El camino a Primera del Real Zaragoza ya está abierto tras ganar al Valladolid

Misión cumplida, con garra, efectividad, un Borja Iglesias inmenso con un triplete, un equipo entregado de principio a fin que jugó en inferioridad numérica más de media hora y, sobre todo, una afición sobresaliente que llevó en peana a los suyos cuando hizo falta, siempre, de forma decisiva. El Real Zaragoza tumbó al Valladolid por 3-2 en un partido épico y culminó su remontada iniciada en febrero, que lo ha llevado desde la parte baja de la tabla hasta lo más alto en cuatro meses de ensueño.

El inicio del primer tiempo respondió a pies juntillas al estilo zaragocista de la segunda vuelta, la del camino casi impecable en casa. Dominio del balón, búsqueda de pases filtrados al área de los castellanos y percusión permanente por las dos bandas en busca de una jugada limpia de gol. Los aragoneses tuvieron un cuarto de hora de máxima intención ofensiva, una vez salvados los primeros tres ataques iniciales que protagonizaron los pucelanos sin éxito sobre las inmediaciones de Cristian Álvarez. Y de esa conducta, similar a la de tantos días de éxito en La Romareda, surgió el 1-0 en el minuto 15, muy al estilo de los partidos precedentes.

Ya había amagado la medular blanquilla un par de veces con dejar solo a Borja Iglesias a base de paredes o toques a la primera de Pombo, Papunashvili o Zapater. En ese minuto feliz llegó la perfección, tras un control de Pombo, que se orientó hacia el centro para tocar suavemente la pelota al espacio que buscaba Iglesias con fe. El gallego se quedó solo, mano a mano ante Masip, y lo batió por bajo a la primera para jolgorio de una grada entregada. De nuevo el choque lo encaraba el Real Zaragoza en ventaja y con solvencia en su propuesta.

Pero a partir de ahí llegó la diferencia con los demás antecedentes. Puede afirmarse que el Zaragoza ya no volvió a tirar a puerta hasta el descanso. La consigna era tener el balón, mucho tiempo, siempre a ser posible. Y se observó un plan mucho más asimilable al del Barça de Guardiola, al de la España de Del Bosque. Toque y toque en la línea de medios, apoyos constantes con los centrales y los laterales hacia atrás, incluso con el portero. Era más importante controlar la pelota, defender a base de que el Valladolid no tuviera la posesión, que buscar el 2-0 con ímpetu. En la media hora restante hasta el intermedio, las únicas ocasiones de gol las generaron los castellanos en diversas contras, mientras que los zaragocistas punteaban algún avance con intención que nunca llegó cerca de Masip con veneno.

Nada más lograr Borja Iglesias el 1-0, en el minuto 17, Toni Villa pudo empatar de súbito. En una jugada individual del extremo, se metió hasta la frontal, disparó con tino, dio en Mikel González y parecía que se iba dentro. Pero ahí asomó Cristian Álvarez con una mano salvadora, plena de reflejos, un golpe de brazo mágico para evitar las tablas inmediatas. Hasta el minuto 33 no habría otro susto, esta vez protagonizado por Óscar Plano, que cabeceó alto, forzado, un centro en el área del lateral Moyano en un desajuste serio de la zaga blanquilla.

Sin que el Zaragoza variase en ningún momento su propósito de tener el balón y jugarlo sin prisas, favorecido por llevar la mano en el marcador, se alcanzó la recta final del primer tiempo, lleno de tensión en ambas escuadras, con muchas faltas, mucho contacto, mucho miedo a cometer errores fatales. Ahí, ya cerca del refrigerio, un centro largo de Hervías al área zaragozana estuvo cerca de ser rematado letalmente por Plano, primero, y por el pichichi Mata, después. Pero ninguno llegó a tiempo de contactar bien con el balón. Y el Zaragoza se marchó a la caseta con la sensación del deber cumplido. Ganaba, que era lo crucial en una tarde de ‘final’, y estaba controlando bien a un adversario que llegó crecido a La Romareda jugándose exactamente lo mismo: una plaza en la promoción de ascenso a Primera. Casi nada.

El segundo tiempo arrancó del mismo modo. El Valladolid tenía más mordiente en sus proyectos de ataque, mientras que los zaragocistas manejaban el juego a un ritmo más pausado. Una falta lanzada por Zapater a 25 metros de la portería fue el primer momento de ruptura de la calma, pero paró Masip sin problemas. No ocurrió lo mismo en la primera ocasión clara en la que llegaron los vallisoletanos al área local, pues encontraron la vía para marcar su ansiado 1-1. Fue un centro del lateral Herrera que cabeceó picado Toni Villa cerca del palo derecho de Álvarez, adelantándose en el salto a Lasure. El partido volvía a empezar y a los de Natxo González ya no les servía la contemporización.

La reacción llegó rápidamente, por fortuna para los blanquillos. En un balón dentro del área pucelana, Borja Iglesias fue objeto de un agarrón continuado por parte del central que lo marcaba cuerpo a cuerpo cerca del palo. Fue tan exagerado que Arcediano no tuvo más remedio que señalar el penalti, por obvio. Era el minuto 59 cuando Borja Iglesias, engañando a Masip, logró el 2-1 apenas 7 minutos después del disgusto del empate. La Romareda estalló de euforia, sin saber que en menos de 120 segundos se iba a complicar de mala manera la noche por un exceso de celo del árbitro manchego,que expulsó con roja directa a Eguaras por una falta en el centro del campo a un jugador violeta. La cosa no era más que para amarilla, pero Arcediano se pasó de frenada y desequilibró el partido de manera tremenda a falta de media hora larga para su conclusión.

