El Hospital Clínico de Zaragoza afronta la ola continua de covid gracias a su personal

Hay quien dice que Aragón está sufriendo una tercera ola de covid-19, pero para los directivos del Hospital Clínico Lozano Blesa de Zaragoza ha sido una ola continua que han podido capear gracias al esfuerzo y dedicación de todos sus profesionales y al apoyo de la Atención Primaria, sin la cual no hubieran podido afrontar el fuerte repunte de octubre.

La pandemia ha puesto de manifiesto que lo mejor que tiene este sistema sanitario son sus profesionales, todos, desde el que trabaja en la limpieza a los celadores, los médicos, enfermeras o auxiliares, que han dado «el 200 por cien», que han estado dispuestos «siempre» y que a pesar del nivel de estrés, lo están dando «absolutamente todo», incluso apuntándose a trabajar en la UCI en días de libranza.

Lo dicen al unísono, quitándose la palabra, el gerente del hospital Clínico, José Ignacio Barrasa, el director médico, Joaquín Costán, y la directora de Enfermería, Elena Altarribas, en una entrevista con EFE para explicar cómo este centro ha hecho frente al covid-19.

Un equipo que también tiene que hacer «terapia de grupo» porque «lo único que nos llega -dicen- es la presión de la gente», pero tienen que «aguantar como los demás» y con «un nivel de estrés y dedicación muchísimo más intensa de lo que se cree, a «full time» y con «mucha responsabilidad».

El gerente ha querido lanzar un mensaje de esperanza, de que hay recursos y que el personal «está dando de sí» pero ha insistido en que la ciudadanía también les tiene que ayudar porque, ha advertido Costán, «de lo que haga la gente depende la transmisión del virus».

DATOS TÉCNICOS

El Hospital Clínico de Zaragoza comenzó su actividad en octubre de 1974 y fue propiedad de la Universidad de Zaragoza hasta su integración en el Insalud en 1987. Desde 2001 depende del Servicio Aragonés de Salud.

Pertenece al Sector Sanitario de Zaragoza III y atiende a una población de unas 320.000 personas, el 54 % del ámbito rural (de municipios como Ejea, que ha llegado a estar confinado perimetralmente, Tauste o Tarazona) y el 46 % de la capital (de barrios como Delicias o Univérsitas, que encabezan el número de contagios desde el inicio de la pandemia, u Oliver).

Casi un 20 % tienen 65 o más años y además congrega también un mayor número de residencias de personas mayores.

Es por lo que, como ha destacado José Ignacio Barrasa, con la excepción de la tregua de la primera quincena de junio «ya no se ha parado» y ha sido el hospital de Aragón con mayor número de hospitalizaciones en planta y UCI.

La plantilla «oficial» se mantiene estable en 3.432 personas, a la que se suman actualmente 4.750 personas contratadas.

En 2019 el gasto fue de 312,7 millones de euros, que el gerente prevé que se incremente un 3 %.

HOSPITALIZACIÓN Y PLANES DE CONTINGENCIA

A los pacientes covid se han destinado 234 camas de las 800 con que cuenta el hospital, desde la planta 10 a la 13.

Dispone de 34 camas UCI que en la primera ola se dedicaron en su totalidad a pacientes covid y llegaron a doblarse hasta las 64. Dado que en esta oleada no se ha paralizado el resto de la actividad quirúrgica, a los enfermos de coronavirus se han destinado estas 34 camas y 8 boxes doblados que suman en total 51 plazas.

Además, suma otras diez plazas con monitorización para «semicríticos» (enfermos que necesitan rehabilitación respiratoria antes o después de estar en la UCI).

La antigua planta de Traumatología se ha acondicionado como zona «limpia» con otras diez camas de UCI, en Cardiología se han habilitado otras seis con monitorización para liberar camas de intensivos y de acuerdo con los anestesistas otras cinco de rehabilitación postanestésica.

El Clínico gestiona asimismo con su propio personal una de las plantas de los denominados centros covid dependientes del departamento de Ciudadanía en el barrio de Casetas, para atención domiciliaria, es decir, pacientes que no tienen una situación compleja, con capacidad para 20 camas.

Además de aprender a compaginar la actividad quirúrgica ordinaria con la atención a los enfermos de coronavirus y cómo distribuir las UCI, la primera ola ha servido para aprovechar espacios sin uso y del centro de especialidades Inocencio Jiménez para consultas con el fin de garantizar el distanciamiento de los pacientes y disponer del tiempo que requiere su desinfección tras cada uso.

Esta estrategia ha evitado suspender intervenciones y permite mantener hábiles en la actualidad doce de catorce quirófanos en horario de mañana, y los cuatro de tarde, controlando las intervenciones que puedan requerir UCI, más los dos para enfermos con covid (uno para operar y otro de rehabilitación).

