Las plagas de Egipto II (3ª, 4ª, 5ª, 6ª y 7ª plagas).

Dios dijo a Moisés: “Di a Aarón: Extiende tu cayado y golpea el polvo de la tierra, que se convertirá en mosquitos por todo el país de Egipto.” Así lo hicieron: Aarón extendió su mano con el cayado y golpeó el polvo de la tierra; y aparecieron mosquitos sobre los hombres y sobre los ganados. Todo el polvo de la tierra se convirtió en mosquitos sobre todo el país de Egipto. Los magos intentaron con sus encantamientos hacer salir mosquitos, pero no pudieron. Aparecieron, pues, los mosquitos sobre los hombres y ganados. Los magos dijeron al faraón: “¡Es el dedo de Dios!” Pero el faraón continuó obstinado y no les hizo caso, como había dicho Dios.

Dios dijo a Moisés: “Levántate pronto mañana, preséntate al faraón cuando vaya hacia el rio y dile: Así dice Dios: `Deja salir a mi pueblo, para que me de culto`. Si no dejas salir a mi pueblo, enviaré tábanos contra ti, contra tus siervos, tu pueblo y tus casas. Las casas de los egipcios y las tierras donde habitan se llenarán de tábanos. Pero exceptuaré ese día la región de Gosen, donde habita mi pueblo, para que no haya allí tábanos, a fin de que sepas que yo soy Dios en medio del país; haré distinción entre mi pueblo y el tuyo. Este signo sucederá mañana.” Asó lo hizo Dios. Un enjambre enorme de tábanos vino sobre la casa del faraón y las casas de sus siervos y sobre el país de Egipto; los tábanos devastaron todo el país.

Entonces llamó el faraón a Moisés y Aarón y les dijo: Id y ofreced sacrificios a vuestro Dios en este país.” Moisés respondió: “No conviene que se haga así, porque el sacrificio que ofrecemos a Yahvé, nuestro Dios, es abominación para los egipcios. Si los egipcios nos vieran ofrecer un sacrificio que para ellos es abominable, ¿no nos lapidarían? Iremos tres días de camino por el desierto, y allí ofreceremos sacrificios a Yahvé, nuestro Dios, como nos ha ordenado.” Contestó el faraón: “Yo os dejaré partir, para que ofrezcáis en el desierto sacrificios a Yahvé vuestro Dio, con tal de que no vayáis demasiado lejos. Rogad por mí.” Moisés respondió: “En cuanto yo salga de aquí, rogaré a Dios, y mañana los tábanos se alejarán del faraón, de sus siervos y de su pueblo; pero que el faraón deje de una vez de engañarnos, impidiendo al pueblo salir a ofrecer sacrificios a Dios.” Salió, pues, Moisés de la presencia del faraón, y rogó a Dios. Dios hizo lo que Moisés le pedía, y alejó los tábanos del faraón, de sus siervos y de su pueblo; no quedó ni uno. Pero también esta vez se obcecó el faraón y no dejó salir al pueblo.

Dios dijo a Moisés: “Preséntate al faraón y dile: Así dice Yahvé, el Dios de los hebreos: ‘Deja salir a mi pueblo para que me de culto’. Si te niegas a dejarlo salir y lo sigues reteniendo, la mano de Dios caerá sobre tus ganados del campo, los caballos, los asnos, los camellos, lasa vacas y las ovejas; será una peste espantosa. Pero Dios distinguirá entre el ganado de Israel y el ganado de Egipto; no perecerá nada de cuanto pertenece a Israel.” Dios fijó un plazo en los siguientes términos: “Mañana hará esto Dios en el país.” Al día siguiente cumplió Dios su palabra y murió todo el ganado de Egipto; mas del ganado de los israelitas no murió ni una res. El faraón mandó averiguar y, efectivamente, del ganado de Israel no había muerto ni una res. Sin embargo, el faraón se obstinó y no dejó salir al pueblo.

Dios dijo a Moisés y a Aarón: “Tomad dos puñados llenos de hollín de horno. Moisés lo echará al aire, en presencia del faraón; y se convertirá en polvo fino sobre todo el país de Egipto, y originará, en hombres y ganados, úlceras que segregan pus por todo el país de Egipto.” Tomaron, pues, hollín de horno y presentándose ante el faraón, Moisés lo echó al aire, produciendo en hombres y animales úlceras con secreción de pus. Ni siquiera los magos pudieron permanecer ante Moisés a causa de las úlceras.; pues las úlceras afectaron a los magos como a todos los demás egipcios. Pero Dios hizo que el faraón se obstinase y no les hiciera caso, tal como Dios había dicho a Moisés.

Dios dijo a Moisés: “Levántate de madrugada mañana, preséntate al faraón y dile: Así dice Yahvé, el Dios de los hebreos: ‘Deja salir a mi pueblo para que me de culto. Pues esta ves voy a mandar todas mis plagas contra ti, tus siervos y tu pueblo, para que sepas que no hay como yo en toda la tierra. Porque si yo hubiera extendido mi mano y te hubiera herido con peste a ti y a tu pueblo, ahora ya habrías desaparecido de la tierra; pero te he preservado para mostrarte mi poder y para que se proclame mi nombre por toda la tierra. Puesto que aún te resistes a dejar partir a mi pueblo, mañana, a esta hora, haré caer granizada tan fuerte como no la ha habido en Egipto desde su fundación hasta hoy. Ahora pues, mansa recoger tu ganado y cuanto tienes en el campo. Sobre todos los hombres y animales que se hallen en el campo y no sean recogidos en casa, caerá el granizo y los matará.” Los siervos del faraón que temieron la palabra de Dios recogieron en casa a sus esclavos y ganados, mas los que no hicieron caso de la palabra de Dios, dejaron en el campo a sus esclavos y ganados.

Dios dijo a Moisés: “Extiende tu mano hacia el cielo, y caerá granizo en todo el país de Egipto, sobre los hombres, los ganados y toda la hierba del campo en el país de Egipto.” Moisés extendió su cayado hacia el cielo, y Dios lanzó truenos, granizo y rayos a la tierra. Dios desencadenó una lluvia de granizo sobre el país de Egipto. El granizo y los rayos mezclados con el granizo fueron tan fuertes que nunca se había visto una cosa semejante en el país de Egipto desde que comenzó a ser nación. El granizo devastó cuanto había en el campo –hombres y animales- en todo el país de Egipto. El granizo machacó también toda la hierba del campo. Tan sólo en la región de Gosen, donde habitaban los israelitas, no hubo granizo.

El faraón hizo llamar a Moisés y a Aarón y les dijo: “Esta vez he pecado; Dios es justo, y mi pueblo y yo somos culpables. Rogad a Dios. Basta ya de truenos y granizo. Yo os dejaré salir y no tendréis que quedaros mas tiempo aquí.” Moisés le respondió: “Cuando salga de la ciudad extenderé mis manos hacia Dios, cesarán los truenos y no habrá mas granizo, para que sepas que la tierra entera es de Dios. Pero sé que tú y tus siervos aún no teméis a Dios.” (Se estropearon el lino y la cebada, pues la cebada estaba ya en espiga, y el lino en flor. El trigo y la espelta no se estropearon por ser tardíos).

Moisés salió de la presencia del faraón y de la ciudad, extendió las manos hacia Dios y cesaron los truenos y granizos, y no cayó más lluvia sobre la tierra. Cuando el faraón vio que había cesado la lluvia, el granizo y los truenos, el y sus siervos se obstinaron de nuevo. Se obstinó, pues, el faraón y no dejó salir a los israelitas como Dios había dicho por boca de Moisés.