Ramón y Cajal, el neuropintor

‘El cerebro maravilloso’, las neuronas coloreadas del Nobel, recorren con éxito EEUU

Aquí, mientras, los archivos de su escuela siguen sin el museo que reclama la Unesco

Cajal hizo 2.900 dibujos para explicar sus hallazgos sobre neuronas

Santiago Ramón y Cajal ha alcanzado, más de un siglo después del Premio Nobel de 1906, un estatus de estrella de la ciencia y ahora, parte de su archivo, sus dibujos de las neuronas, se exhiben de gira por Estados Unidos como la demostración de lo que son: el inicio de la neurociencia. El cerebro maravilloso lleva por título la exposición de Nueva York, glosada allí como la obra de «un visionario». Cajal documentó sus hallazgos con 2.900 dibujos que explican visualmente sus descubrimientos sobre las neuronas. Mientras, en España, su archivo y el de cuatro discípulos -otro gran mérito del nobel fue crear escuela- son desde hace unos meses Patrimonio de la Humanidad aunque siguen sin archivero ni planes de museo.

La protección no ha conseguido que haya alguien catalogando un inmenso legado de dibujos, manuscritos, fotografías, correspondencia y preparaciones de laboratorio de la Escuela Española de Neurología. Con Cajal y su escuela, la Unesco protege la historia de la ciencia, como antes sólo había hecho con el manuscrito original de De revolutionibus libri sex, la obra fundamental con la que Copérnico revolucionó la astronomía; el archivo danés del botánico Linneo; los papeles matemáticos de Isaac Newton; el archivo de Louis Pasteur y el de Nikola Tesla.

Todo empezó, según cuenta Fernando de Castro, científico y nieto de un discípulo del nobel, «cuando unos cajalianos australianos visitaron el legado y quedaron consternados de que aquel tesoro no se exhibiera en condiciones». De las antípodas vinieron a indignarse por el estado de un archivo que pudo haber desaparecido en la Guerra Civil, de no ser por el celo con el que sus discípulos lo guardaron, pese a la cercanía de las bombas. Durante décadas, se ha conservado intacto, pero sin espacio expositivo en el Instituto Cajal. Y sin personal. En los años 80 estuvo peor, en un sótano, y los dibujos almacenados en bolsas de plástico.

Surgió así el Cajal Legacy Group, presidido por Juan de Carlos, investigador del Instituto y responsable durante años de la documentación, donde se integraron investigadores de todo el mundo que empezaron por lanzar una petición en change.org y a estudiar «cómo proponer los archivos de Cajal y de los más distinguidos miembros de la Escuela Neurológica Española para el Patrimonio de la Humanidad de la Unesco». Porque si Newton describió la gravedad y Darwin elaboró la Teoría de la Evolución, fue Cajal (y su escuela) el primero en estudiar el sistema neuronal. Y eso es lo que ha visto y apreciado la Unesco.

El último esfuerzo vino precedido de trabajos personales como los de Javier de Felipe, investigador del Instituto Cajal, divulgador incansable de la labor del científico, comisario de otras exposiciones con sus dibujos por todo el mundo: «Se le conoce ahora más en el extranjero. Es el padre de la neurociencia». «Él fue el primero», concluye De Felipe, «que deja claro que los dibujos, además de bellos, son muy importantes desde un punto de vista científico. Cajal, al que dieron el Premio Nobel de Medicina el 25 de octubre de 1906, en una entrevista admitía el placer que le producía poder unir en ellos la ciencia y esa afición suya infantil por pintar que su padre cortó de raíz.

Los archivos protegidos tienen todavía miles de cartas sin estudiar, que, como dice De Castro, pueden ser una fuente interesante de contexto. «El estudio profundo y de conjunto del epistolario de Cajal y sus discípulos queda aún por hacer… y deparará muchísimas claves y sorpresas científicas, históricas, políticas y culturales. Se comunicaban siempre en un español jugoso, rico, preciso y gracioso». Pero también en francés y en alemán, ya que algunos de ellos se habían formado en laboratorios alemanes.

El afán de Cajal por crear escuela, por que hubiera más nombres españoles en la literatura científica, dio lugar a leyendas sobre su generosidad: «Se dice que artículos hechos íntegramente por Cajal se los daba a firmar a algunos estudiantes o colaboradores para que figurase como que eran los autores de la investigación y no el maestro».

Desde su época de catedrático en Valencia supo atraer a colaboradores. Fue el Premio Internacional de Moscú el que hace que Alfonso XIII le dotara con un laboratorio perfectamente equipado y ya con personal dedicado exclusivamente a ayudarle. Cuando le dieron el Nobel en 1906, rechazó convertirse en ministro, pero a cambio convenció al rey para crear la Junta de Ampliación de Estudios (JAE), que comenzó a funcionar en 1907. «Los resultados fueron espectaculares». Y esa institución fue fundamental «para que regresasen a trabajar a España Nicolás Achúcarro y Pío del Río-Hortega; para que Tello, Fernando de Castro y Rafael Lorente de Nó se formasen en diversos laboratorios europeos, con una agilidad asombrosa, alejada de la burocracia actual. Tres de ellos rozaron el Premio Nobel de Fisiología o Medicina desde 1929 hasta 1960».

Cabe preguntarse cómo de distinta hubiera sido la ciencia en España de haber logrado esos premios. Ahora la pregunta es si se honrará lo que ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad. Sus pinturas de neuronas, sus estudios, sus documentos… Mientras, algunos de los dibujos de Cajal andan de exposición en Nueva York. La mayoría sigue en un espacio modesto del Instituto Cajal, a la espera de un museo acorde con la importancia de la Escuela Española de Neurología, que aglutine los archivos dispersos, incluidos los que están en casas particulares de familias de sus discípulos. Una paradoja última es que ya se cuente con la protección de la Unesco y el legado no sea Bien de Interés Cultural en España.

Cajal hizo en numerosas ocasiones gala de su patriotismo. Por eso, Fernando de Castro, investigador y nieto de un discípulo del nobel, cree que la ausencia de un museo Cajal «es un delito de lesa patria».