Frank Cuesta y Victorino Martín: «Somos anti-antitaurinos»

Frank Cuesta y Victorino Martín viven de y entre los animales. Uno viene de la jungla y el otro de la dehesa, donde recientemente le picaron mientras andaba descalzo por casa. No se pone de acuerdo con el herpetólogo sobre qué se clavó en el pie. «Un alacrán», «un escorpión»… La charla ya los confronta, sin necesidad de entrar en la plaza, que burlan para sentarse en Casa Toribio. En esta ocasión, el ganadero lleva zapatos, de piel. El aventurero baja la cremallera de su abrigo reciclado para descubrir el perfil de un puerco espín. Los dos van de frente. Se pinchan con sus argumentos. El tema de debate es de los que duelen.

FRANK CUESTA. ¡Matáis toros!

VICTORINO MARTÍN. ¡Y les permitimos que nos maten!

F. C. Pero luego los matáis, ahí dentro.

V. M. ¿Y los que se indultan? ¿Y dónde acaban todos los animales domésticos? ¿Dónde acaban las gallinas, las vacas? ¿Dónde acaban los conejos?

F. C. ¡Pero no es un espectáculo!

V. M. Entonces me estás hablando de cinismo: se puede matar, pero lo malo es que lo ve la gente.

Martín regenta la ganadería de toro bravo más prestigiosa y ha abanderado esta semana la conmemoración del día de la tauromaquia. Mientras, Cuesta promociona las cuatro ediciones de Wild Frank: toros, un programa que se estrena este domingo a las 21.30 horas en VEO DMax.

PREGUNTA. ¿Fiesta?

V. M. Fiesta es celebración. Celebración es allanamiento. Se olvida todo. En fiesta no preguntas si eres de izquierdas, si eres de derechas; si eres joven, si eres mayor. Las fiestas van acompañadas de un rito, que además se pierde en los anales de la historia y ha ido evolucionando. Allí no hay clases sociales ni partidos políticos.

F. C. Alguna gente lo considera fiesta nacional… Yo lo considero un espectáculo prescindible.

V. M. ¿Y qué hay necesario en esta vida? ¿Son necesarios tus programas?

F. C. Yo al final de mis programas no mato al animal. Le doy la oportunidad de que me mate, pero yo nunca lo mato [sonríe paródico]. La cobra me puede matar, ha nacido para tener esa oportunidad. Yo la indulto siempre.

P. ¿El toro bravo es un animal privilegiado?

V. M. Fíjate si lo es, que se le da la potestad de poder matar a un hombre, sin reclamárselo. Lo igualas.

F. C. Privilegiado desde que nace y hasta que llega a la plaza de toros, comparado con otros animales. Puede matar a un hombre, pero si mata al hombre va a morir también.

V. M. Me sorprende que a ti te extrañe la muerte.

F. C. A mí la muerte no me extraña. Me parece una cosa normal. ¿Cuántas vacas mueren todos los días en un matadero? ¿Cuántos cerdos? ¿Cuántas gallinas? La muerte es parte de la vida, lo que pasa es que la hipocresía no nos deja ver esa muerte. Ve a un matadero, a ver cómo la vaca llora, cómo espera 40 minutos oliendo la sangre y la muerte. Estoy en contra de los espectáculos en los que se utilicen animales, lo que pasa es que para vosotros no es un animal, sino parte de un ritual. No lo ves como el perro que tienes en casa, sino como un producto.

Martín se fija en cada fotografía del restaurante, especializado en rabo de toro lidiado en Las Ventas. Se detiene ante una imagen de su padre, que falleció en octubre del pasado año. Los de Cuesta quizás sean los primeros zuecos de goma que pisan el local, pero en la elaboración del programa sí ha recorrido varios ruedos, para sorpresa de aficionados como los de la corrida de la prensa de junio. Unos días antes, lo había acogido Martín en su finca de Las Tiesas, donde campan reses y también alacranes -o escorpiones-.

El presentador, aunque no es partidario de prohibir la tauromaquia, está convencido de que «cada vez menos gente quiere ver un espectáculo donde el animal muere en directo. Explicarle a un millennial lo que es los toros sería imposible», asegura. Martín se revuelve: «Es el contrapunto de lo que nos quiere imponer la cultura anglosajona. La cultura mediterránea no oculta la muerte. Como no pongamos freno a la anglosajona, al final el mundo va a ser plano». Cuesta le interrumpe: «A no ser que mueran muchos toreros: si empiezan a morir muchos toreros, la gente se volverá loca e irá a ver cómo mueren«. Por lo pronto, Podemos ya ha propuesto que se vote la continuidad de esta tradición, erradicada ya en 10 provincias españolas.

