Las tres derechas pasan el test de Bertín

Los tres líderes hablaron de sus hijos, pero Abascal añadió algo distinto: “Que sean de izquierdas, que sean lo que quieran, pero yo no les perdonaría que fueran traidores a la patria. Sería como una traición a sus padres, a sus abuelos”. La patria explicada en prime time en Telecinco. Algo inaudito.

El programa se lo llevó Abascal contando también una infancia que no es común. La presión etarra a su familia en Amurrio le curtió desde niño. Un día fue al colegio con el traje de la selección y le insultaron por ello. Al día siguiente volvió vestido igual.

Su abuelo se negó a pagar el impuesto revolucionario a ETA, su padre sufrió varios intentos de asesinato y él se compró un arma para defenderle. Eso no lo podían igualar Rivera y Casado. Y no solo fue eso, ni la naturaleza de sus propuestas: en ocasiones su tono refresca el discurso político habitual. Mientras Casado afirmaba, por ejemplo, que en el PP no hay corrupción, Abascal la daba por segura en Vox.

Las tres derechas pasaron por Bertín Osborne, test conservador y de masculinidad de la televisión actual (llegó a preguntar por “el chavaleo”). Casado llegó con carne de ávila, Rivera con una empanada y Abascal con unos pimientos “españoles y ecológicos” hechos por su mujer.

Casado, nieto feliz del consenso, habló de su abuelo represaliado por el franquismo y prometió un reformismo express en los primeros cien días tomando como modelo a Rajoy y Aznar (“dos estadistas”); su tono conciliador se abrió a Cs y a Vox, siempre que corrijan algunas cosas relativas a la LIVG. En Casado brilló quizás lo técnico. “Podríamos montar 15 gobiernos”.

“Madrid acoge, pero echo de menos el mar de Barcelona”, con frases de Pantomima Full se presentó Rivera. Su vida es conocida: deporte, derecho, cuatro años en La Caixa. Se considera “liberal, constitucionalista y español”. Reivindica en España y Europa un “espacio de centro” y un liberalismo económico y moral al que no dejó de referirse. Una idea política que relaciona con su biografía. Cuando Osborne le preguntó por Malú desvió la cuestión con una sonrisa y una frase medio reivindicativa sobre España como “país en el que uno tiene el derecho a rehacer su vida”.

A la pregunta de si le había llegado el momento respondió: “Le ha llegado el momento a España más que a mí”. Malú no lo aclaró, pero España ya está madura para Rivera.

Abascal es otra cosa. Enterizo, sobrio. No mueve constantemente las manos, no gesticula y tiene un mensaje que se sale de los márgenes de lo manufacturado en los medios. Contra ellos arremetió varias veces hablando de «propaganda».

El programa de Bertín Osborne era la oportunidad y el lugar elegido para romper el cerco mediático. Pudo explicar su postura sobre la Ley de Violencia de Género y los homosexuales. Sobre lo primero se reafirmó en recuperar la presunción de inocencia y abandonar la idea de género que considera un constructo ideologico de la izquierda. Afirmó que en VOX hay homosexuales y que la única vez que en su vida estudiantil perdió la compostura fue como reacción a unos comentarios homófobos. «Unión civil, no matrimonio», concluyó.

Abascal reafirma la unidad de España de modos desconcertantes: “¿Cuál es la bandera de los gays? La tuya y la mía: la de España”.

Cataluña es algo mucho más importante que una nación, es una región de España”.

Se parecieron los tres en la aplicación del 155 en Cataluña y en la bajada de impuestos. Un 155 indeterminado y con la extensión que haga falta, según Rivera. Abascal no olvida, además, el Código Penal.

Matiza la unanimidad también en relación con la Monarquía. Su apoyo a la Institución está sujeto a la lealtad a la unidad de España sin aventuras confederales. Aseguro, eso sí, que Felipe VI no deja dudas y está “en vanguardia”.

Abascal explicó que rompió con el PP por la “traición de Rajoy a María San Gil” y “la excarcelación de etarras en 2013”. La actitud ante el marianismo divide claramente a la derecha actual.