PP y Cs se alían para acorralar a Carmena con los okupas, la vivienda y Madrid Central

Por fin llegó el debate a Madrid entre sus candidatos políticos y fue de la mano de los aspirantes a hacerse con el bastón de mando del Palacio de Cibeles el próximo 26 de mayo. El debate a seis de Telemadrid mostró a una Manuela Carmena, la candidata de Más Madrid y actual alcaldesa de la capital, más a la defensiva y tensa que nunca. El bloque de la derecha se abalanzó fiero sobre los peores frutos de su gestión y le sacó sus vergüenzas, las promesas incumplidas de su mandato. La regidora respondió con la insinuación de que sus oponentes mentían, sus datos, los de ella, eran los únicos válidos. Los otros, como siempre, eran parte de un «teatro».

La regidora confundió ayer su asiento del plató de televisión con el escaño de la presidencia en el Pleno de Cibeles o de la sala de un tribunal. Se mostró muy incómoda con las interpelaciones y trató de rehuir y controlar los tiempos del debate. El minuto de oro lo guardó para su mejor defensa, la que concedió el pasado 28 de abril en la cita a las urnas generales el triunfo a la izquierda: la agitación del voto del miedo ante la «alianza del frentismo de la derecha». Y cargó contra Vox, clave para que un gobierno de derechas le arrebate el sillón, adjetivándolo como «extrema derecha».

«Falsas promesas»

El rival más fuerte de la mandataria fue, como también así lo desvelan las encuestas, José Luis Martínez-Almeida, cabeza de lista del Partido Popular, quien recuperó el pulso que no latió en el debate del grupo Prisa. Pero ayer salió reforzado con su agudeza, con todos los datos en la cabeza, su semblante tranquilo y vivaz y su patentada socarronería. Y puso a la exjuez contra las cuerdas. Le desmontó su discurso triunfal sobre la construcción de trece escuelas infantiles recordándole que estaban inacabadas; le recriminó que de las 4.500 viviendas sólo iban a entregar 63; le censuró su escasa ejecución presupuestaria; le mencionó su fracasado plan de tener la ciudad limpia en tres meses cuando llegó a la Alcaldía; le evocó su frase de que paralizarían los desahucios y hoy suma un balance de 12.000 ejecutados en estos casi cuatro años. «No se cansa de hacer falsas promesas», espetó.

Almeida se movió como pez en el agua en la disputa, desquiciando a Carmena. «Si ni siquiera se deja hablar, ¿qué idea tienen de democracia?», volvió a reprochar al candidato la exjuez cuando éste le exigía datos para sostener el «éxito» de Madrid Central. «¿Estamos en un debate o en un monólogo? Para que se lo aclaren a la señora Carmena», contestó el popular.

La ausencia de Begoña Villacís, ingresada como consecuencia de un cólico nefrítico por la cesárea a la que se sometió el pasado viernes, permitió al heredero de Esperanza Aguirre brillar con más fuerza. La concejal Silvia Saavedra, su número tres, sustituyó a la alcaldable en el reto de desmontar a la máxima representante de todos los madrileños. Dio la talla, pero fue perdiendo fuelle a medida que avanzaba el programa, a veces incómoda con cómo colocarse en la silla con la falda, otras centrada en sacar fotografías y papeles.

Escrache a Villacís

Saavedra se excedió en recordar hasta en cuatro ocasiones que su cabeza de lista, «embarazada», había sufrido un escrache el día de San Isidro del «Madrid que nos pretende dejar Manuela Carmena, el de los intolerantes, el de los que reciben subvenciones», lanzó. Y se refirió varias veces a la connivencia de Carmena con los okupas. «Quédese con estas letras: UEA», deletreó, para desvelar que crearían «la Unidad Especial Antiokupación». «No queremos que los madrileños lo pasen mal temiendo que le okupen su vivienda», avanzó la edil de la formación naranja. También tildó de «operación Ni Ni» a Castellana Norte, por no haber sido aprobada «ni» con el Gobierno del PP, «ni» con el de Ahora Madrid.

El candidato de Vox, Javier Ortega Smith, puso el tono castrense a la cita y centró sus ataques en la lucha contra la okupación, los manteros y la presión fiscal. Se encerró en sus argumentos sin interactuar con el resto. Dado su programa electoral genérico para todos los municipios, aprovechó para incorporar entre sus promesas el soterramiento de la A-5, una idea original de los populares que también han impreso en su «biblia» Cs y que hasta ahora los de Abascal no habían mencionado.

En el lado opuesto, Pepu Hernández se convirtió en el interviniente más laxo. Prefirió los soliloquios temáticos y no confrontó con ninguno de los seis candidatos, ni siquiera cuando le interpelaban directamente. Se aferró a su guion, nervioso, dándole vueltas al boli rojo. Ni siquiera respondía a las preguntas de los entrevistadores. Él iba a hablar de su libro, o de los papeles que tenía delante. Insistió en los ejes fundamentales de su campaña: erradicar la desigualdad entre los barrios y defender el feminismo. «Hay dos caminos: los que piensan que las mujeres solamente se pueden cortar el pelo y no abortar, o los que quieren que Madrid sea la capital mundial de la igualdad», lanzó, tratando de, al igual que Carmena, calentar el discurso del miedo a la extrema derecha. «Por primera vez puede gobernar en democracia una derecha con una derecha y una extrema derecha, que me parece alucinante», reiteró.

Menos mordaz de lo que suele mostrarse en el Pleno, el edil y candidato de IU-Madrid en Pie, Carlos Sánchez Mato, sólo se diferenció de Carmena en sus opiniones en dos ocasiones: sobre la operación Chamartín -que tachó de plan de «expolio del patrimonio público»- y para erigirse como la verdadera y más pura izquierda. «No vale de nada ponerse una etiqueta de que uno es de izquierda y luego hacer las políticas del señor Montoro», censuró el ex delegado de Economía y Hacienda, que se arrogó el éxito de «sanear» las cuentas municipales.

A pesar de las pullas, los portavoces de los seis partidos apenas se asestaron golpes entre los bloques ya completamente definidos. Derechas e izquierdas sabían que atacarse entre ellos significaba dar espacio al rival. Y de cara al próximo domingo, cada voto puede ser decisivo.