Argüello, ante Illa: «El Estado no es Dios; la Iglesia lucha contra la idolatría del poder del Estado»

El presidente de la Conferencia Episcopal y el de la Generalitat protagonizan un diálogo en Madrid, y coinciden en señalar que «la polarización es una estrategia»

No levantó demasiada expectación el diálogo entre Salvador Illa, presidente de la Generalitat de Cataluña, y monseñor Luis Argüello, arzobispo de Valladolid y presidente de la Conferencia Episcopal, en torno a la figura de José María Martín Patino, del que se celebra este año el centenario de su nacimiento. Apenas un tercio de las 688 butacas del auditorio de la Fundación Pablo VI, ubicado en el entorno de la Ciudad Universitaria de Madrid, quedaron ocupadas en el acto organizado por la cátedra José María Martín Patino de la Cultura del Encuentro, de la Universidad Pontificia de Comillas. Un acto para homenajear al que fuera secretario del cardenal Vicente Enrique y Tarancón, en el que apenas se mencionó al homenajeado.

Salvador Illa fue presentado como «un buen católico» por el director general de la Fundación Pablo VI, Jesús Avezuela, quien repetía las palabras que le había dicho «un buen amigo común, el arzobispo de Barcelona, el cardenal Juan José Omella». «Suele ir a misa, aunque menos de lo que debiera», aseguró el moderador que le comentó bromeando el purpurado.

El auditorio de la fundación Pablo VI durante el diálogo

El auditorio de la fundación Pablo VI durante el diálogo

En sus sucesivas intervenciones quedó patente la distinta preparación intelectual de ambos dialogantes. Monseñor Argüello comenzó abogando por «no demonizar con el que quiero dialogar», algo, a su juicio, «muy habitual en los tiempos que corren». «Nos demonizamos unos a otros: Con estos no se puede hablar», lamentó el prelado. «La razón lleva a la permanente búsqueda de la verdad. Hace falta nombrar en qué estamos de acuerdo. ¿Cómo no vamos a estar de acuerdo en algo? Las diferencias son inevitables. Pero, ¿qué podemos hacer juntos, que podemos compartir?», se preguntó el presidente de la Conferencia Episcopal.

La polarización como estrategia

El prelado hizo referencia a la dialéctica de los contrarios y, basándose en Von Balthasar y Guardini, señaló que «la polarización es una estrategia. Hay que mirar la responsabilidad de cada uno». Sin embargo, el arzobispo de Valladolid abogó por buscar «polaridades antropológicas básicas». «Somos cuerpo y espíritu. Tenemos una dimensión espiritual. El cuerpo no es un objeto, no es modificable a mi gusto, por eso somos hombre y mujer. Estas polaridades están diluidas, y eso es un terreno fértil para la polarización», lamentó. Monseñor Argüello recordó «cómo antes teníamos una serie de principios claros: un buen fin no justifica unos medios inmorales. Hoy, el fin justifica los medios. Hoy miramos el valor ético de las cosas por sus resultados e intereses: es el consecuencialismo». Por eso, concluyó cuestionando «que se use la polarización con fines electoralistas».

Salvador Illa respondió señalando que «no hay espacio público, y eso hace que no me veas, que no me conozcas. Ojalá seamos capaces no ya de escuchar, sino de reconocer al otro, para convivir. Pensamos distinto pero convivimos. Por el camino de la polarización no llegamos a ningún lado».

Una foto con Illa y otra con Abascal

Para solucionar el clima de polarización, el arzobispo de Valladolid afirmó que la solución «no es buscar el término medio, renunciando a la polaridad. Yo busco apasionadamente los puntos de encuentro. Como católico, me gustaría que fuéramos un referente en esto». El presidente de los obispos señaló la importancia de «no tener miedo». «Yo hoy me hago una foto con Salvador Illa, y hace poco me hice otra con Santiago Abascal. Unos dirán que ya está aquí el rojo este de los años 70, igual que otros dijeron que ya estaba aquí el facha del siglo XXI».

Monseñor Argüello respondió a la pregunta de qué le puede ofrecer la política a la religión, y no dudó en su respuesta: «Hombres y mujeres virtuosos». «Es lo que se llama en la Iglesia la caridad política», puntualizó. «Los pueblos virtuosos respetan las reglas de juego. Pero algunas democracias actuales necesitan como humus para desarrollarse un relativismo moral que termina en un positivismo jurídico, y el Estado se hace fuente de moralidad, con un aurea religiosa», observó monseñor Argüello. Y advirtió: «El Estado no es Dios. La Iglesia lucha contra la idolatría del poder del Estado».