Autoestima

Después de tratar los valores de la sinceridad, el orden y la obediencia, que nosotros consideramos primordiales e imprescindibles para poder vivir en libertad como personas, pensamos que el cimiento del crecimiento personal y la base para alcanzar la felicidad reside en la autoestima. Conócete a ti mismo, acéptate y quiérete. Este, como los demás valores, se recibe de niños y hemos de fomentarlo desde pequeños. Muy relacionado con la sinceridad, es un valor -a veces- manipulado y por tanto falseado, si los que han de transmitir la autoestima engañan y atribuyen cualidades u ocultan defectos que no se corresponden con la verdad de lo que somos. Ello no ayuda en absoluto a adquirir la autoestima porque -en el fondo- intuimos que no es cierto y entonces, tratar de descubrir la verdad da miedo.

La autoestima nace del conocimiento de nuestros valores y fortalezas y de nuestras debilidades y defectos. No hemos de entendernos (conocimiento meramente intelectual) sino que hemos de comprendernos, lo que supone aceptarnos como somos y querernos con nuestras limitaciones. La comprensión nos lleva a una acogida admirada y cariñosa de nosotros mismos. Así, para nosotros, lo importante será nuestro propio juicio y opinión sobre nuestra persona y actuaciones, sin dejarnos llevar por aduladores que proyectan sus propias carencias e intereses, ni por envidiosos que pretenden socavar la confianza en nosotros mismos.

Así, conociéndonos y seguros de nuestras posibilidades, podemos continuar la andadura de mejorar y adquirir los valores que ansiamos y rechazar los defectos que nos limitan. Ya que son nuestros errores los que nunca nos perdonan y sin embargo, si los aceptamos podemos tratar de evitarlos para que no nos alcancen sus consecuencias. Estimarse a si mismo, no quiere decir que uno acepte y se conforme con aquello que hay en él y no le gusta, sino que lo acepta pero se revela y trata de cambiarlo en la medida de lo posible.

Autoestima es saberse capaz de superarse, e imaginándose como va a llegar a ser, tratar de comportarse como si ya lo hubiera conseguido. Poco a poco, aquel que tiene confianza en si mismo y autoestima, va creciendo y desarrollando las potencialidades ocultas que existen en cada uno. El hombre se va haciendo a sí mismo en la lucha por realizar la tarea que da sentido a su vida. Hemos de aceptar, y a menudo se nos olvida, la capacidad que la persona tiene de perfeccionamiento. El ser humano es un ser de esperanza, que confía en la libertad del hombre por encima de los condicionantes que amenacen su desarrollo como tal.

Siempre es posible crecer como personas. Podemos crecer en sabiduría, en voluntad; siempre es posible amar un poquito más, hacer más felices a los que nos rodean. Lo “imposible” es justo el reto del hombre. Y lo es ahora, con toda urgencia, cuando el mundo que nos rodea presenta la misión como totalmente imposible. El hombre hasta el momento de su muerte es proyecto inacabado que se está renovando y realizando cada día a golpe de decisión y libertad.

Creer en el hombre es creer en nosotros mismos y, desde esa autoestima, realizar la tarea para la que hemos nacido. Creer en nosotros nos lleva a creer en los demás, en su posibilidad de cambio y por tanto, en la urgencia de ayudarles a crecer y encontrar el sentido de sus vidas. Al hacerlo, y descubrirse a sí mismos, comenzarán a quererse de veras, a creer en sí y sus posibilidades y, casi sin darse cuenta, se pondrán a caminar alegres y arrastrarán con su entusiasmo a aquellos que aún vacilan inseguros y descreídos.

Esta virtud crece cada día mediante la revisión de los esfuerzos que realizamos por mejorar y al contemplar los avances en nuestra lucha por erradicar nuestros defectos. ¿Qué cosas he hecho bien hoy?… ¿En qué he mejorado?…Paso a paso, vamos haciendo el camino que nos lleva a ser aquel que -en potencia- somos.

La autoestima es el bastón del caminante en la que nos apoyamos en nuestra andadura y es tan importante para nosotros, como lo es para los demás. ¡Cuidémosla!