Bale espanta una pesadilla y el Madrid remonta a Al Jazira

Era real, pero también las pesadillas son reales cuando las vives, así que a ver cómo las diferencias. Era uno como uno de esos sueños en los que quieres despertarte y que se acabe, pero no hay manera y no puedes escapar ni puedes hacer nada para que se termine el pánico y la impotencia. Una pesadilla perfecta, es decir, terrible, en la que empiezas feliz, con el balón, con el rival encerrado y lo que parece que todo va bien se va convirtiendo en una obsesión: llegaba el Madrid al área una vez y otra, robaba el balón antes de que Al Jazira diese dos pases seguidas, volvía a rematar y aparecía Ali Khaseif, un portero con pinta de no pasar mucho por el gimnasio, que se dio un golpe y cojeó, pero que, sin embargo, siguió parando. Al quinto gol que salvó cuando apenas se habían cumplido los primeros veinte minutos del encuentro, los jugadores de Zidane deberían haber empezado a sospechar de que algo no iba como debía ir, la lógica fallaba: era ilógico, era irreal, era un pesadilla que el conjunto español no hubiese goleado al rival en la primera media hora de encuentro.

Era un «thriller» escrito por un guionista retorcido, que se inventa golpes de guión para mantener la atención del espectador: si la audiencia podía llegar a cansarse de tantas ocasiones desperdiciadas, de ese portero que llegaba a los remates de Ronaldo de cerca, a los de Modric de lejos o que se aprovechaba de los palos para despejar los tiros de Benzema, había un modo para atraparlo de nuevo. Por ejemplo, que Casemiro marcase un gol y el árbitro lo diese, pero luego lo anulase, para después volver a darlo, mantener el corazón en un puño y al final, con el VAR anularlo por interpretar fuera de juego de Benzema, que también había querido rematar ese pase.

El Madrid no se lo podía creer y tampoco el Al Jazira, que no sólo estaba aguantando al rival sino que con el paso de los minutos vio que todo lo que atacaban los españoles, lo perdían a la hora de defender. El plan de los locales era defender con siete y atacar con los tres jugadores de delante, con rapidez y a la contra. Nada de fútbol elaborado, todo balones arriba, para pillar a un Madrid en el que los laterales casi eran delanteros. E increíblemente, el plan le salió perfecto durante toda la primera mitad. Se defendió con más suerte que otra cosa, porque dejó que el Madrid tirase mucho, pero fue veloz y decidido cuando tuvo que echar a correr para buscar a Navas. No estuvo el Madrid fino atrás, sin saber cómo marcar: a veces los dos que se quedaban iban al mismo hombre, dejando llegar a otro atacante o se confundían y la pelota rebotaba y acab aa en los pies de los delanteros. A Casemiro le confundió el gol que había marcado, pero no que había marcado, Varane y Nacho no mezclaron también como otros días y Achraf es rápido, pero no es ordenado. Y los de arriba, ofuscados con el gol que no llegaba, tampoco ayudaban.

Y la pesadilla fue más: marcó Al Jazira, que llegó al descanso con el partido ganado y nada más empezar la segunda mitad, cuando el Madrid se pellizcaba por si estaba soñando, marcó otra vez, pero esta vez el VAR fue rápido para señalar fuera de juego.

Ese fue el momento más oscuro: esos segundos entre el gol de Al Jazira y la decisión de anularlo. Después el Madrid se centró, Ronaldo marcó y el sueño cambió. Ya no era todo tan horrible y era posible cambiar el destino de lo que estaba sucediendo. Bueno, Benzema no, que seguía disparando al palo. Zidane le cambió por Bale, parece que por fin listo para ser un jugador decisivo. Debió ser el primer balón que tocó el que metio dentro de la portería rival, para despertar, para volver a la cordura y llegar a la final.