El catequista Mathieu Sawadogo, distinguido con el IX premio de Libertad Religiosa que otorga Ayuda a la Iglesia Necesitada
No es fácil llegar a ser catequista en Burkina Faso. Los candidatos se forman durante cuatro años, para luego ser enviados a lugares remotos del país del África Occidental y liderar a la comunidad católica del lugar. No terminan allí las pruebas: Burkina Faso es un país sacudido por el fundamentalismo islámico, y el 20% de todas las muertes vinculadas con el terrorismo en 2024 en el mundo ocurrieron allí. «Desde 2015, la violencia yihadista ha transformado el país, antiguo modelo de armonía religiosa, el el epicentro de la actividad extremista en el Sahel», recoge el Informe de Libertad Religiosa 2025 elaborado por la fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN por sus siglas en inglés).
Mathieu Sawadogo es uno de esos catequistas que se ha jugado la vida por el Evangelio. Llevaba cinco años como catequista en Baasmere, al norte del país, cuando fue secuestrado junto a su mujer, Pauline, en 2018. Fueron cuatro meses de insultos, vejaciones y amenazas de muerte para que se convirtieran al islam. Si seguía desarrollando su ministerio como catequista en el pueblo, le dijeron, le iba a ocurrir «algo malo». Mathieu no se arredró y siguió liderando a la comunidad cristiana del lugar, formada por alrededor de 200 fieles. «No puedo dejar de anunciar la Palabra de Dios», recordaría más tarde. «Es por eso por lo que estoy aquí», sentenció.
Su heroísmo le ha valido el IX premio de Libertad Religiosa que otorga Ayuda a la Iglesia Necesitada. Sawadogo refiere que el 20 de mayo de 2018 se presentó un grupo de hombres armados en la casa del matrimonio. Los ataron, les vendaron los ojos y se los llevaron a un lugar desconocido. Con Pauline tampoco tuvieron ninguna consideración, ni siquiera cuando ella les pidió que no la ataran porque estaba embarazada de cinco meses. A día de hoy, Mathieu no sabe dónde estuvo retenido ni si llegó a estar preso fuera de Burkina Faso.
Perdieron a su hijo
Cuando llegaron a la que sería su prisión durante ese tiempo, los terroristas quemaron todas las pertenencias de Mathieu y de Pauline y les impusieron una indumentaria musulmana. Les intentaban enseñar su doctrina, pero ellos nunca cedieron. Cada día, Mathieu rezaba avemarías. Él mismo asegura que llegó a rezar 700 avemarías en una misma noche, contándolas con la ayuda de unas piedrecillas.

El catequista burkinés con los niños de catequesis ACN
Los terroristas vieron que no tenían nada que hacer con el catequista y su esposa, y decidieron liberarlos dejándolos abandonados a su suerte en un lugar apartado. Consiguieron llegar al hospital más cercano con la ayuda de un granjero que encontraron. Allí, Pauline supo que el hijo que esperaba había muerto durante el secuestro.
Según ACN, los terroristas islámicos controlan más del 40 % de Burkina Faso. Esto ha obligado a más de 2 millones de personas a huir de sus hogares, y alrededor de 3.000 personas han sido asesinadas. «Mathieu representa a todos los catequistas que, cada día y de forma totalmente abnegada, se arriesgan en Burkina Faso y otros países del mundo para guiar a las comunidades cristianas que no cuentan con un sacerdote», subrayan desde ACN. «En muchos casos, los terroristas asesinan a los líderes de las comunidades en cuanto los identifican. Sin embargo, Mathieu pone en palabras a lo que hay en el corazón de todos estos catequistas: ‘Nunca mentiría a Dios. Es mejor ser fiel al Señor que a los hombres. Hay que testimoniar, anunciar a quién sigues y serle fiel’», concluye.












