Lo que comenzó como una estancia breve por precaución se convirtió rápidamente en una compleja batalla por su salud, generando incertidumbre en Roma y entre millones de fieles
Ha pasado un mes desde que el Papa Francisco cruzó las puertas del Hospital Gemelli el 14 de febrero para someterse a unas pruebas diagnósticas y continuar el tratamiento contra una bronquitis que arrastraba desde hacía días. Lo que parecía una estancia breve por precaución, pronto se convirtió en una batalla larga y compleja por su salud. La infección polimicrobiana que revelaron los primeros análisis, la confirmación de una neumonía bilateral el 18 de febrero y los episodios de insuficiencia respiratoria han hecho que cada jornada se viva con expectación.
Desde entonces, la salud del Pontífice ha sido un vaivén de mejoras y sustos. Un mes en el que la incertidumbre ha reinado en Roma y en los millones de fieles que han seguido con atención cada parte médico, y en el que el Papa se ha mantenido alejado de su hábitat natural en el Vaticano, las audiencias y su rutina, pero no de su papel al frente de la Iglesia.

Francisco, desde su habitación en el Gemelli, ha dejado claro que sigue al pie del cañón. Tanto es así que, incluso en plena convalecencia, ha delegado nuevas responsabilidades a Sor Raffaella Petrini, convirtiéndola en presidente de la Gobernación del Estado de la Ciudad del Vaticano, el órgano encargado del poder ejecutivo dentro del Estado más pequeño del mundo.

El Papa Francisco leyendo durante una audiencia privada AFP
Durante su ingreso, ha mantenido reuniones con el secretario de Estado, Pietro Parolin, y el cardenal Edgar Peña Parra, número tres del Vaticano. Ha firmado decretos para la canonización de nuevos santos y ha seguido de cerca la situación en Gaza, llamando personalmente a la parroquia de la Franja para mostrar su apoyo.

«El Papa es consciente de que aún está en peligro»
El 21 de febrero, los médicos dejaban claro que Francisco no estaba fuera de peligro. «Él lo sabe», aseguraban los especialistas que le atienden en una rueda de prensa a la semana de su ingreso hospitalario. Y aunque las noticias no eran alarmantes, sí reflejaban la gravedad del cuadro. La incertidumbre se instaló en el Vaticano, mientras en la Plaza de San Pedro se organizaban rezos multitudinarios por su recuperación.
Parecía que las cosas empezaban a mejorar hacia finales de febrero. Sin embargo, el día 28, un nuevo susto sacudió todo: tras una mañana de oración y fisioterapia respiratoria, el Papa sufrió una crisis de broncoespasmo seguida de vómitos con inhalación. La recuperación, que hasta ese momento avanzaba con cautela, volvió a tambalearse. Incluso algunos medios, que ya habían comenzado a retirarse de Roma, volvieron a instalarse a la espera de noticias.
Un mensaje que rompe el silencio
Con la llegada de marzo, la estabilidad seguía pendiendo de un hilo. El 3 de este mes, el Vaticano informaba de nuevos episodios de insuficiencia respiratoria aguda, lo que obligó a realizarle dos broncoscopias para despejar sus vías. Aún así, el 6 de marzo el Papa sorprendía con un mensaje de audio dirigido a los fieles. Con voz cansada y débil, agradecía las oraciones y enviaba su bendición. Fueron solo 22 segundos, pero suficientes para disipar especulaciones sobre la falta de transparencia en torno a su estado de salud, al menos por el momento.

Una persona sostiene un rosario durante las oraciones por la salud del Papa en la plaza de San Pedro AFP
Finalmente, el 10 de marzo, los médicos ofrecían la primera noticia realmente esperanzadora: «Se disuelve el pronóstico», lo que indica que ya no se considera que el Papa esté en peligro inminente por la gravedad de la infección con la que ingresó en el hospital. Su estado se ha estabilizado, aunque sigue siendo complejo. La recuperación continúa, y su regreso al Vaticano todavía no tiene fecha.

Javier Fernández Aguado, experto en ‘management’ y alta dirección
«Los Papas son los CEO de una organización que gestiona el alma de más de mil millones de personas»
A pesar de las preocupaciones sobre su estado de salud, el Papa ha insistido en que siempre se diga la verdad sobre su situación. Aunque alejado de sus actividades públicas y atravesando la cuarta y más larga convalecencia de su pontificado, su influencia sigue siendo relevante a nivel institucional. Además, el hecho de que este proceso coincida con el inicio de este Año Santo dedicado a la esperanza refuerza su mensaje.
Como él mismo reflexionó en sus escritos, la esperanza no se limita a esperar que todo se resuelva por sí solo, ni es una expectativa pasiva. En sus palabras, «la esperanza es la virtud de quien tiene un corazón joven y paciente», una cualidad esencial que permite, cuando todo parece sucumbir, «atravesar las noches más oscuras».