Nadal, un paseo para empezar

Roland Garros empieza de verdad cuando se estrena Rafael Nadal, entusiasmado París para abrir la puerta de par en par al héroe español. Ya camina el balear por la tierra de la Philippe Chatrier y lo hace con paso firme, convincente en su debut ante el semidesconido Yannick Hanfmann. En una hora y 57 minutos, Nadal se impuso por 6-2, 6-1 y 6-3, la rutina de siempre.

Volvió el rey a su paraíso, camiseta chillona, pantalón gris, presentación eterna para recitar su palmarés en este evento con la grada puesta en pie. Le adora la gente, y además de verdad, y Nadal se siente en París como en casa, no es para menos. Asumió la responsabilidad de sacar primero, se tuvo que esmerar para salvar ese juego inicial de casi 10 minutos (hasta cuatro bolas de break tuvo el alemán) y a partir de ahí voló hacia el triunfo, y ya van 87 en el bosque de Boulogne.

Fue un partido de tantos en París, siempre complicado coger temperatura en estas rondas aparentemente insulsa. No invitaba Hanfmann a calibrar el verdadero estado de Nadal, pues no se puede decir que sea el más temible de los enemigos, pero el español se comportó como debía, muy correcto en todos los aspectos y enchufado pese al sustillo del primer juego.

Sin florituras, el campeón 12 veces en París se fue enchufando y encontró momentos para guardar, afinado con la derecha, atrevido un par de veces con el revés paralelo, seguro con el saque más allá de esas cuatro pelotas de break en contra que salvó para empezar. Al resto también estuvo bien y se escapó hasta el 3-0, demasiada diferencia entre ambos.

Hanfmann, procedente de la fase previa, de explosión tardía con sus 27 años y 184 del mundo, se diluyó enseguida, atormentado por la magnitud de la cita. Siempre podrá decir que estuvo en la Chatrier, que jugó contra el mejor tenista de la tierra que jamás ha existido, pero no podrá presumir de grandes cosas. A lo sumo, podrá explicar que le salió alguna dejada, que incluso ejecutó algún buen ganador, pero poco más. Perdió, como todos los que lo han intentado en esa pista salvo Soderling y Djokovic.

El segundo set fue más de lo mismo, e incluso Nadal fue más rápido. Se trataba de cumplir, de no ensuciarse el traje, y se gustó desde el fondo de la pista en líneas generales, igualmente decisivo a la hora de romper el saque del alemán. El 6-2 y 6-1 anticipaba su despedida prematura de Roland Garros.

Ya a la hora del café, Nadal alzó los brazos sin tampoco demasiada euforia, aunque la alegría va por dentro. Necesita ir sumando, llenar el depósito de autoestima, y eso solo se consigue con victorias como esta, perfecta si se atiende a cuestiones básicas. No hubo errores importantes que lamentar, no hubo un desgaste excesivo, no hubo dolores. Nadal, bien de piernas, ya ha empezado su viaje hacia la duodécima fiesta en París, y tiene buena pinta.