Ahí sí que el Zaragoza se vio obligado a pertrecharse atrás por fuerza. En ese momento, los minutos eran ya oro molido. Había que guardar como fuera la ventaja, la vida, el éxito final. Sergio, el entrenador visitante, metió en juego al griego Giannotas en busca de velocidad en punta. Natxo cambió a Papunashvili, muy apagado, para refrescar el fuelle de la media con Febas. Y empezó el anunciado suplicio. Míchel lanzó una falta lejana con intención y Cristian Álvarez desvió a córner junto al larguero. En el minuto 68, Mata cabeceó fuera por poco un centro de Moyano y puso el nudo en la garganta del graderío. Las miradas al reloj eran constantes, al de pulsera, pues en los marcadores no lo había por designio de la LFP en las dos últimas jornadas.

Pombo, en el minuto 70, desahogó un tanto el agobio que el Valladolid estaba infligiendo al Zaragoza, con un disparo duro desde lejos que avisó de que el equipo aragonés tenía vida más allá de su forzosa aplicación defensiva. Y, en inferioridad numérica, con enorme mérito, llegó el 3-1 para tocar la moral pucelana y elevar la autoestima zaragocista a cotas extraordinarias. Verdasca, sí Verdasca, en una penetración de Pombo por la derecha que la zaga visitante no restó, recogió el balón muerto y se metió en el área por la línea de fondo. Moyano lo derribó y Arcediano, tras un momento de duda, señaló la segunda pena máxima a favor de los zaragozanos a falta de un cuarto de hora. Borja Iglesias logró su triplete al transformar con maestría de nuevo, con el mismo engaño de antes a Masip, pero chutando al otro palo. Increíble el ambiente del estadio, que iba a llevar en volandas a su equipo en los últimos minutos de juego.

Sergio se la jugó. Metió en el campo a Toni Martínez y Ontiveros. Todos vallisoletanos al ataque, con todo perdido. Natxo replicó con Buff en vez de un agotado Pombo, tras otro gran partido. Ya quedaban menos de 10 minutos y todo parecía a punto de consumarse para bien. Los centros desesperados del Valladolid los agarraba sin problemas Cristian Álvarez, el amo del área por arriba en esa fase crucial. Por si hacía falta algún apoyo más, Natxo introdujo a Perone por Ros, para ganar estatura delante de la portería y parar a Mata en sus últimas intentonas.

Realmente, el Zaragoza jugó de maravilla en inferioridad. Tanto como que ganó el partido en tales circunstancias. Algo novedoso, algo vital en la hora de la verdad. Casta, orgullo, calidad en las acciones decisivas y, sobre todo, el graderío, el magnífico zaragocismo activo, imparable, tremendo, brutal. Una gozada la comunión de todos. Plano tuvo una ocasión clara para acortar distancias a falta de 3 minutos, tras un centro cerrado de Giannotas, pero la pelota se le marchó fuera, rozando el palo izquierdo. Poco después, Mata remató también con la testa el enésimo centro, pero Álvarez sacó con los dos puños para evitar riesgos. La Puerta del Carmen estaba defendida con uñas y dientes, con máximo acierto por los blanquillos.

Arcediano condeció 5 minutos de aumento, que sonaron a barbaridad. Tocaba seguir aplicados al máximo atrás. Mucho más cuando, tras un córner, el central Calero cabeceó a la red el 3-2 en el 92 en el único error en la retaguardia en más de 30 minutos con un hombre menos. El sufrimiento fue épico para engrandecer más aún la victoria que da el pasaporte hacia la promoción a Primera a los zaragocistas. La fiesta al final del choque fue enorme en La Romareda. El objetivo primero ya está logrado. A partir de ahora, todo el esfuerzo ha de ser para conseguir el apéndice dorado, la guinda a una segunda vuelta de fábula: el ascenso a través de los ‘play off’.

El Real Zaragoza, con la 4ª posición asegurada y optando aún a la 3ª, jugará el sábado próximo ante un Barcelona B ya descendido a Segunda B. Y a partir de ahí, viendo quién es su primer rival en la semifinal de la promoción y quién puede ser su rival en una hipotética final… lo soñado.

Ficha Técnica

Real Zaragoza: Cristian Álvarez; Delmás, Mikel González, Verdasca, Lasure; Eguaras, Javi Ros (Perone, 85), Zapater, Papunashvili (Febas, 69); Pombo (Buff, 82) y Borja Iglesias.

Real Valladolid: Masip; Moyano (Ontiveros, 80), Kiko Olivas, Calero, Borja Herrera; Borja Fernández, Míchel; Toni Villa (Toni Martínez, 72), Óscar Plano, Hervías (Giannotas, 64); y Mata.

Árbitro: Arcediano Monescillo (Comité Castellano-Manchego). Expulsó con roja directa a Eguaras (61). Amonestó a Kiko Olivas (47), Masip (58), Moyano (58), Giannotas (79) y Verdasca (95).

Goles: 1-0, min. 15: Borja Iglesias. 1-1, min. 52: Toni Villa. 2-1, min. 59: Borja Iglesias, de penalti. 3-1, min. 76: Borja Iglesias, de penalti. 3-2, min. 92: Calero.

Incidencias: Noche calurosa en Zaragoza, con 26 grados y muy nublada, de tormenta. Llovió intermitentemente desde el minuto 10. El césped de La Romareda presentó un aceptable estado. En las gradas hubo alrededor de 25.000 espectadores.