Infancia y huida a Madián de Moisés

Tan rápidamente se multiplicaron en Egipto los descendientes de Jacob, que pronto formaron un verdadero pueblo o nación. Este aumento alarmó a los egipcios de tal manera, que un nuevo rey, que no había conocido a José dijo a su pueblo. “Mirad, el pueblo de Israel es más fuerte y numeroso que nosotros. Actuemos sagazmente contra él para que no siga multiplicándose, no sea que en caso de guerra se alíe también él con nuestros enemigos, luche contra nosotros y se marche del país.”

Entonces, les impusieron capataces para oprimirlos con duros trabajos; y así edificaron para el faraón las ciudades de depósito: Pitom y Ramsés. Pero cuanto más los oprimían, tanto más se multiplicaban y crecían de modo que los egipcios llegaron a temer a los israelitas. Al principio sólo procuró debilitarlos imponiéndoles los más duros trabajos; pero como este medio no le daba el resultado apetecido, ordenó terminantemente que todos los hijos varones de aquéllos fuesen arrojados al Nilo, recién nacidos.

Un hombre de la casa de Leví tomo por mujer a una hija de Leví. La mujer concibió y dio a luz un hijo; y, viendo que era hermoso, lo tuvo escondido durante tres meses. No pudiendo esconderlo por más tiempo, tomó una cestilla de papiro, la calafeteó con betún y pez, metió en ella al niño, y la puso entre los juncos, a la orilla del Río. La hermana del niño se apostó a lo lejos para ver lo que pasaba.

Entonces la hija del faraón bajó a bañarse en el Río, mientras sus doncellas se paseaban por la orilla del Río. Ella divisó la canastilla entre los juncos, y envió una criada para que lo recogiera. Al abrirla vio que era un niño que lloraba. Se compadeció de él y exclamó: “Es un niño de los hebreos”. Entonces la hermana del niño dijo a la hija del faraón: “¿Quieres que vaya y llame una nodriza hebrea para que te críe al niño?” “Vete”, le contestó la hija del Faraón. Fue, pues, la joven y llamó a la madre del niño. Y la hija del Faraón le dijo: “Toma este niño y críamelo, que yo te pagaré. Tomó la mujer al niño y lo crió. Cuando creció el muchacho, se lo llevó a la hija del Faraón, que lo adoptó y le llamó Moisés, diciendo: “Del agua lo he sacado”.”- que quiere decir salvado de las aguas- y le hizo educar a su lado e instruir en todas las ciencias de los egipcios.

Un día, cuando Moisés ya era mayor, fue donde estaban susa hermanos, y vio sus duros trabajos; vio también como un egipcio golpeaba a un hebreo, a uno de sus hermanos. Miró a uno y otro lado y, no viendo a nadie, mató al egipcio y lo enterró en la arena. Cuando salió al día siguiente, estaban riñendo dos hebreos. Y dijo al culpable: “¿Porqué pegas a tu compañero?” El respondió: ¿Quién te ha nombrado jefe y juez sobre nosotros? ¿Piensas matarme como mataste al egipcio?” Moisés tuvo miedo, pues se dijo: “Ciertamente la cosa se sabe”. Cuando el Faraón se enteró de lo sucedido, buscó a Moisés para matarlo.

Moisés huyó de la presencia del Faraón y se dirigió al país de Madián, donde se sentó junto a un pozo. El sacerdote de Madián tenía siete hijas, que fueron a sacar agua y llenar los abrevaderos para dar de beber al ganado de su padre. Pero vinieron unos pastores y las echaron. Entonces Moisés se alzó, las defendió y abrevó su ganado. Ellas volvieron a casa de su padre Reuel y el les preguntó: “¿Por qué habéis vuelto hoy tan pronto?” Respondieron: “Un egipcio nos ha librado de las manos de los pastores; además nos ha sacado agua y ha abrevado al ganado”. Preguntó entonces a sus hijas: “¿Dónde está? ¡Como habéis dejado solo a ese hombre? Invitadlo a comer” Moisés aceptó vivir con aquel hombre, y el le dio a su hija Seforá. Ella dio a luz un hijo y Moisés lo llamó Guersón, pues dijo: “Forastero soy en tierra extraña.”

Durante este largo periodo murió el rey de Egipto. Como los israelitas gemían y se quejaban de su servidumbre, el clamor de su servidumbre subió a Dios. Dios escuchó sus gemidos y se acordó de su alianza con Abraham, Isaac y Jacob. Dios se fijó en los israelitas y se dio a conocer.