Un poema que abraza 30 advocaciones marianas y que hoy, 8 de septiembre, fiesta de la Natividad de María, revivimos a través de 17 para dibujar el mapa espiritual de la península
«¡Hasta siempre, España! ¡Hasta siempre, tierra de María!». Con esta despedida emocionada, san Juan Pablo II se marchaba de la península el 9 de noviembre de 1982, desde Santiago de Compostela.
Aquella frase, que aún hoy sigue resonando en el recuerdo vivo de toda una generación, inspiró al sacerdote, periodista y escritor español José Luis Martín Descalzo a dar una respuesta poética que se convirtió en un canto a las advocaciones marianas de toda España.
Un poema que recorre 30 rostros de la Virgen en nuestra geografía y que hoy, 8 de septiembre, fiesta de la Natividad de la Virgen María y día en que tantos pueblos y ciudades honran a su patrona, recuperamos a través de 17 de ellas, una por cada comunidad autónoma.
Inicio del poema de José Luis Martín Descalzo
No sabéis hasta qué punto es cierto
que nuestra historia fue sembrando España
de claveles y vírgenes,
de rosas y de imágenes,
de amor y santuarios.
Fijaos bien: Si un día se perdiera
el mapa de este pueblo,
si la historia borrara el nombre de todas sus
ciudades,
podría reescribirse rastreando santuarios.
Porque allí donde hubo un grupo de
españoles, tuvo un templo María.
Allí donde latió un corazón, latió por ella,
por ella y por su Hijo,
en un único amor y diez mil nombres,
en un solo cariño y cien advocaciones.
Virgen de Covadonga, Asturias
«Nacimos a sus pies en Covadonga.
En esta gruta amaneció la historia.
Ante tí recobramos la conciencia de pueblo
y hoy gira toda Asturias en torno a su Santina,
con ternura y piropos, con devoción y lágrimas.
Tú sigues entre rocas explicándonos
que la fe es fortaleza,
tus agujas señalan el camino del cielo,
el agua de tu fuente brota sin agorarse
como el amor del alma,
tú también nos explicas que la fe es alegría».
Virgen de la Bien Aparecida, Cantabria
«En Santander quisiste ser Bien Aparecida
y a un grupo de pastores les mostraste tu rostro
para ser, ya por siempre, reina de la montaña.
Tu cuerpo es tan pequeño como una mano de hombre,
tu cara, colorada y brillante como una manzana
de Cantabria,
pero tu corazón más grande que tú misma.
Por eso pudo un Papa
nombrarte la abogada del pueblo montañés».
![Bula «Ineffabilis Deus»
El 8 de diciembre de 1854 el papa Pío IX proclamaba el dogma de la Concepción Inmaculada de María, la Madre de Jesús. El contenido esencial de este dogma se refiere a una de las bases de la fe cristiana: la existencia del Pecado Original. Con arreglo a este dogma, sólo María y el propio Jesús fueron concebidos sin esta herencia de la Caída de Adán y Eva. Precisamente porque ellos son los que religan a la Humanidad con el plan inicial de Dios, ese plan de estado de gracia del Edén previo a la desobediencia. El nuevo Adán es, como diría el Apóstol, Jesucristo, y la nueva Eva sería la Virgen María. Afirma la bula de Pío IX: «[María] siempre estuvo con Dios, y unida con Él con eterna alianza, y nunca estuvo en las tinieblas, sino en la luz, y, por consiguiente, fue aptísima morada para Cristo, no por disposición corporal, sino por la gracia original».
Plenitud de lo humano
En María se observa cómo quiso Dios que fuera el ser humano. De esta forma, sin perder nada de su libertad, fue, como dice el ángel Gabriel «llena de gracia». Por eso, ella obedece los designios de Dios y responde con un «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Ese modelo de humanidad tiene —en consonancia con la propia etimología— mucho de humildad. Dice el papa Francisco: «en ella, la muchacha de aquel pueblito lejano, sobre ella, se posó la mirada del Señor, que la eligió para ser la madre de su Hijo» Continúa el pontífice: «contemplando a nuestra Madre Inmaculada, bella, reconozcamos también nuestro destino verdadero, nuestra vocación más profunda: ser amados, ser transformados por el amor, ser transformados por la belleza de Dios».
Color azul celeste
Este color es el específico de la Solemnidad de la Inmaculada Concepción. En un principio, queda reservado para España y los países de tradición hispánica, gracias a un decreto de 12 de febrero de 1864 de la Sagrada Congregación de Ritos. Es un color que recuerda el Cielo, del que es reina. En el Apocalipsis leemos: «una mujer vestida de sol, con la Luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza». El empleo de este color para la liturgia concreta del día 8 de diciembre parece que remonta al siglo XIII. En todo caso, y al contrario que los colores rojo, negro o verde, no consta propiamente como color litúrgico. En España es fiesta de precepto. Y, en contra de la opinión vulgar, no es la Virgen del Pilar (12 de octubre) la patrona de España, sino la Inmaculada. Dentro de relación que liga a España con esta Solemnidad, se aluden a multitud de episodios, entre los cuales se ha destacado, durante los últimos años, el llamado «Milagro de Empel» (8 de diciembre de 1585).
