Sebastián Piñera: «Los días del dictador Nicolás Maduro están contados»

Sebastián Piñera (Santiago, 1949), acaba de cumplir el pasado 11 de marzo el primer año de su segundo mandato no consecutivo en la Presidencia de Chile. Uno de los hechos novedosos de esta gestión ha sido su firme rechazo al régimen de Nicolás Maduro en Venezuela. El 22 de marzo en Santiago se dará un paso más en el cerco diplomático al dictador cuando ocho presidentes funden Prosur, el foro que sustituirá a Unasur, creado en tiempos de Hugo Chávez, y que ha caído en la inoperancia y el descrédito desde hace un lustro. Piñera también ha conseguido que la economía chilena vuelva a crecer a buen ritmo (un 4% en 2018, frente al 1,7% del año anterior), pero está muy preocupado por los efectos que la guerra comercial entre EEUU y China puede tener sobre su país.

Usted ha sido un actor relevante en la crisis venezolana. ¿Por qué?
Porque Venezuela está viviendo una tragedia y lo considero una obligación moral. Es una tragedia porque hay una dictadura que no respeta la democracia ni los derechos humanos y no hay separación de poderes. Hoy, en Venezuela, el país más rico de América Latina, el 90% de sus habitantes está literalmente en la pobreza, sin alimentos, sin medicamentos. Y en tercer lugar porque hay ciertos valores como la libertad, la democracia y los derechos humanos, que para mí son sagrados y que deben ser defendidos siempre y que no reconocen límites ni fronteras. En este momento, dada la crisis que existe y el sufrimiento del pueblo venezolano, no corresponden posiciones ambiguas. Hay que ser fuertes y claros: el Gobierno de Maduro es una dictadura, el presidente legítimo de Venezuela es Juan Guaidó y tenemos que hacer todo lo que esté a nuestro alcance, dentro de los medios pacíficos y del derecho internacional, para que caiga la dictadura y Venezuela recupere su libertad y democracia.
Se ha implicado personalmente, ha ido a Cúcuta y ha recibido críticas en Chile por esto…
Fui a Cúcuta porque me invitó el presidente Guaidó y el presidente Iván Duque y porque quise dar una expresión fuerte y clara de mi apoyo a la libertad, la democracia y los derechos humanos en Venezuela. Y, además, porque llevamos ayuda humanitaria que el pueblo venezolano necesita con urgencia y desesperación. Las críticas son parte del juego de la democracia. Si no hubiera ido también me habrían criticado. Si yo estuviera preocupado de eludir las críticas no me levantaría de mi cama.
Usted y su homólogo colombiano, Iván Duque, han decidido promover Prosur, una nueva estructura regional. ¿Qué pretende?
Prosur es un foro que permitirá a los países de América del Sur tener una instancia de diálogo, de acuerdos, de coordinación, de colaboración.
¿Sustituye a Unasur, el foro promovido por Hugo Chávez en 2007?
Esa instancia no existe. Hace cinco años que Unasur no se reúne, porque Unasur ha sido un fracaso producto del exceso de burocracia, por una parte, y del exceso de ideología, por otro. Prosur, en cambio, es un foro abierto a todos los países de América del Sur, con una sola condición: que respeten la libertad, la democracia y los derechos humanos… Prosur es absolutamente necesario porque hace cinco años que los presidentes no nos reunimos para poder dialogar y hacer que la voz de América del Sur se escuche con fuerza.
¿Hubiera esperado una actitud de mayor compromiso con Venezuela por parte de Europa?
Europa se ha dividido. Países como Alemania y Francia y muchos otros han tenido una actitud de total compromiso; otros como Italia y Grecia han tenido una posición distinta, y como la Unión Europea actúa por unanimidad, ha llegado a esta posición de seguir con el diálogo. Quiero recordar que hace muchos años que se busca el diálogo en Venezuela de forma infructuosa, y decir ‘queremos una solución pacífica y una solución acordada’, hoy en día no agrega nada.
¿Cuál es la salida en Venezuela?
Creo que los días del dictador Maduro están contados por dos causas: primero, porque la corrupción y la incompetencia son de tal magnitud que está provocando un sufrimiento y una angustia a su pueblo, que lo ha hecho reaccionar con fuerza. Y segundo, porque la inmensa mayoría de las democracias de Europa y de América estamos dispuestas a jugárnosla, dentro de los medios pacíficos y democráticos, para que Venezuela recupere su libertad. Nunca había sucedido esto.
