Teresa Jiménez Becerril: «Un político francés nunca pactaría con los terroristas de Bataclan»

Llega a la entrevista tras pasar la mañana en las 3.000 Viviendas de Sevilla, donde ha conocido los proyectos de integración para una población con graves problemas de exclusión, una cuestión a la que ha dedicado buena parte de su tiempo en el Parlamento Europeo, al margen de su trabajo en defensa de las víctimas del terrorismo.

No debió ser fácil para usted entender lo que ocurrió este jueves en el Parlamento vasco con la aprobación de la denominada Ley de Abusos Policiales.
Estamos viendo una deriva en el País Vasco preocupante. Ya vimos a la presidenta del PSE haciendo un másterchef con Otegi. Pero que el PSOE apoye esta ley, que es sectaria y partidista, es muy grave. Eso demuestra que el PSOE está hoy más fuera del constitucionalismo, apoyando a los independentistas y a los amigos de los etarras. La gente tiene que tomar nota.
¿Usted piensa que se está perdiendo la batalla del relato en el País Vasco?
Se dice que ETA está derrotada. Es verdad que ETA hoy no nos mata, pero está en las instituciones. Cuando ves a Otegi con el dedo levantado diciendo «venimos a decir que vamos a estar en el Congreso y en el Senado, porque no pudisteis con nosotros» es duro. Porque quien no pudo estar en el Congreso porque ETA le mató fue mi hermano. Pero yo voy a estar en su lugar frente a los terroristas y a los falsos hombres de paz como Otegi. Les veo envalentonados porque el sanchismo les ha dado alas a Otegi y su entorno. Yo, al de Bildu del Parlamento europeo, ni le miraba. Pero el sanchismo les ha dado cancha. Nadie imaginaría a un político francés pactando con los que pusieron las bombas en Bataclán, comiendo con ellos o rogándoles el apoyo para sacar adelante los decretos de los viernes. Mi madre, que apenas habla de política, me dice: «Es que este hombre pacta con el diablo». Y es verdad, porque para nosotros es el diablo. En estas elecciones lo que se decide es o el PP o el sanchismo, junto al independentismo y a los de Bildu. No hay más. No sé qué cara se nos va a quedar si el día 29 los vemos en la portada de EL MUNDO celebrando la victoria con el puño en alto.
¿Y cómo se derrota ese relato?
Pues peleando en España y en Europa junto a Daniel Portero para que no queden impunes los 300 crímenes de ETA que hay aún hay sin resolver. Y batallando con Maite Pagaza para que se prohíban los homenajes a los terroristas de ETA. Mientras ellos tengan voz en las instituciones, la voz de las víctimas no debe callarse. Porque ETA ya no mata pero su relato es ganador porque equipara a víctimas y verdugos, y dentro de poco va a parecer que a mi hermano y a su mujer los mataron en una riña tabernaria.
Pero, cuando se mete en el mismo saco a Bildu, a Podemos y al PSOE, que también tiene sus víctimas, ¿no se contribuye a romper el bloque del constitucionalismo?
Es que lo que está en juego es España. Por eso lo de apelar al voto útil. No por una cuestión de partido, sino porque nos jugamos España. Yo no quiero dejarles a mis hijas una España destrozada, rota. Claro que hay una parte del socialismo, con Alfonso Guerra o Felipe González, que no está de acuerdo con la deriva del PSOE. Pero el socialismo de hoy, el sanchismo al que se abraza Susana Díaz cuando viene a dar el mitin, ése no es bueno para España.
Aznar ha dicho que Vox es el resultado de la inacción del Gobierno del PP en Cataluña.
El Gobierno del PP llegó a una España al borde del rescate. Rajoy se centró en la economía y no hay que avergonzarse de haber creado tres millones de puestos de trabajo. Pero, el discurso separatista, con la chulería de Puigdemont y Torra, se ha hecho insoportable y ha enervado el debate, que es donde Vox ha encontrado un caldo de cultivo. Aunque fue Rajoy el que aplicó el 155. A mí, desde luego, que no me hablen de derechita cobarde, que yo le he hecho frente a De Juana Chaos en las instituciones europeas y he recibido serias amenazas.
También hay un sector del PP alarmado de la radicalización del discurso de Pablo Casado.
Yo no creo que el de Casado sea un discurso radicalizado. El problema es que nos podemos quedar sin España, por eso el discurso se ha hecho más de bandera, de nación. Pero también es un discurso conciliador, tolerante. Yo soy de centro, como mi hermano lo era también. En el PP cabe mucha gente y la única línea roja es la unidad de España.
¿Cree que Vox es un partido populista?
Sí, lo veo totalmente del estilo de Salvini. Lo suyo es un populismo de libro. Y, ojo, yo soy amiga de Santiago Abascal. Le conozco y sé que también ha sufrido mucha persecución en el País Vasco. Pero nunca hablan de gestión ni bajan al terreno. Basta citar el discurso de las armas, que es muy peligroso. Tienen un discurso nacionalista y populista frente a Europa. No creen en ella. Mientras que yo quiero más Europa, porque he trabajado en Inglaterra, en Italia, y me considero una ciudadana del mundo. O sea, que ese discurso aldeano, con todos mis respetos, no va conmigo. Tampoco comparto su discurso sobre la mujer. Llevo 10 años legislando sobre víctimas del delito y sé que el 79 o el 80 por 100 de las víctimas de la trata, de los abusos sexuales, son niñas y mujeres. Eso lo ve hasta un niño chico. Claro que hay denuncias falsas y abusos, pero nada de eso ni remotamente debería servir de excusa para cargarse la ley de violencia de genero ni el pacto de estado. Trabajemos para mejorarlos.
¿Es usted feminista?
Sí.
¿Y por qué esa incomodidad del Partido Popular con el término y con el movimiento?
Mi hermano Alberto me regaló una Mafalda cuando yo tenía 13 que decía: Girls are smarter than boys (las chicas son más inteligentes que los chicos). Ya entonces sabía él que yo apuntaba maneras. Escribí un artículo en Abc que titulé Mis derechos nos son el juguete de la izquierda. No me gustan mucho las etiquetas pero me siento feminista y me siento de centroderecha. No veo cuál es el problema. Y detesto la palabra feminazi, porque denigra toda la historia de un movimiento al que tanto se le debe. Una mujer que tiene un trabajo y una independencia económica está mucho más protegida contra la violencia de género, por ejemplo. Y hay mucho en lo que se puede avanzar aún.