El Gobierno de Bélgica, al borde del precipicio por el Pacto Migratorio de la ONU

Después de cuatro años de increíbles equilibrismos políticos, el Gobierno belga pende de un hilo. La llamada «coalición kamikaze», liderada por el liberal francófono Charles Michel y tres partidos flamencos, entre ellos la N-VA (Nueva Alianza Flamenca, por sus siglas en belga), la fuerza más votada del país, está al borde de la ruptura. La causa: el pacto migratorio impulsado por la ONU que Michel quiere respaldar a pesar de la dura oposición de sus principales socios.

La N-VA, la misma que ató las manos del primer ministro en relación con España yCarles Puigdemont, amenaza con hacer caer al Ejecutivo. Y lo que empezó como un pulso más por la agenda interna puede provocar una crisis muy real. Desde 2014 había muchos incentivos para que esa coalición imposible resistiese, pero a tan sólo unos meses de las próximas elecciones federales, las fuerzas se van reubicando y las prioridades cambian.

La N-VA mantiene un discurso muy duro en temas migratorios, encabezado por el secretario de Estado de inmigración, Theo Francken, que coquetea abiertamente con posturas xenófobas. El partido se opone totalmente al acuerdo de Naciones Unidas, a pesar de no ser vinculante. De hecho, la N-VA ha lanzado (y se ha visto forzada a retirar) una campaña publicitaria abiertamente racista contra el Global Compact de la ONU, en la que juntaba mensajes contra el pacto migratorio, contra la inmigración ilegal y sobre el acceso a la seguridad social. Y todo con fotografías de extranjeros, magrebíes y mujeres con velo. Una «campaña escandalosa», según han denunciado la mayor parte de los grupos políticos, que ha tomado la redes sociales y únicamente ha sido aplaudida con entusiasmo por el ultraderechista Vlaams Belang.

Esta vez, Michel, apremiado también por la extensión a Bélgica de las protestas de los ‘chalecos amarillos’ que han acorralado a Macron en Francia, no parece dispuesto a ceder, no a cualquier precio. Y ha anunciado su intención de acudir a la Cumbre de Marruecos para defender la postura respecto la inmigración de su Gobierno si cuenta con el respaldo del Parlamento. Allí, previsiblemente, la N-VA votará en contra, pero el primer ministro tendría una mayoría alternativa suficiente. La duda es si ambas partes están dispuestas a cruzar la línea y asumir las consecuencias. El líder de la N-VA y alcalde de Amberes, Bart De Wever, tampoco ha dado indicaciones de querer dar marcha atrás, pero es consciente de que su posición es mucho más débil.

«La campaña de la N-VA es inaceptable», ha dicho este martes Michel en una rueda de prensa extraordinaria. «El pacto migratorio es un acuerdo internacional. La Unión Europea y Bélgica han desempeñado un papel en los últimos meses en la negociación de este pacto. Los diversos gabinetes ministeriales belgas participaron en esta negociación. Hemos dado la palabra. Nos aseguramos de que los temas de seguridad y migración se incluyeran en este texto. La posición belga fue validada el 12 de septiembre en la ONU», ha insistido.

«Solo unas semanas más tarde, después de que el canciller austriaco Kurtz expresara sus reservas, el secretario de Estado para las Migraciones me informó de las reservas que tenía sobre el pacto», ha detallado el primer ministro en referencia al polémico ‘Franken’, una figura al alza que usa el extremismo, la tensión y la provocación para aumentar diariamente su perfil. «Algunos dicen que es un pacto que sería contrario a las reglas que existen sobre la reunificación familiar, ¡no es cierto! El pacto dice que podemos definir nuestras propias reglas sobre la reunificación familiar. Así que hay muchas falsedades sobre este pacto», ha concluido Michel.

«Reconozco que el primer ministro se encuentra en una situación delicada. En septiembre dijo ante la ONU que Bélgica aprobaría el pacto migratorio y que la N-VA puso su línea roja demasiado tarde. Reconocemos que es molesto, pero temo que esta crisis era inevitable», ha concedido De Wever este martes en una entrevista.

Ya el pasado enero, Francken puso contra las cuerdas a su propio Gobierno, tras un escándalo surgido de su departamento. Bélgica permitió a las autoridades de Sudán analizar la documentación de inmigrantes procedentes de allí a los que fue denegado al asilo. Y eso antes de ser reenviados, poniendo una alfombra roja a la represión. Muchos pidieron la cabeza del secretario de Estado, pero De Wever salió al paso. «Si se le pide a Theo Francken que se vaya, entonces se retirará toda la N-VA», amenazó entonces. «Lo tengo muy claro en este asunto. Apoyo a Theo Francken y no le abandonaremos».

Un complicado juego de alianzas

A principios de octubre de 2014, y tras un tiempo récord de poco más de cuatro meses, Michel, cuyo ‘Mouvement Refórmateur’ obtuvo apenas el 9% de los votos en los comicios, fue elegido primer ministro de un Gobierno del que forman parte tres formaciones flamencas: los democristianos del CD&V (por primera vez), el Open VLD y los nacionalistas del N-VA, los que sacaron más escaños y casi el doble de votos que el siguiente partido.

Los delicados equilibrios de poder en el país, y la división cultural y lingüística, hacían inviable un Gobierno encabezado por la N-VA, que aboga formalmente por la independencia de Flandes. En el pasado, los socialistas franceses habían formado parte de muchos gobiernos, pero esta vez la fuerza de Michel emergió como opción de consenso. Y a pesar de los malos augurios, ha resistido con notable solidez a crisis económicas y sociales.

El país ha celebrado hace apenas unas semanas unas elecciones locales (en las que el Movimiento de Michel ha sido castigado), y las federales están previstas para el 26 de mayo, coincidiendo con las europeas.