Doble fiesta
De María la Iglesia celebra una doble fiesta. En el 8 de diciembre, la Concepción; y nueve meses más tarde (8 de septiembre), el nacimiento. Igual sucede con Jesús: se celebra su Encarnación (25 de marzo) y nueve meses después su Natividad. Algo parecido podría decirse de Juan el Bautista, pues, además del día de su martirio (29 de agosto), se festeja su nacimiento (24 de junio). Incluso José el esposo de María cuenta con doble celebración: la propia del 19 de marzo y la del 1 de mayo.
Antigüedad
Aunque el dogma data del siglo XIX, la creencia de la Iglesia en la Concepción arranca desde los comienzos del cristianismo. No sólo por las palabras del ángel —«Alégrate, María, llena de gracia, el Señor está contigo», que se repiten en la avemaría: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre»—, sino por el saludo de Isabel, la madre del Bautista, y la respuesta de la propia María: «Proclama mi alma la grandeza del Señor, se regocija mi espíritu en Dios, mi Salvador; porque puso sus ojos en la humillación de su esclava. Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones, porque el Poderoso ha obrado cosas grandes por mí». Desde el VIII se celebra esta festividad y la bula «Ineffabilis Deus» menciona concilios y decretos papales de épocas variadas. Entre otros, se alude a Sixto IV, Pablo V y Gregorio XV.
Virginidad y Purísima concepción
Hay dos conceptos que, aunque entrelazados, cabe diferenciar. Por una parte, el 8 de diciembre se celebra que María, desde que sus padres la concibieron, desde que empezó a existir como un zigoto que se desplazaba hacia el útero de su madre, careció de la huella del Pecado Original. Por otro lado, la Iglesia afirma que ella, tras el anuncio del ángel Gabriel, concibió a Jesús por obra del Espíritu Santo. Virgen concibió, virgen dio a luz, y virgen se mantuvo toda su vida. Algunos de los evangelios apócrifos cristianos —no evangelios gnósticos, sino de carácter folclórico surgidos de la primitiva comunidad cristiana— se empeñan en este dejar claro este aspecto.
Declaración dogmática
El texto de Pío IX sostiene: «con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, con la de los santos apóstoles Pedro y Pablo, y con la nuestra: declaramos, afirmamos y definimos que ha sido revelada por Dios, y de consiguiente, qué debe ser creída firme y constantemente por todos los fieles, la doctrina que sostiene que la santísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de culpa original, en el primer instante de su concepción, por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo, salvador del género humano». Durante la misa de la Inmaculada de 1960, dijo el papa Juan XXIII: «¡Oh, María Inmaculada, estrella de la mañana que disipas las tinieblas de la noche oscura, a Ti acudimos con gran confianza! Vitam praesta puram, iter para tutum. Aparta de nuestro camino tantas seducciones del gusto mundano de la vida; robustece las energías no sólo de la edad juvenil, sino de todas las edades, ya que están también expuestas a las tentaciones del Maligno».](https://imagenes.eldebate.com/files/related_image/files/fp/uploads/2022/12/07/6390bd6c8c0b6.r_d.388-296.jpeg)
Nuestra Señora de Begoña, País Vasco
«En Bilbao levantaste el dedo de tu torre
que señala hacia el cielo como una gran bandera.
Con tu cara de tierna Andra-mari, Begoña,
has querido ser una mujer de nuestro pueblo,
una madre-madraza para tantos dolores,
para cerrar heridas y abrir esperanzas,
para que al ver tu rostro
entendamos que somos todos por fin hermanos
y que reine el amor donde reinó la sangre».
Santa María la Real, Navarra
«Aquí, durante siglos,
han velado sus armas los reyes y vasallos.
Ante tu real imagen ha cruzado la historia
Virgen de los navarros, Santa María la Real.
Y aquí seguimos hoy jurando vasallaje,
velando nuestras armas de la paz,
asegurándote que pasarán los siglos,
pero nunca la fe de los navarros».
Virgen de Valvanera, La Rioja
«Eres en La Rioja la Virgen de Valvanera
Y cuidas de tus hijos, de sus campos, de sus vides,
como lo hiciste en las bodas de Caná:
no sólo estás atenta para salir al paso de
las necesidades , sino que, Madre y Maestra,
señalas el camino de la felicidad en este valle:
«Haced lo que Él os diga».
Queremos, Madre, seguir tu sabio consejo.
De ti esperamos que nunca nos falte
el buen vino del amor, de la fe, de la esperanza y
de la unidad».
Virgen del Pilar, Aragón
«Aquí, ante tu Pilar, hemos estado
dos veces con el Papa
y un millón de veces a lo largo del tiempo y de los
siglos.
Tú lo sabes muy bien. ¡Si hasta hemos horadado
a besos tu columna!¡Si han sido ya millones
los niños que han rozado tu manto con sus besos!
Tú eres la columna de nuestra fe, Señora.
