Creo en la Iglesia Católica V

Los fieles son aquellos que, incorporados a Jesucristo mediante el Bautismo han sido constituidos miembros del Pueblo de Dios; han sido hechos partícipes, cada uno según su propia condición, de la función sacerdotal, profética y real de Jesús, y son llamados a llevar a cabo la misión confiada por Dios a la Iglesia.

Entre ellos hay una verdadera igualdad en su dignidad de hijos de Dios. La Iglesia Católica es una sociedad en toda la acepción del vocablo. En efecto, en ella encontramos los elementos constitutivos de tales entidades, a saber: un conjunto de seres racionales: los fieles cristianos del mundo entero; una autoridad común: el Papa, sucesor de San Pedro y los obispos en comunión con él; un fin u objeto único: el cielo; los mismos medios de lograr ese fin: la Fe, la recepción de los sacramentos y la obediencia a la autoridad legitima.

En la Iglesia por institución divina, hay ministros sagrados, que han recibido el sacramento del Orden y forman la jerarquía de la Iglesia. A los demás fieles se les llama laicos. En otro sentido, emplease hoy la palabra laico para designar lo sin religión e incluso antirreligioso. De los ministros consagrados y de los laicos provienen fieles que se consagran de modo especial a Dios por la profesión de los consejos evangélicos: castidad en el celibato, pobreza y obediencia.

Jesús instituyó la jerarquía eclesiástica con la misión de apacentar al Pueblo de Dios en su nombre, y para ello le dio autoridad. La jerarquía está formada por los ministros sagrados: obispos, presbíteros y diáconos. Gracias al sacramento del Orden, los obispos presbíteros actúan, en el ejercicio de su ministerio, en nombre y en la persona de Jesucristo cabeza; los diáconos sirven al Pueblo de Dios en la diaconía (servicio) de la palabra, de la liturgia y de la caridad.

A ejemplo de los doce Apóstoles, elegidos y enviados juntos por Jesús, la unión de los miembros de la jerarquía eclesiástica está al servicio de la comunión de todos los fieles. Cada obispo ejerce su ministerio como miembro del colegio episcopal, en comunión con el Papa, haciéndose partícipe con él de la solicitud por la Iglesia universal. Los sacerdotes ejercen su ministerio en el presbiterio de la Iglesia particular, en comunión con su propio obispo y bajo su guía. El ministerio eclesial tiene también un carácter personal, en cuanto que, en virtud del sacramento del Orden, cada uno es responsable ante Jesús, que lo ha llamado personalmente, confiriéndole la misión.

El Papa. Obispo de Roma y sucesor de san Pedro, es el perpetuo y visible principio y fundamento de la unidad de la Iglesia. La palabra Papa es de origen griego, pappas, y significa padre venerable. Es el Vicario o representante de Jesús en la tierra, cabeza del colegio de obispos y pastor de toda la Iglesia, sobre la que tiene, por institución divina, la potestad plena, suprema, inmediata y universal. Jesús prometió y concedió la primacía en su Iglesia a San Pedro. De hecho éste la ejerció y los demás Apóstoles y todos los fieles reconocieron. Se la prometió en territorio de Cesárea de Filipo, cuando le impuso el nombre de Cefas (en arameo Kefa), que significa piedra, porque él había de ser la piedra fundamental de la Iglesia, Se la concedió el Señor después de su resurrección, cuando le confió el encargo de apacentar sus corderos y sus ovejas, es decir, a todos los fieles y a sus pastores. Que San Pedro ejerció la primacía y que los Apóstoles y los fieles la reconocieron, se prueba por los Evangelios, los Hechos de los Apóstoles y la historia de más de veinte siglos.

Los obispos, en comunión con el Papa, tienen el deber de anunciar a todos el Evangelio, fielmente y con autoridad, como testigos auténticos de la fe apostólica, revestidos de la autoridad de Jesús. Mediante el sentido sobrenatural de la fe, el Pueblo de Dios se adhiere indefectiblemente a la fe, bajo la guía del Magisterio vivo de la Iglesia. La infalibilidad del Magisterio se ejerce cuando el Romano Pontífice, en virtud de su autoridad de Supremo Pastor de la Iglesia, o el colegio de los obispos en comunión con el Papa, sobre todo reunido en Concilio Ecuménico, proclaman con acto definitivo una doctrina referente a la fe o a la moral; y también cuando el Papa y los obispos, en su Magisterio ordinario, concuerdan en proponer una doctrina como definitiva. Todo fiel debe adherirse a tales enseñanzas con el obsequio de la fe.

Los obispos ejercen su función de santificar a la Iglesia cuando dispensan la gracia de Jesucristo, mediante el ministerio de la palabra y de los sacramentos, en particular de la Eucaristía; y también con su oración, su ejemplo y su trabajo. Cada obispo, en cuanto miembro del colegio episcopal, ejerce colegialmente la solicitud por todas las Iglesias particulares y por toda la Iglesia, junto con los demás obispos unidos al Papa. El obispo, a quien se ha confiado una Iglesia particular, la gobierna con la autoridad de su sagrada potestad propia, ordinaria e inmediata, ejercida en nombre de Jesús, Buen Pastor, en comunión con toda la Iglesia y bajo la guía del sucesor de Pedro.