Patina Djokovic, se relame Nadal

En su estreno en el Principado ya sufrió para deshacerse de Philipp Kohlschreiber y tampoco estuvo demasiado entonado en la segunda manga contra Taylor Fritz. “Me siento un poco oxidado, si quiero llegar lejos debo mejorar mucho”, advertía hace tres días, pero la cosa no queda ahí. Después de protagonizar una recuperación extraordinaria, de elevar tres grandes y escalar hasta el número uno cuando antes se había perdido en la nada, da la impresión de que el serbio regula esfuerzos y los concentra en la meta que tiene entre ceja y ceja: atrapar a Roger Federer, los 20 majors del suizo.

Autoritario en los grandes escenarios, Djokovic parece haber perdido interés en los trofeos de menor rango. Conquistó Melbourne, pero luego decepcionó en Indian Wells (2ª ronda) y Miami (octavos), y ahora en Montecarlo. Estimulado por el reto de convertirse en el tenista más laureado de todos los tiempos, parece ir compitiendo al trantrán hasta que pisa una alfombra roja. Lo es la de Montecarlo, su lugar de residencia, lanzadera de la gira sobre arcilla, pero es llamativo que solo cuatro días antes el serbio preparase la cita tostándose bajo el sol de la República Dominicana junto a los suyos.

Sea como fuere, Djokovic (31 años) interviene en los últimos tiempos como un león, empleando toda su energía solo en el acto de la caza, o sea, para los grandes; por eso, su caída llama la atención (¡ha perdido Djokovic!), pero sorprende hasta cierto punto. A medio gas, el balcánico afrontaba además a un rival apetecible, Medvedev, que le tiene alergia a la tierra. El año pasado, el ruso solo ganó un partido en esta superficie y su hábitat natural es la rápida, por donde asoma como uno de los jóvenes (23) más peligrosos del circuito; es el 14 del mundo, y ahora ya puede presumir de haber batido a Nole.

Enredó a este al principio y al final, cuando parecía que el número uno había reestablecido el orden lógico de las cosas igualando con el segundo parcial. Pero de eso nada. Demasiada ciclotimia, demasiado sube y baja y muchos, muchísimos fallos. “No me daba ritmo y tiene un revés muy sólido”, argumentó Djokovic, que dejó 47 errores no forzados. Enredó y se sostuvo Medvedev, firmó su primera victoria contra uno de los tres colosos y se enfrentará a Dusan Lajovic, superior este último a Lorenzo Sonego (6-4 y 7-5).

Pella, guerrillero hasta el final

Nadal, durante el partido contra Pella en Montecarlo. ampliar foto
Nadal, durante el partido contra Pella en Montecarlo. Clive Brunskill Getty

Con su despedida, Djokovic abrió las puertas de par en par a que Rafael Nadal pueda lograr su duodécimo título del torneo. El mallorquín, citado ya en las semifinales con el italiano Fabio Fognini (1-6, 6-3 y 6-2 a Borna Coric), aplacó al impetuoso Guido Pella, que venía con una dinámica estupenda y generó una situación de emergencia en el primer set. A punto estuvo de adjudicárselo, y de plantear una escena completamente diferente, pero Nadal se regeneró y tumbó al argentino en el tie-break. A partir de ahí, viento a favor y la procesión monegasca de todos los años prosigue: 7-6 y 6-3, en 2h 20m.

«Física y mentalmente, fue un primer set muy difícil. Perder los tres primeros juegos con mi servicio me puso en una situación complicada, pero encontré la forma de contrarrestar en el momento adecuado. Reaccioné. Tuve suerte con el 4-1, porque tuvo dos puntos para estar 5-1, y con 5-1 ya es casi imposible. Tuve la suerte de escapar de ese momento. Luego jugué mejor», valoró Nadal. «Él está realizando una gran temporada y ha ganado muchos partidos en tierra batida», quiso recordar.

Campeón en São Paulo y semifinalista en Buenos Aires este año, Pella (zurdo, 28 años, 35 de la ATP) brindó un par de horas fabulosas, llevando la iniciativa y tuteando al rey de la arcilla en casi todo momento. En el primer set se distanció (4-1) e hizo lo más difícil: contuvo a Nadal cuando este le había recuperado el terreno (5-5), y luego le asestó un golpe que parecía certero. Lo parecía, solo eso. Replicó el balear como el púgil que se revuelve y lo aplastó en la muerte súbita: 7-1. Desde entonces, el desenlace ganó en previsibilidad. Guerreó Pella hasta el último aliento, pero sabiendo que estaba sentenciado.

Le rompió cinco veces el saque a Nadal (4+1), completó un partidazo. Y aun así, perdió. Encajó siete breaks (4+3). Nadal siempre guarda una bofetada de más.