Los dos goles del argentino, uno de ellos mediante la brillante ejecución de una falta, además de los de Le Normand, Griezmann y Sorloth, dieron el triunfo a los locales. Mbappé y Güler, los goleadores del Madrid. Los blancos se colocaron 1-2
El derbi más trepidante del último lustro, sin importar los goles que hubo en los precedentes. La emoción y el ritmo frenético fueron palpables desde el primer instante, más, eso sí, en el Atlético de Madrid que en el Real Madrid. Los colchoneros dejaron atrás los fantasmas del titubeante inicio de temporada y lograron la victoria en el primer derbi (5-2). Los goles fueron obra de Robin Le Normand, Alexander Sorloth, Antoine Griezmann y Julián Álvarez (dos), que firmó una actuación brillante.
La sorpresa llegó en el inicio, con un Atleti alejado de la controversia mostrada en las últimas semanas. Y de la especulación que, en otras ocasiones, ha acompañado a Diego Pablo Simeone. Los colchoneros ganaron porque desde el principio mostraron una audacia inverosímil por momentos, liderados por un Koke rejuvenecido, con una versión que se antojaba imprevisible que se volviera a ver.
El Madrid esperaba atrás agazapado, con la incertidumbre de si se convertiría en dominador o en dominado. Ocurrió lo segundo, porque el Atleti protagonizó una retención de la pelota cercana al secuestro, igual que ocurre entre los cantantes y el micrófono. En una jugada a balón parada, Le Normand cabeceó para el éxtasis rojiblanco.
Es posible que este sea uno de los Atleti de mayor talento que se recuerdan, aunque el Madrid no se queda atrás. El genio de sus jugadores se escenificó al encajar el primer tanto, que los ubicó más próximos al disfrute que a la decepción. Fue el turno de Kylian Mbappé, Vinícius Júnior y Arda Güler, que empezaron a divertirse como lo hacen los adolescentes en el recreo.
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El regreso al punto de partida
Güler, que a posteriori sería sustituido, reivindicó su titularidad y confirmó por qué la condena de Ancelotti al ostracismo fue un grave error. Su simbiosis con Mbappé dio frutos en la primera ocasión del Madrid, cuando el galo encontró una pradera y visualizó una autopista por la que llegar a su destino: el empate.
El Metropolitano había enmudecido, pero lo haría aún más tras un error de Le Normand, que cabeceó un balón hacia el lateral izquierdo cuando no tenía oposición. No hubo ningún grito de algún compañero, tampoco de alguien de la grada que lo alertase. Pero la jugada acabó en el freno y la aceleración de Vinícius, que le dio el pase de gol a Güler.
El plan trazado por El Cholo había erupcionado. Sorloth era su novedad en el once y había sido titular por «el gol», como resumió el técnico. Ausente hasta entonces, se convirtió en el faro en mitad de la tormenta. Su cabezazo empató el duelo a dos cuando las peores pesadillas empezaban a irrumpir en la grada.
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Güler, de héroe a villano
El duelo, por tanto, llegó al descanso en el punto de partida, sin saber si habría alguien contento hasta esas alturas. Y si alguno especularía con el empate. El Atleti se alejó del conformismo y mantuvo la tenacidad que le había devuelto la esperanza. Los blancos, mientras tanto, continuaron con la peor versión que se les ha visto desde la llegada de Xabi Alonso.
Güler se había erigido rápidamente como héroe, pero con esa misma rapidez se convirtió en villano. El fútbol muestra cambios recurrentes y un juego de roles que asusta. Su acción, al levantar el pie, lo asemejó con un bailarín más que con un futbolista. La bota impactó en Nico González y Julián, poco protagonista hasta ese instante, se encargó de transformar el penalti.
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Los genios tienen la facilidad para irrumpir sin necesidad de una llamada previa. Y Julián lo hizo de nuevo tras un error de Sorloth que, de haberse dado otro resultado, lo habría condenado al infierno. El noruego falló un mano a mano que precedió al maravilloso tanto de falta que logró el argentino, más cerca del cielo que de la tierra a esas alturas del duelo.
No hubo atisbo de remontada blanca, porque el Madrid no tuvo alternativa ante semejantes mazazos. El Atleti mantuvo la ventaja sin necesidad de sufrir, lo que transformó en una tarde plácida la visita de sus aficionados al estadio. Incluso hubo tiempo para que Griezmann cerrara el marcador con el quinto tanto. Un gol que es mucho más que eso, es el cierre del círculo,