Nadal avanza a medio gas

Decir que Rafael Nadal juega a medio gas puede sonar a frivolidad cuando se habla de un deportista siempre en tensión, que se impone en cada partido la máxima exigencia. Pero en torneos de dos semanas, con partidos largos, calor tropical y el cansancio acumulado de la temporada, también hay que mirar cómo va el tanque de gasolina. El número uno del mundo levantó el pistón en buena parte en su partido de octavos en el US Open y le costó sus complicaciones con Nikoloz Basilashvili (6-3, 6-3, 6-7, 6-4).

Tras su partido de segunda ronda, una victoria cómoda ante Vasek Pospisil, Nadal reconoció que empleó una estrategia de jugar más arriesgado en el resto siempre que su saque fuera consistente porque no conviene «desgastarse mucho físicamente». Después tuvo un bajón en el que necesito subir su agresividad. En tercera ronda, jugó contra Karen Khachanov un partido durísimo, de gran factura física, en el que convivió con molestias en su rodilla derecha.

Quizá ayer Nadal buscó ahorrar físico. Lo rechazó en rueda de prensa: «En un partido de octavos, intento jugar todos los puntos al máximo». ¿Quizá empezó a faltarle fortaleza? Sí reconoció estar «un poquito falto de energía», al principio del partido, pero después se encontró mejor con el paso del partido. En cualquier caso, parecía que no requería la máxima intensidad para despachar a un rival en teoría inferior: el tenista georgiano es el 37 del mundo y nunca había pasado de esta ronda en un Grand Slam.

Nadal ejecutó un tenis quirúrgico en los dos primeros sets, sacando el máximo jugo a las roturas de saque que obtuvo. Aprovechó los errores de Basilashvili, se apoyó en un saque consistente y atravesó las dos primeras mangas a velocidad de crucero.

El público neoyorquino se temía un partido anodino, pero todo cambió en el tercer set. Nadal tuvo 0-40 para colocarse 2-0 y acabar de desesperar a Basilashvili, pero lo dejó escapar. «Era el momento de poner todos mis sentidos en ese punto», lamentó después. Eso espoleó al georgiano, que empezó a desarrollar el tenis que temían Nadal y su equipo y que le hizo llegar hasta octavos en Nueva York. Armó el brazo y empezó a soltar palazos imposibles, tanto con la derecha como el revés. Jugó a tumba abierta y le apuesta le salió bien. Nadal fue incapaz de meter una marcha más de agresividad y se lanzó la moneda al aire en el ‘tie break’. Cayó del lado de Basilashvili, con el público de Nueva York electrizado ante la expectativa de una remontada.

El de Georgia entendió que solo soltando su brazo con agresividad podría dar la vuelta al partido. El partido se convirtió en una ruleta rusa: Basilashvili disparaba a la línea o a dos palmos de ella, Nadal trataba de soportar el vendaval, el marcador oscilaba en función del acierto de su oponente. Se rompieron el saque mutuamente y se instaló la incertidumbre en las tribunas de la central de Nueva York. En la recta final, Nadal se despojó de la pasividad que le había lastrado en el anterior set y combinó consistencia con puntos de fantasía, como el drive paralelo que colocó casi cayéndose, presionado por un revés fortísimo de Basilashvili, con el que le rompió el saque para adelantarse. Acabó el partido con autoridad, con un juego en blanco cerrado con un saque directo. Necesitará esa agresividad a partir de ahora, cuando el torneo se pone cuesta arriba: mañana se enfrenta en cuartos de final a Dominic Thiem, un rival difícil, que este año le ganó en Madrid y con quien deberá apretar el acelerador. «Va a ser duro. Necesitaré jugar mi mejor partido del torneo si quiero seguir en él», anticipó.