¿Cuándo se va a constituir Prosur?
El 22 de marzo tenemos una reunión de presidentes en Chile, y ahí esperamos que todos los países se adhieran a la idea de crear un foro democrático de diálogo. Quiero recordarle que cuando nació Unasur se demoró siete años desde que surgió la idea hasta que se consolidó. Espero que esta vez lo hagamos en forma mucho más rápida.
¿A quién espera usted para la inauguración de Prosur?
Bueno, están confirmados los presidentes del Brasil, de Argentina, de Paraguay, de Colombia, de Perú y de Ecuador.
En junio ha sido invitado a la reunión del G-20 en Osaka, Japón. Usted ya estuvo en la reunión de Buenos Aires. ¿Cuáles son sus perspectivas para ese encuentro?
En primer lugar, es un reconocimiento a Chile, el haber sido invitado dos veces consecutivas a la reunión de los 20 países más poderosos del mundo. Y lo que esperamos es que se logre avanzar en los temas que ahora inquietan y angustian. El G-20 es una buena instancia para terminar la absurda guerra comercial entre EEUU y China. Avanzar en el compromiso de los países más grandes para combatir con mayor eficacia el cambio climático, hacer todo lo posible por evitar una segunda guerra fría, y digo esto porque tanto EEUU como Rusia se retiraron del Pacto de No Proliferación de Armas Nucleares.
¿Qué espera de las negociaciones comerciales entre EEUU y China?
Espero que la cordura y el sentido común regresen, porque una guerra de tarifas, como la que hemos conocido durante el año pasado entre las dos potencias económicas más grandes, las va a perjudicar a ambas y al mundo entero. Se está gestando una guerra tecnológica sobre quién controla las nuevas tecnologías de las comunicaciones: la tecnología 5G. Hay otro conflicto que se expresa en dos iniciativas, que compiten entre sí, la de infraestructura que es la Ruta de la Seda, el «One Belt, One Road» de China, y un proyecto que está impulsando EEUU con India y con Japón. Está bien que haya competencia entre dos potencias, pero no que transformen esa competencia en un juego de suma cero o negativa donde todos perdemos. Si las reglas son claras, si se respetaran esas reglas comerciales, no ocurriría esto. Y debo decir con claridad que la Organización Mundial de Comercio (OMC), hace mucho tiempo que no está cumpliendo con su labor.
Es grave esto que dice…
De hecho, la OMC todavía no logra designar el panel que debe resolver las disputas comerciales y, por tanto, estamos en un mundo en que el comercio no tiene una instancia de regulación porque la OMC, producto en parte de este conflicto entre China y EEUU, no está cumpliendo su misión y tenemos que recuperar eso. Y ésa es otra de las tareas que podemos discutir en el G20.
.En noviembre, Chile va a organizar la reunión del Foro de Cooperación Asia- Pacífico (APEC). Usted dice que estará especialmente orientado a la mediana y pequeña empresa, un sector que considera que se ha quedado retrasado en disfrutar de los beneficios de la globalización. ¿Qué quiere decir?
La última reunión de la APEC, que es el foro de libre comercio más grande del mundo, se hizo en Papúa Nueva Guinea y no fue una buena reunión. Los conflictos entre China y EEUU impidieron, por primera vez en 30 años, que hubiera una declaración acordada por todos los países. Esperamos que en Chile podamos dar un paso adelante. Nosotros queremos enfatizar que el libre comercio debe favorecer a todos, pero en forma muy especial a las pequeñas y medianas empresas y a las mujeres, que han estado excluidas.
¿Ve como perdedores de la globalización a las pymes y a las mujeres?
Evidentemente que han estado rezagados y no han tenido acceso pleno a los beneficios del libre comercio. Esos van a ser dos énfasis o prioridades que Chile quiere poner sobre la mesa.
¿Cómo se gobierna en un mundo que se desglobaliza?
Sin duda que esta pugna entre las grandes potencias, lo que está pasando en la UE -que está capturada por el Brexit y que aún no logra resolver ese tema-, este revivir de la guerra fría, dificultan el camino de la globalización. Y quiero decir que eso es extraordinariamente peligroso porque los grandes problemas que enfrenta la humanidad, no se pueden resolver a nivel de cada país. Por ejemplo, el tema del calentamiento global no es un problema de un país en particular, es de todos. El tema del narcotráfico, también. El de la violencia y el terrorismo. El tema de la contaminación de los mares, de la escasez de agua dulce, esos problemas requieren un enfoque global. Y cuando más requerimos un gobierno global eficiente y coordinado es cuando está siendo puesto en duda y eso es muy peligroso.