V. M. Podríamos llevar a referéndum si Podemos tenía que existir o no en España y a lo mejor Pablo Iglesias se lleva una sorpresa. A lo mejor hay más de un 50% de españoles que piensan que Podemos son unos demagogos, unos populistas y que lo que cuentan son historias. Si lo llevamos a referéndum, a lo mejor resulta que los toros tienen que seguir y que Podemos debe desaparecer.

F. C. Los toros acabarán porque la gente dejará de ir. A las nuevas generaciones les importa una mierda.

Según datos del Ministerio de Cultura, en los 10 años de 2007 a 2017 descendió un 57,4% el número de festejos taurinos. Martín no acepta tales cuentas: «Eso habla de festejos mayores. Sin embargo, hay un 20% más de festejos populares en el último año. Como la gente tiene menos dinero, en lugar de ir al festejo de plaza, va al popular».

Los dos se han encontrado en la polémica tras refugiarse de lo urbano, ya sea en Extremadura o Tailandia. Martín llama «psicópatas» a quienes celebran la muerte de los matadores. Cuesta, en cambio, los denomina «gentuza». Los dos reconocen las duras condiciones que marcan el ritmo frenético de la industria alimentaria, que no agrada tanto a Martín como cobijar reses bravas «en un hotel de cinco estrellas». «Somos anti-antitaurinos y anti-animalistas. Somos ecologistas, no animalistas», afirman. Según el ganadero, «el primer animalista que hubo en el mundo fue Hitler y el animalismo pretende igualar al hombre con los animales».

Está curtido Martín en la defensa de sus creencias: llama la atención sobre la leche del café de Frank Cuesta y alerta de las zapatillas deportivas de quien les entrevista: «Volver a la época de las cavernas, eso es el animalismo. ¡Sustituir al humanismo!», clama: «El toro de lidia es una joya genética. Una de las cosas que defiende la Unesco es la biodiversidad y, si alguna cabaña de vacuno tiene biodiversidad entre sus individuos, ésa es la de lidia.

P. También desde la ONU, a través del Comité de los Derechos de los Niños, se recomienda a España que los menores no asistan a espectáculos taurinos.

V. M. Lo dijeron desde Suiza un egipcio, un holandés… Ninguno de los componentes de ese comité tenía tradición taurina en su país, pero además no aportaron ningún estudio científico.

En los cuatro episodios del formato, producido por Molinos de papel, participan Luis Francisco Esplá, Manuel Escribano, Diego Ventura y Saúl Jiménez Fortes, además de activistas como Aïda Gascón y Óscar del Castillo.

Wild Frank: toros acude por ejemplo a las fiestas de Coria, no lejos de los terrenos de Victorino Martín. En esa localidad cacereña, se suelta un toro y la fiesta se prolonga hasta que el animal es abatido de un disparo en la cabeza. «La manera en que muere es una brutalidad, pero cae fulminado», admite el herpetólogo. Martín defiende la práctica: «El que dice ‘ay el toro de la Vega’ o ‘ay el toro de Coria’ empieza a estar contaminado por el cinismo de quien busca el ‘divide y vencerás'».

Cuesta dejó de comer carne años atrás, aunque desechó esa dieta, dice, por haber empeorado su salud. Ha modificado también algunas de sus tesis, extendidas en YouTube con sus cientos de miles de visualizaciones: «Hice un vídeo sobre los toros en el que decía que eran unos sádicos, que aplauden el dolor animal. He tenido que rectificar». En esa plataforma también ha respondido a los que, ahora desde el otro lado, cargan contra este programa.

La controversia no abandona los círculos de la plaza. El propio Toribio, que da nombre al restaurante, interviene de vez en cuando en el debate, por ejemplo para explicar que «mucha de la carne del toro bravo va a las cárceles, porque se vende muy barata aunque no sea mala». Cuesta se ensaña con el ser humano y el trato que éste dispensa, no siempre merecedor del adjetivo. Así, recuerda «el pastor alemán que vive en 20 metros cuadrados» y «la gente que va a Tailandia y se sube a un elefante para hacerse una puñetera foto». Concluye: «El mundo está hecho como está. Somos abusadores natos, porque estamos en el top del top. Si los toros estuvieran arriba, lo mismo éramos nosotros los toreados«.

P. ¿Y hay sufrimiento?

F. C. Al toro le tiene que doler la puya, la banderilla, pero es un animal hecho para seguir embistiendo. Yo soy especialista en comportamiento y puedo decir que los animales normalmente no embisten cuando van a morir. El toro no tiene ni puñetera idea de que está sufriendo; sólo cuando tiene la espada metida, la cabeza baja y borbotea la sangre. El toro de lidia nace con mala hostia. Es un hijoputa.

V. M. ¡Qué va!

Se agotan las suertes sin que un argumento sirva de estocada. Salen del restaurante y se despiden en Las Ventas. Martín está en su hogar, como quien dice. Cuesta toma otro camino y se aleja; su camiseta reza a la espalda: «Los animales no tienen abogados».