El Papa ha insistido durante el rezo del Ángelus en el amor como poder transformador
León XIV ha recordado, al inicio de la misa del Ángelus de hoy, 10 de agosto, que Jesús y el Evangelio invitan a «no guardar para nosotros los dones que Dios nos ha dado, sino a emplearlos con generosidad para el bien de los demás, especialmente de quienes están más necesitados de nuestra ayuda».
El Papa, en este sentido, ha incidido en que compartir no se refiere únicamente a las cosas materiales de las que disponemos, «sino de poner en juego nuestras capacidades, nuestro tiempo, nuestro afecto, nuestra presencia, nuestra empatía».
«En resumen, todo aquello que hace de cada uno de nosotros, en los designios de Dios, un bien único, inapreciable, un capital vivo, palpitante, que para crecer requiere ser cultivado y empleado, porque si no se seca y se devalúa», ha destacado el pontífice.
León XIV ha señalado que el don de la vida, que recibimos de Dios, no se nos entregó para acabar así, «sino que necesita espacio, libertad, relación, para realizarse y expresarse; necesita amor, que es lo único que trasforma y ennoblece cada aspecto de nuestra existencia, haciéndonos cada vez más semejantes a Dios».
Así, ha insistido en que «las obras de misericordia son el banco más seguro y rentable al que confiar el tesoro de nuestra existencia, porque en él, como nos enseña el Evangelio, con ‘dos monedas’ incluso una pobre viuda puede convertirse en la persona más rica del mundo».
Y es ahí, en la familia, en nuestra comunidad parroquial, en la escuela y los puestos de trabajo, en cualquier sitio en el que nos encontremos, donde tenemos que intentar «no perder ninguna ocasión para amar. Esta es la vigilancia que nos pide Jesús, habituarnos a estar atentos, dispuestos, sensibles los unos con los otros, como Él lo está con nosotros en cada instante».
Y, para concluir, León XIV ha apelado a confiar en la Virgen «este deseo y este compromiso», para que María «nos ayude a ser, en un mundo marcado por tantas divisiones, ‘centinelas’ de la misericordia y de la paz, como nos ha enseñado Juan Pablo II» y como nos han mostrado, de una manera tan hermosa los jóvenes que han venido a Roma para el Jubileo”.