Chile es un país que abrió muy pronto sus mercados en la década de 1980. Cuando le pregunto cómo es gobernar con desglobalización, en realidad quiero saber si tiene una visión para un país como el suyo en un mundo distinto.
Obviamente sería una muy mala noticia para Chile que el mundo se desglobalice, porque somos un país pequeño, lejos de los grandes centros de consumo, con mercados internos limitados, que no puede basar su desarrollo en la autarquía. Y, por lo tanto, un fenómeno de desglobalización, un fenómeno de proteccionismo sería extraordinariamente perjudicial para Chile y tendríamos, por supuesto, que hacer los ajustes que se requieran, pero seríamos duramente golpeados.
En diciembre se va a celebrar -usted tiene una agenda internacional muy intensa este año- la Cumbre del Clima (COP) en Chile. Usted está convencido del impacto humano en el cambio climático, pero otros líderes no. ¿Cómo convencería a Trump de la gravedad del cambio climático?
El Panel de Naciones Unidas de Expertos en Cambio Climático ha emitido ya cinco informes y cada vez más es más claro y categórico que el calentamiento global está siendo influenciado por las malas conductas del hombre, por el exceso de emisión de gases de efecto invernadero. Y la meta que se fijaron en la COP de París de contener el aumento de la temperatura hacia el fin del siglo a dos grados no es suficiente. Dos grados pueden ser una catástrofe. Pero, además, no lo estamos cumpliendo. Y por esa razón, en esa cumbre buscaremos que los países se comprometan -con metas más ambiciosas, con mecanismos de exigibilidad más poderosos-, a contener el aumento de la temperatura a sólo 1,5 grados y a hacerlo ya. Desde ese punto de vista, Chile tiene mucho que mostrar porque, en su globalidad, es un país que predica con el ejemplo.
No veo que haya descarbonizado su economía.
Estamos avanzando decididamente hacia ser un país «carbono neutral», es decir que en términos netos no emite carbono ni gases de efecto invernadero. ¿Cómo? En primer lugar, porque Chile es de los pocos países del mundo en que la masa de bosques en lugar de disminuir está incrementándose, y eso es una manera de absorber CO2. En segundo lugar, porque tomamos medidas para descarbonizar nuestra matriz energética, reemplazando combustibles fósiles por combustibles limpios como las energías renovables no convencionales. En tercer lugar, porque estamos haciendo un gran esfuerzo para reemplazar nuestro sistema de transporte público, basado en el petróleo, con un sistema basado en la electromovilidad. Cuarto, porque hemos puesto normas muy exigentes para las emisiones de las fundiciones o las termoeléctricas. Todo eso demuestra que estamos comprometidos con combatir el cambio climático y lo hacemos porque Chile es uno de los países más vulnerables frente a este fenómeno: la ONU determinó 10 factores de vulnerabilidad y Chile reúne 7 de ellos. Hay personas como el presidente Trump que creen que el hombre no tiene ninguna responsabilidad. Creo que está equivocado. Pero, además, si tuviéramos la menor duda, ¿qué es mejor? ¿Actuar para evitar una catástrofe, que puede terminar con la raza humana, o no hacerlo? Le recuerdo que 99 de cada 100 especies que alguna vez existieron, ya no existen. Y no queremos que el hombre sea la próxima.
Recientemente, Chile ha suscrito un acuerdo comercial con Brasil, un país que pertenece al Mercosur y que siente que este organismo se ha convertido en una camisa de fuerza. ¿Cuál es el objetivo?
Mercosur no ha dado los resultados para los cuales fue creado y eso lo sabemos todos y también sus miembros. Por eso, en una cita que tuvimos en México, los países de la Alianza del Pacífico (Chile, Perú, Colombia y México), nos reunimos con los del Mercosur y propusimos un camino para que podamos converger en un acuerdo de libre comercio, pero que funcione, como ha hecho en forma muy efectiva la Alianza del Pacífico. Porque en pocos años la Alianza ha logrado lo que Mercosur no ha conseguido: liberalizar todo el comercio, avanzar en el libre movimiento de bienes, servicios, capitales y personas, homologar nuestros sistemas de comercio para facilitar el flujo, eliminar muchas barreras paraarancelarias, avanzar en integrar nuestro mercado de capitales, y eso lo hemos logrado con un enfoque pragmático.
