras la salida del Reino Unido (más cerca que nunca tras la aplastante victoria de Boris Johnson en las elecciones del jueves) y tras el cercano relevo en el Gobierno alemán. La era de Angela Merkel como canciller alemana se ha caracterizado por lo que ella definió como «el método de la Unión», es decir, un sistema que traslada el motor de la integración europea desde la Comisión Europea al Consejo Europeo.
El cambio ha convertido las cumbres en el semáforo imprescindible para poner en marcha cualquier iniciativa comunitaria, incluso las que se podían haber aprobado por codecisión entre el Consejo y el Parlamento Europeo. La fórmula ha dado a Berlín el derecho de veto previo sobre cualquier medida, en particular, durante la crisis financiera. Pero pasada la crisis, esa posibilidad de veto ha empezado a ser utilizada también por otros Estados miembros para frenar en el Consejo Europeo planes que, en otros foros, no habrían podido obstaculizar.
La fórmula utilizada en esta última cumbre europea del año indica que el nuevo presidente del Consejo, muy próximo al presidente francés Emmanuel Macron, no tiene intención de aplicar a rajatabla el «método de la Unión» de Merkel. La unanimidad será siempre el objetivo. Pero las fórmulas imaginativas permitirán una vía de escape para no obligar a los 27 a avanzar siempre al ritmo del socio que desea ir más lento.
El riesgo del posible acelerón es que se resquebraje aún más la confianza entre los socios comunitarios, ya muy dañada por las sucesivas crisis de la última década (financiera, migratoria, Brexit). La Comisión Europea de Jean-Claude Juncker ya intentó esquivar el veto de países como Hungría o Polonia en la reforma de la política de asilo. Y aunque aprobó las cuotas de reparto de refugiados, nunca logró que se aplicarán de manera efectiva y solo consiguió agrandar la peligrosa brecha con Budapest y Varsovia.
El objetivo de emisiones cero en 2050 también toca, como la política migratoria, fibras muy sensibles de la vida política de cada país, con tremendas repercusiones con aspectos tan importantes como la movilidad, la producción industrial y hasta el modo de consumir y alimentarse. La UE de momento ha logrado fijar la meta a pesar de Varsovia. El reto que tiene ahora por delante es avanzar hacia ella sin que nadie se sienta excluido y sin que la regeneración climática amplíe las enormes diferencias de riqueza y bienestar que todavía hay entre los diferentes socios de la Unión.