Biden prepara a Estados Unidos para la “guerra contra” la covid-19

Joe Biden llegó a la Casa Blanca en la encrucijada del peor momento imaginable. Para tomar el mando y revertir buena parte de las políticas de su predecesor, la Casa Blanca ha anunciado toda una batería de medidas. Destaca la intención de congelar las deportaciones durante los primeros 100 días de Presidencia. En un plano más simbólico, el Gobierno también quiere sustituir la designación de «aliens» por la de «indocumentados».

Todo mientras el ex secretario de estados, John Kerry, nuevo hombre fuerte para luchar contra el cambio climático, confirma la voluntad de regresar al Acuerdo de París, y el Senado se apresta a confirmar nombramientos como el del nuevo secretario de Defensa, el general Lloyd Austin, pendiente de que la Cámara Alta le conceda el necesario permiso para ejercer, dado que se jubiló en 2016 y todavía no han transcurrido los preceptivos siete años en la reserva que marca la ley. Peter Buttigieg también afrontaba su propia reválida, pendiente de ser aprobado como nuevo secretario de Transportes.

Más allá de los esfuerzos del Gobierno entrante y del trabajo en el Legislativo, la tercera ola pandémica avanza feroz. Acumula 194.754 casos casos durante la última semana. Una media de 3.054 muertos en estos siete días. Nada menos que 4.367 el mismo día en que el demócrata juraba la Presidencia sobre un ejemplar de la Biblia. Por eso, en su primer discurso tras la investidura, Biden anunció un plan nacional para luchar contra la pandemia con la participación del Pentágono. «La ayuda está en camino», dijo. «Nos llevará meses cambiar las cosas», reconoció, antes de asegurar que, no obstante, el país «saldrá de esto» y «derrotaremos la pandemia».

En Nueva York, las autoridades sanitarias confiesan en privado que los casos se están disparando, que son incluso peores de lo que reflejan las estadísticas y que en las colas de los centros públicos habilitados para testarse hay ya 1,6 positivos por cada diez pacientes. De lado de las buenas noticias la ciudad ha alcanzado una velocidad de crucero con las vacunaciones. Se estima que se vacuna a un neoyorquino cada tres segundos. Los centros de vacunación están abiertos 24 horas al día, 7 días a la semana, y se han habilitado grandes espacios para impulsar la campaña, por ejemplo el Estado de los New York Yankees.

En California, las morgues ya no dan a basto. Los crematorios funcionan sin parar y los 3,09 millones de casos, 19.220 el martes 20, y 35.001 muertos, 611 en las últimas 24 horas. La campaña de vacunación comenzó el 14 de diciembre. Hasta el momento se han inoculado 17,2 millones de dosis, una media de 912.467 vacunaciones al día, con lo que el 5,2% de la población ha recibido ya su vacuna y se han aplicado ya el 48% de todas las dosis distribuidas.

Es mucho, pero no es suficiente. De hecho, ya un mes de retraso respecto a la promesa de la Administración Trump, que prometió que habría vacunado a 20 millones de estadounidenses antes de acabar 2020. En esta situación destacan las declaraciones del doctor Anthony Fauci, el principal epidemiólogo del país, confirmado en su cargo por Biden, y que ha celebrado el inmediato regreso de Estados Unidos a la Organización Mundial de la Salud.

“Me honra anunciar que Estados Unidos seguirá siendo miembro de la OMS”, ha dicho Fauci, que también explicó que el regreso de EE UU implica tanto retomar sus pagos como mantener la plantilla. El director General de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, le ha agradecido la noticia. Donald Trump denunció en los términos más enérgicos la reacción del organismo a la pandemia. Acusó a sus técnicos de haber tomado decisiones políticas, influenciados por los intereses de China, que habría colonizado la institución ante la indiferencia sostenida de unos Estados Unidos que, a su juicio reaccionaron, tarde.

Asimismo, la nueva Administración ha denunciado la inexistencia de un plan de vacunación global y con las múltiples dificultades que la administración saliente puso a la hora de transmitir la mejor información y los últimos datos disponibles a los especialistas designados por el nuevo Gobierno, que por cierto ha jurado vacunar a 100 millones de americanos en los próximos tres meses. Fuentes anónimas aseguran a la CNN que al llegar a la Casa Blanca, no ha encontrado un plan para distribuir las vacunas. Lo dicen literalmente. O sea, que «No hay nada que podamos reelaborar. Tendremos que construir todo desde cero».

La inmigración es otro de los asuntos prioritarios de la Administración Biden. El Gobierno anunció ayer una suspensión de cien días de las deportaciones de inmigrantes, aunque con algunas excepciones, según un comunicado del Departamento de Seguridad Nacional. «Durante 100 días, a partir del 22 de enero de 2021, el DHS suspenderá las deportaciones de ciertos no ciudadanos», detalló el secretario interino, David Pekoske, recién nombrado por Biden. La razón, dijo Pekoske, es «garantizar» que Estados Unidos tenga «un sistema migratorio justo y eficaz centrado en proteger la seguridad nacional, la seguridad fronteriza y la seguridad pública».

Para subir la moral, pero también para dejar claro que seguirá los consejos de los científicos, Biden ya decretó que el uso de mascarillas sea obligatorio en todos los edificios y terrenos dependientes del Gobierno federal. Al menos parece que las medidas de control no serán ya combustible de pendencia política. No, al menos, desde la Casa Blanca. La pandemia, por supuesto, sigue lastrando la economía: 900.000 personas han engordado las cifras del paro durante la última semana. A esos números hay que añadir que casi medio millón de personas han solicitado asistencia federal, 140.000 más que hace una semana.

Cuesta encontrar una transición en la que el gobierno haya heredado una situación más complicada, con miles de negocios amenazados de cierre y millones de personas desesperadamente necesitadas de la asistencia federal.

La mayoría de analistas apuestan a que Biden será capaz de sacar adelante un plan de estímulos económicos a medio camino entre sus planes más ambiciosos y las reclamaciones de los opositores más preocupados por el galope del déficit. Será, en cualquier caso, mucho mayor que el aprobado en 2008 tras la llegada de la Administración Obama.