Da la sensación de que la globalización se ha frenado y eso implica el abandono del multilateralismo. ¿Por qué Chile no suscribió el Pacto de Migraciones?
Chile siempre ha sido un gran defensor del multilateralismo, y lo seguimos siendo. Hemos suscrito prácticamente todos los pactos de la ONU. Ahora, en el caso de la migración teníamos una situación de enorme desorden heredada del Gobierno anterior. No había ningún control, estaba ingresando a Chile de forma ilegal mucha gente y no teníamos ninguna política. Pensamos que eso había que terminarlo, poner orden en la casa y fijar una política cuyo sentido esencial es abrir las puertas a los migrantes que vienen en forma legal, cumpliendo nuestras leyes, a integrarse a nuestra sociedad, a colaborar a nuestro desarrollo y a cumplir nuestras normas. Sin embargo, el Pacto sobre Migraciones que se discutió en Marrakech apuntaba justamente a lo contrario, a fomentar, a facilitar la inmigración ilegal. Y, por tanto, esa materia tenemos que discutirla en base a los principios que acabo de anunciar, en Chile, en nuestro Parlamento y no seguir las aguas, necesariamente, de los funcionarios internacionales de la ONU.
Su principal promesa electoral fue que Chile volviera a crecer, ¿lo ha conseguido?
Mire, el año 2017, el último del Gobierno anterior, el crecimiento fue del 1,7%. El 2018, el crecimiento fue del 4%, casi tres veces más. Durante el Gobierno anterior, Chile estaba en la parte baja de la tabla de crecimiento de América Latina; en el año 2018, la encabezamos junto con Perú. Y, por lo tanto, obviamente que Chile ha recuperado su capacidad de crecer, de invertir, de crear empleos, de innovar, de emprender.
Con un Congreso donde no tiene mayoría, hacer reformas no es fácil, ¿cuál ha sido su experiencia este primer año de gobierno?
Nos enfrentamos a una situación paradójica, porque en diciembre del 2017 no solamente tuvimos un amplio y robusto triunfo electoral, también recibimos un mandato para cumplir una misión, un proyecto, y, al mismo tiempo, tenemos minoría en las dos Cámaras. Y para conjugar esto, nada reemplaza al diálogo, los acuerdos, la colaboración, la buena voluntad. Y espero que ése sea el clima que predomine en nuestro país y que mejoremos la calidad de la política, porque yo diría que el principal problema que enfrenta el mundo hoy, creo yo, es la mala calidad de la política. Mire la confrontación brutal entre demócratas y republicanos en EEUU; mire el estancamiento en que está Europa en la forma de enfrentar sus problemas. Y eso es algo que me preocupa y me inquieta. Y hago un llamado a todos los hombres y mujeres de buena voluntad para mejorar la calidad de la política, porque los ciudadanos lo que esperan de sus políticos es diálogo y soluciones, y no una confrontación brutal.
¿Quién tiene que superar esta situación? ¿El diseño institucional, los políticos, los votantes?
Obviamente que tenemos que modernizar nuestras instituciones, hacerlas más eficientes, incorporar tecnologías digitales, acercarlas al ciudadano. Ése es un frente en que estamos avanzando mucho, que es el gran proyecto de modernizar el Estado en Chile. Otro es mejorar la calidad de la política, entender que la misión del Gobierno y la Oposición no son liquidarse mutuamente, sino que cada uno desde su punto de vista y sin sacrificar sus principios, debe buscar con diálogo y con buena voluntad, acuerdos y puntos de encuentro, porque cuando logramos acuerdos, los países avanzan más rápido y en forma más segura.
Usted tiene en marcha varias reformas: tributaria, pensiones, laboral, sanidad… se dice «que un camello es un caballo diseñado con muchas manos», ¿no teme que de esa reforma que usted ha diseñado salga «un camello»?
Bueno, estamos buscando el diálogo con la oposición para llegar a un acuerdo, pero no estamos dispuestos a un acuerdo que transforme un caballo, que es lo que el país necesita para avanzar, en un camello que signifique más frenos y más estancamiento.