De este modo, se ha evitado incrementar el número de pacientes en lista de espera, salvo que los que hay están durante más tiempo.

El Clínico ha aprovechado el descenso en el número de urgencias para estrenar esta semana la carpa de triaje que montaron efectivos del Ejército el pasado mes de agosto, con un primer balance satisfactorio con entre 40 y 50 atenciones diarias.

El director médico ha destacado asimismo la labor de rastreo y cribado que efectúa la Atención Primaria sin la cual, ha reconocido, este hospital no habría podido hacer frente a la ola de otoño, ya que los enfermos que requieren ingreso llegan diagnosticados.

Las quejas de los pacientes han disminuido y están relacionadas con las demoras o las listas de espera y ahora hay «más agradecimientos», señalan los directivos.

CONDICIONES LABORALES

Desde el sindicato médico CEMS, su secretaria general, Mercedes Ortin, considera que la situación actual está «igual de cruda» que la primera vez, con el sistema «tensionado» y los profesionales «exhaustos», y con «ansiedad por falta de formación o movilidad».

Como delegada de enfermeras del sindicato Satse en el Clínico, Carmen Gómez ha incidido en que el desdoble de camas supone trabajar en la mitad de espacio «con mucho agobio» y casi sin poder moverse y también en la, a su juicio, falta de coordinación y los distintos criterios con que trabaja cada hospital, incluso con una «libre interpretación» de los protocolos, que cambian continuamente.

Un ejemplo de la situación son las 477 bajas acumuladas que lleva el sector 3 desde julio, 142 activas el pasado día 10, lo que, ha asegurado, ha derivado en anulación de libranzas e incluso descansos para Navidad o que se cubran por personal de otras plantas, con «el estrés que conlleva trabajar en una planta diferente, de una especialidad diferente y con compañeros y médicos desconocidos», ha asegurado.

Además de que hay compañeros que han sufrido la enfermedad que vuelven con secuelas como dolor de cabeza, Gómez reconoce que psicológicamente se sienten también muy afectados y «desesperanzados» por la actitud de la ciudadanía y recuerda lo duro que fue afrontar la primera ola sin tratamiento, sin EPIS y tratando de paliar la soledad de los enfermos e incluso dándoles esperanza cuando se sabía que no la había.

Gómez dice que están desanimados por la falta de previsión de la administración y no haber aprovechado el descenso de casos del verano para formar personal, lo que ha supuesto que sean las propias enfermeras que trabajan en las UCI las que han ejercido de formadoras del personal que ha sido derivado a estas unidades, cuando un intensivista necesita cuatro años o el máster de la especialidad son dos.

Una queja que ha matizado la directora de Enfermería, quien ha informado de que en la tregua, en colaboración con el área de Formación y la supervisora de la UCI, se cualificó a los profesionales de Trauma donde se había previsto la nueva unidad de intensivos.

Al tiempo, se hizo un llamamiento al que respondieron 35 enfermeras y 20 auxiliares que han cubierto, en función de su experiencia, las UCI de Trauma y quirúrgica. Ahora se está preparando la formación de quienes no habían trabajado en estas unidades.

AFECCIONES

Referente en trasplantes hepáticos, este hospital también ha visto reducida esta actividad en un 40 %, aunque traducido en número de pacientes no es una cifra elevada ya que es una Comunidad con una lista de espera reducida, según el presidente de la Asociación de Trasplantados Hepáticos de Aragón (AETHA), Javier Arredondo, quien fue el penúltimo trasplantado antes del estado de alarma.

Según Arredondo, la situación no ha afectado a los casos urgentes o de código 0 ni tampoco al control de los afectados o a las revisiones, que se hacen por teléfono.

Sí ha sido una «sorpresa» el elevado número de casos de donantes que han dado positivo en covid-19 o presentan anticuerpos y tienen que descartarse porque supondría «la muerte segura» del trasplantado.

Según la Dirección Médica del Clínico, en 2020 se han realizado 11 trasplantes, el último el 31 de agosto, pero también porque hay menos enfermos en lista de espera gracias al resultado del tratamiento de la hepatitis C pero también menos donantes, por la disminución de los accidentes de tráfico.

Costán reconoce que el covid-19 también ha repercutido en pacientes con patologías cardiovasculares y enfermedades respiratorias crónicas por falta de seguimiento.

Otro ejemplo de las consecuencias de la pandemia se da en los ictus, ya no solo porque cuando hay síntomas los pacientes acuden más tarde al hospital, sino porque anulan las sesiones de rehabilitación o incluso las revisiones por miedo a los contagios, como ha confesado el propio secretario de la asociación AIDA, Carlos Inés.