El edificio universal que costó una peseta y «voló» de Sevilla a Zaragoza

El edificio que representó a Aragón en la Expo de Sevilla ha sido capaz de reinventarse y adaptarse a nuevos usos

El Pabellón de Aragón de la Exposición Universal de Sevilla de 1992 fue un hito arquitectónico en su momento y también una prueba de la capacidad de reutilización y adaptación que puede tener un edificio. Tras su paso por la Expo, esta construcción, que podría haberse quedado en el olvido, ha tenido una segunda vida en Zaragoza, donde ahora alberga un centro de Formación Profesional.

Según el historiador Jesús Martínez Verón, el Pabellón de Aragón fue concebido con una idea clara de funcionalidad y estética moderna, pero siempre con la vista puesta en su posible reutilización. “Cuando se planteó la Expo de Sevilla había una condición para los edificios de las comunidades autónomas, debían ser desmontables en un 70% para poder reutilizarlos”, explica.

“El edificio fue concebido para ser desmontado. Su estructura, de acero inoxidable, permitía que se desarmara como un puzle”, cuenta Martínez Verón. La idea de su diseñador, el zaragozano José Manuel Pérez Latorre, era crear una estructura moderna, funcional, pero con claras referencias a la identidad de Aragón. “Combinaba una cubierta curva, materiales como el alabastro y el acero y detalles como la teja azul en forma de lágrima, que remiten a la tradición arquitectónica aragonesa, sin caer en lo más obvio”, detalla el historiador.

El interior del pabellón, que albergaba una gran exposición de la cultura aragonesa, estaba adornado con un mural de José Manuel Broto. “Esta era una de las piezas más sorprendentes del edificio, cuando entrabas te sentías como si estuvieras dentro de una escultura, una obra completa”, comenta Martínez Verón.

UNA NUEVA VIDA

Sin embargo, tras el cierre de la exposición, el futuro del pabellón no estaba claro. En un principio se planteó que permaneciera en Sevilla y se convirtiera en un museo de ciencias naturales. Pero cuando ese proyecto fracasó, el Gobierno de Aragón lo compró por una peseta y lo trasladó a Zaragoza, donde comenzó una nueva etapa.

Durante varios años estuvo a punto de ser demolido, hasta que finalmente fue rescatado para albergar la sede de la Confederación de Empresarios de Aragón (CREA) en 1998. Fue entonces cuando comenzó su nueva etapa como sede de la institución empresarial y, actualmente, es un centro de Formación Profesional.

“El edificio ha demostrado ser mucho más que un simple pabellón de exposición. Ha sido capaz de reinventarse y adaptarse a nuevos usos, lo que habla muy bien de la calidad de su diseño”, señala Martínez Verón.