La productividad se hunde desde 1995 un 10% y lastra la renta de los españoles

La economía nacional sufre desde hace décadas una enfermedad silenciosa que la carcome y que afecta al nivel de vida de los ciudadanos: la pérdida de productividad. Según un estudio de la Fundación BBVA y el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (IVIE), la productividad total de los factores de la economía española ha caído desde 1995 un 10,5%, periodo en el que la de la Unión Europea ha mejorado, en cambio, un 4,5%. Esa pérdida de eficiencia económica ha contribuido, entre otras cosas, a elevar la brecha de renta per capita de nuestro país respecto a los socios comunitarios.

Aunque un español es hoy un 40,4% más rico en términos reales que hace 23 años y la renta per cápita del país fue convergiendo con la europea hasta 2005, es aún un 19,2% más pobre que un ciudadano medio de la Eurozona, según el informe, basado en datos del «think tank» The Conference Board. «España tiene un problema de baja productividad que dificulta alcanzar un mayor nivel de bienestar material», señala. Además, esa baja productividad merma la capacidad de subir sueldos.

La pérdida de productividad sufrida en casi un cuarto de siglo compara muy mal con las ganancias registradas por las dos primeras economías europeas, Alemania (+8,5%) y Francia (+2,2%). Italia, con un descenso del 9,7%, sufre un problema similar al español.

La evolución de la productividad en España nunca ha seguido una tendencia estable y ha estado muy marcada por la burbuja inmobiliaria en concreto y por el modelo productivo en general. Desde los años ochenta, coincidiendo con la estabilización monetaria, y hasta la entrada en la Comunidad Europea la tasa creció rápidamente y, aunque bajó el ritmo, mantuvo la tendencia en los noventa. Fue al gestarse la burbuja cuando comenzó a descender, evidenciando que la economía se estaba apoyando en sectores ineficientes. Desde los 90 y hasta 2014, España acumuló una caída del 12,5% de la productividad total de los factores, que computa empleo y capital (maquinaria, equipos, infraestructura).

Los motivos que explican este problema estructural son un menor esfuerzo inversor en I+D, cuyo peso en el PIB es un 45% inferior al de Europa; la inversión en educación, un 4% más baja; y la posición del país en capital público, con un «stock» por habitante un 5,2% inferior.

Crisis y empleo

La crisis forzó un fuerte ajuste de empleo que cambió radicalmente la composición del PIB, lo que a su vez generó ganancias en productividad (el valor de lo que se producía cayó menos que el empleo). Entre 2014 y 2017 aumentó un 2,7%. Así, esa purga propició ganancias de productividad que, además, fueron compatibles con la recuperación del empleo. Este fue uno de los argumentos que permitían afirmar que España había logrado un crecimiento más sostenible y de mayor calidad que el que se había apoyado en el ladrillo.

Ahora, sin embargo, el sector inmobiliario ha vuelto a tomar impulso en la economía desequilibrando esa deseada sostenibilidad. Según un informe de Analistas Financieros Internacionales (AFI) sobre la productividad aparente del trabajo, en los últimos cinco años «los servicios han mostrado una evolución casi plana de la productividad, mientras en la construcción la recuperación del empleo la ha lastrado de manera muy marcada».

El peso de la industria

Esto se ha unido con el parón de la industria en 2018. «La productividad en la industria venía creciendo a tasas muy dinámicas, pero la desaceleración intensa de la producción en 2018 la han llevado a terreno negativo», relata el documento. Así, el PIB del cuarto trimestre refleja un retroceso del 0,2% de la productividad aparente del trabajo en tasa trimestral.

Y es que normalmente los sectores en los que la competencia tiene más influencia, como manufacturas, comercio, transporte y hostelería e información y comunicaciones, suelen tener mejores registros de productividad. Lo contrario ocurre en los sectores de bienes «no comerciables»: construcción, actividades financieras y de seguros, actividades inmobiliarias, administración pública, sanidad y educación. Según AFI a partir de cifras del INE, la productividad del primer grupo tuvo un aumento acumulado del 40% en el último quinquenio, mientras que en el segundo retrocedió un 30%.

El problema es que el objetivo irrenunciable de reducir el paro complica las mejoras de productividad, ya que supone el regreso al mercado de empleos menos cualificados y en sectores menos productivos. «Es muy difícil mantener ritmos sostenidos de crecimiento de la productividad mientras el empleo siga creciendo a tasas superiores al 2%», explica AFI. El gran reto de la economía española reside en su capacidad para «asimilar y explotar la digitalización, así como para impulsar la innovación», dicen los analistas.

Desde AFI explican además que «la productividad en el sector público es un asunto de la máxima trascendencia económica», aunque reconocen la complejidad de su medición y expresan la necesidad de utilizar indicadores diferentes a los tradicionales, «quizá relacionados con la satisfacción de los usuarios o la eficacia de los programas de gasto», para poder hacerse una idea de si la productividad verdaderamente está avanzando.