Aquello era un ciclón, no había manera de controlar un balón o darse media vuelta o alzar la cabeza o pensar. Nada. Enseguida aparecían jugadores de blanco, del Ajax, con los ojos inyectados en sangre y el hambre que sólo da la juventud de un equipo con mucha historia, pero que busca el futuro. Para los holandeses el partido era la vuelta a la primera página del fútbol europeo, tras trece años sin aparecer en los octavos, el momento de lucirse de esos jóvenes a los que persiguen los grandes de Europa. El partido del Ajax fue interminable, incansable. Cuando salió a morder a los hombres de Solari, todo el mundo pensó que duraría veinte minutos, quizá media hora y que si no metía un gol en ese tiempo, se vendría abajo. Pero pasó ese tiempo y el Madrid aún no podía respirar. Era como el encerrado en una habitación que busca una ventana. No terminó nunca la presión de los jóvenes del Ajax, ni siquiera con el gol en contra, ahí cuando los noveles se ríen ante el campeón de Europa. Qué va, el conjunto local peleó y corrió dejándose la vida, en una actuación meritoria, una gran presentación para su regreso a Europa.
Pero estaba Vinicius.
Por ahí intentó respirar en la primera parte el equipo de Solari, desbordado casi siempre, sin poder tocar el balón y buscando la jugada rápida, para ver si se colaba por la espalda y para evitar la presión agobiante. Aguantaba Ramos atrás, en un partido gigantesco del capitán, llegando a todos los huecos, achicando agua sin parar y manteniendo a los suyos en los peores momentos. Pero para jugar, para vivir, el Madrid buscó a Vinicius. Fue él quien llegó antes del descanso en una carrera contra todos, la única ocasión clara del equipo español. En el Madrid todo salía mal: Kroos no aparecía, Casemiro estaba lento y nadie encontraba a nadie. Había confusión: de repente Bale aparecía como medio centro o Reguilón echaba a correr solo contra el mundo y se equivocaba al final. Eran jugadas espasmódicos, sin ritmo, como si los jugadores del campeón pensasen que tenían que aprovechar la vez que podían avanzar con el balón. Porque intentar combinar era una misión imposible. Fue una bendición llegar al descanso con el empate a cero. Una bendición y una prueba de que el desarrollo y la tecnología ayudan a una vida mejor. Las mejor ocasiones del Ajax fueron un remate al palo y el gol que no fue gol. El VAR se estrena en la Champions en estos octavos y fue en el partido contra el Madrid cuando se consultó por primera vez. El gol fue una jugada confusa, de rebotes, con un error de un Courtois, que antes había salvado un mano a mano. El caso es que terminó en un remate que sólo el VAR pudo determinar que había sido fuera de juego.
Si el Madrid vio la luz fue porque encontró a Vinicius en la segunda parte. Modric dio claridad, Reguilón, qué personalidad, un pase largo y Vini lo de siempre, eso que tanto asombra y que es imposible de frenar. Ganó a su defensor y le puso el balón a su colega Benzema.
Ya estaba. O no. Porque el Ajax no se rindió. De Jong mandaba en el centro, Tadic no para arriba y cada futbolista daba su mejor versión: Schone, Blind.., qué buena pinta tiene este equipo si le dejan desarrollarse. Siguió insistiendo contra el Madrid y consiguió empatar. Es verdad que ya no tenía el aire de antes y que los de Solari tenían más la pelota, que Carvajal entraba por su banda y que Lucas Vázquez, por Bale, hacía el equipo más compacto. El Madrid podía correr y llegar, ya no era un boxeador recibiendo golpes en su esquina a la espera de poder dar un golpe. El duelo estaba más equilibrado. El conjunto español había superado su peor momento: siempre tiene uno así en la Champions y hay que sobrevivir. Lo hizo y más: ganó, porque Asensio, con Vinicius en el banquillo, volvió para marcar, para hacerse notar otra vez. Esto es la Champions.