Entre rezos y jotas seguiremos cantándote
y tú seguirás siendo, al lado de tu Hijo,
el Pilar de esta Iglesia».
Virgen de Montserrat, Cataluña
«En Montserrat pusiste tu alto nido de águilas,
rosa de abril, morena de la sierra,
pequeña reina de los catalanes.
En tus manos sostienes tus dos grandes tesoros:
a tu Hijo y al mundo,
los dos tesoros de tu corazón.
Por eso nuestras danzas se tejen y destejen,
ante tus pies de Madre, felices y solemnes,
porque, aunque el mundo cruja, lo sabemos,
jamás podrá caerse de tus manos».
Virgen de Lluc, Islas Baleares
«En Mallorca tú eres reina de la belleza.
Porque no es que tú te parezcas a la isla,
es que la isla se parece a ti,
Virgen del Lluc, corazón de Mallorca.
Perdida en el silencio verde de la montaña,
son verdes las praderas que rodean tu ermita
para explicar al mundo que tú eres la esperanza;
y cuando el mar se duerme en tus calas más bellas
es sólo porque intentan imitar el azul de tus ojos.
La isla huele a madre.
La isla huele a gozo.
La isla huele a ti».
Virgen de la Peña de Francia, Castilla y León
«No se ha hecho la luz para ponerla bajo los
celemines,
sino para subirla sobre los candeleros.
Así tú, virgen negra, sobre el monte
iluminas la tierra parda de Salamanca.
Oculta en estas peñas
apareciste hace quinientos años
y ahí sigues brillando, como un faro
en este mar de mieses y llanuras.
Peña de Francia, reina de los charros».
Virgen del Prado, Castilla-La Mancha
«Virgen del Prado, dulce Dulcinea
de Ciudad Real y de los alcarreños.
En esta tierra ¿sabes?, somos todos quijotes
y tú eres la «señora mejor de nuestros sueños».
Ante ti hemos velado las armas de la fe,
por tu gloria la vida se nos vuelve aventura,
Virgen del Prado, Dulcinea nuestra».
Virgen de la Almudena, Madrid
«En este rompeolas de todas las Españas
tú eres el corazón, Virgen de la Almudena,
un corazón que late allá en el fondo
de todas nuestras luchas,
de todas nuestras prisas en la colmena humana.
Pasarán las políticas y quedará tu nombre.
Todos los automóviles se volverán chatarra,
pasarán los honores, los prestigios, los éxitos,
y seguirá la sangre latiendo en nuestras venas,
por ti, Señora de nuestro corazón».
Virgen de los Desamparados, Comunidad Valenciana
«En Valencia recibes tu nombre más hermoso,
Santa María de los inocentes, locos y Desamparados.
Porque todos lo somos y lo estamos.
Somos locos, porque no te queremos como tú te mereces.
Inocentes, porque nunca te cansas de pedir por nosotros.
Desamparados, porque vivimos lejos
de tu manto de madre.
Bajo él nos acogemos hoy de nuevo
como polluelos bajo la tormenta:
tú volverás en flores nuestros sueños,
por ti arderá la falla de nuestro corazón».
Virgen de la Fuensanta, Murcia
«En Murcia eres la Fuente más Santa
y más fecunda de la huerta,
Fuente Santa que riegas nuestras almas,
frescor de Dios, corriente de aguas limpias,
flor de las flores, fruta de los cielos,
río de aguas caudales, noria hondísima,
huerta que diste como fruto a Cristo».
Virgen del Rocío, Andalucía
«Y ahora… ¡a descubrirse!
Que la Blanca Paloma sale por el otero
y en el Rocío sopla un viento de locura.
Quien escribió en la copla que
«tan sólo en el cielo te aman mejor»
se quedaba… una miajita corto:
¡Habrá que ver si saben en el cielo
montarte un triunfo así!».
Virgen de Guadalupe, Extremadura
«Tú eres recia, Señora, en Guadalupe,
como recia es la tierra de nuestra Extremadura.
Pobre como nosotros.
Aldeana como lo son tus hijos,
tostada por el sol como una guadalupana más.
Tú, madre del coraje,
que engendraste a los hijos
que engendraron América,
enséñanos ahora a ser hondos y serios,
como esta dura tierra en que, juntos, vivimos».
Virgen Peregrina, Galicia
«En Pontevedra vuelve la ternura
a tu rostro, Virgen Peregrina,
cara de niña, joven muñeca de los cielos.
Empuñas tu bordón de caminante
y, gracias a él, sabemos
que fuiste la primera
en cruzar el camino de estrellas de Santiago
y nos precedes
en los verdes jardines de los cielos».
Virgen de la Candelaria, Canarias
«Y aquí están los canarios,
Virgencita del Pino.
Hemos venido todos: las gentes, los corderos,
incluso los camellos,
han venido los niños y los viejos
y han venido cantando y bailando y riendo,
porque este trozo vivo de España
no se queda atrás en su cariño:
tanto si sube hasta tu agreste monte,
como si baja hasta las limpias playas
y besa entusiasmado
las plantas santas de Santa María
que los tinerfeños llaman Candelaria».














