Radiografía del primer viaje de León XIV: los mensajes detrás de sus destinos

En un momento de tensiones y conflictos en Oriente Medio, el Papa emprende su primer viaje con un claro objetivo: llevar un mensaje de paz y reconciliación y reforzar los cimientos de la fe cristiana común, recordando el legado del Concilio de Nicea

Alas 7:40 de este jueves 27 de noviembre, León XIV despega de Roma rumbo a Ankara para iniciar la primera etapa de su primer viaje apostólico, que también lo llevará a Estambul. La visita coincidirá con la festividad de san Andrés, que se celebra el 30 de noviembre, patrón de la Iglesia local y figura clave para el diálogo entre cristianos. Una coincidencia que le da a la etapa un especial peso ecuménico.

La segunda parte del viaje llevará al Pontífice al Líbano, del 30 de noviembre al 2 de diciembre, un país cuya visita ya había adelantado meses atrás el cardenal maronita Boutros Raï. En un contexto marcado por la tensión regional y la proximidad con Israel, los mensajes del Papa estarán probablemente más centrados en la paz y el acompañamiento a una comunidad cristiana —mayoritariamente maronita— que representa cerca del 30% de la población y que sigue padeciendo los efectos de la inestabilidad en Oriente Medio.

Nicea: la brújula que guía el viaje

Si bien el destino más mediático es el Líbano —por su situación geográfica y la crisis multifacética que atraviesa en la frontera con Israel—, el verdadero motor del viaje se encuentra en İznik, la antigua Nicea. El Pontífice acude allí para conmemorar el 1.700 aniversario del primer Concilio Ecuménico (325 d. C.), un acontecimiento que trasciende la mera efeméride histórica.

Hace solo unos días, el Papa firmó la Carta Apostólica In Unitate Fidei («En unidad de fe»), en la que subraya la importancia de la unidad como «fuente de paz para todo el mundo». En ella recuerda que el Concilio de Nicea proclamó la fe en Jesucristo, Hijo de Dios, «corazón de la fe cristiana».

León XIV ya había descrito Nicea como «una brújula que debe seguir guiándonos hacia la plena unidad visible de todos los cristianos». La Carta Apostólica, vinculada a este viaje, insiste en que la conmemoración del concilio es una invitación para toda la Iglesia a dar «un renovado impulso en la profesión de la fe».

El Credo Niceno, fruto de aquel primer sínodo, es el «vínculo de unidad entre Oriente y Occidente» y constituye la profesión común de todas las tradiciones cristianas. En este sentido, la parada en Turquía y los encuentros con el patriarca de Constantinopla, Bartolomé I, se presentan como una «oportunidad excepcional para promover la unidad entre todos los cristianos», tal como señaló el Papa a los periodistas este martes a las puertas de la villa de Castelgandolfo. Para el Santo Padre, el espíritu de Nicea «no pertenece al pasado», sino que debe ser un criterio de referencia para el camino ecuménico.

Líbano: «Un mensaje más que un país»

Tras establecer la base de la unidad en Turquía, el Papa León XIV se dirige al Líbano, un enclave que el Secretario de Estado del Vaticano, Pietro Parolin, ha calificado de «un mensaje más que un país», una frase que radica en el logro histórico de la convivencia pacífica entre las diferentes religiones y grupos étnicos que se ha alcanzado allí, y la necesidad de que esta convivencia continúe.

El Líbano necesita urgentemente un mensaje de esperanza, según el Vaticano. A pesar de los avances hacia la solución de su crisis —incluida la elección de un presidente, Joseph Aoun, quien calificó la visita del Papa como «histórica» y «esperanzadora»—, aún persisten dificultades y obstáculos que «ralentizan el curso de las reformas».

El mensaje que el Pontífice llevará no es solo de apoyo, sino también de reafirmación de las verdades de fe proclamadas en Nicea, centradas en un Dios que «no es inalcanzablemente lejano», sino que se ha hecho cercano y ha salido al encuentro de la humanidad en Jesucristo. Por ello, señala la misiva, seguir a Jesús implica comprometerse con los demás, especialmente con «los últimos, los más pobres, los abandonados y marginados».

Esta enseñanza adquiere un significado especial en el Líbano, donde los cristianos, que representan el 34 % de la población, han aportado históricamente una contribución fundamental a la vida social y política de la región. La visita del Papa subraya la preocupación de la Santa Sede por la menguante presencia cristiana en Oriente Medio y busca reafirmar «su papel de moderación», promoviendo la ayuda mutua y el encuentro entre las distintas comunidades.

Un viaje por la unidad cristiana

En un momento marcado por los conflictos y la división, la Carta Apostólica y el viaje en sí mismo buscan que la comunidad cristiana universal sea un «signo de paz e instrumento de reconciliación». El primer periplo de León XIV, un Papa que desde su elección ha priorizado la comunión, se define así como un viaje con un doble propósito: afianzar las bases doctrinales de la fe común en Nicea y llevar el testimonio de esa fe compartida a un Oriente Medio necesitado de paz y reconciliación.

Esta región, considerada en muchos sentidos la cuna del cristianismo, vio nacer las primeras comunidades a las que se dirigieron las cartas apostólicas, como las de san Pablo, y acogió los ocho primeros concilios de la historia de la Iglesia. Es así como la visita subraya la centralidad cristológica de la fe: el seguimiento de Jesucristo, Hijo de Dios, sigue siendo el eje que une a todas las tradiciones cristianas y la referencia esencial para la unidad, la caridad y el diálogo entre los pueblos.

La seguridad en Líbano ha sido considerada, y se han tomado todas las precauciones necesarias, pero el riesgo real que busca mitigar el Pontífice no es tanto el físico, sino el de la división. La brújula de Nicea dirige a la Iglesia no hacia el pasado, sino hacia el camino de la unidad visible.